El Yosiwara que vivió Gómez Carrillo

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El Yosiwara que vivió Gómez Carrillo[1] no era precisamente una cultura puritana y reprimida. Es que el amor allí ―cuenta el gran cronista― no tenía prisas, ni impaciencia. Era un rito. El Yosiwara, que significa el buen prado de la suerte, era la cristalización de una noche de placer, el palacio de un hada amarilla, la ciudad sin día. | RENATO BUEZO

 

Linternas de colores colgaban de los árboles, de las puertas globos iluminados adornados por geishas desdibujadas, por dragones sin fuego, por samuráis sin sables. Las tiendas de naderías, los bazares de frivolidades, le parecían al maestro santuarios iluminados donde encontró calidez y bienvenida.

 

Pero fueron ellas, las musmés, exhibidas en jaulas lujosas, quienes le robaron el aliento. Todo era más bello, preciso, sin falsos miramientos. Recibió más de lo que encontró en las imágenes de los libros que un 1912 le pudo dar. El Japón que califica de heroico y galante, estaba plagado de ceremonias, de leyendas y supersticiones.

 

Y en estos menesteres, los del placer comprado, a él que llegaba empapado de la cultura occidental, le parecían dificultades, tropiezos ante el afán de poseer experiencias, sensaciones. Sin embargo era imperativo cumplir con todos los detalles del acto. Desde el saludo inicial, hasta el baño que las maikos, aprendices de geishas, proporcionaban a los clientes.

 

Ningún paso era ineludible, todo se convertía en ley. Bañado y perfumado, las maikos se retiran, y él queda abandonado en la habitación de papel. La tenue luz rosa intensifica los detalles del ambiente. Por fin llega la princesa del escaparate.

 

La ve atravesar bajo el alero de la pequeña puerta, ya no con su traje bordado de dragones y quimeras, si no con un kimono de tul claro. A estas alturas, en la posición de lector, uno no atina a descifrar sí es aquel Japón o son las palabras del maestro. Las maikos cubren el lecho del amor con un velo verde, y él se asume entre las alas de una mariposa gigante. Su musmé, ahora, lo invita al amor.

 

Ese ritual, donde se ha cuidado minuciosamente cada detalle, pareciera ser irrepetible. Sin embargo por aquel tálamo, antes de nuestro culto cronista, habían pasado príncipes, samuráis, comerciantes y marineros. Y la historia continuaría, porque aquel Japón, heroico y galante, rendía culto a sus cortesanas.

 

Cómo entenderíamos, nosotros, difamadores de la profesión más antigua de este mundo, que un hombre culto viera a su propia mujer, la de su casa, sin otra misión que la de perpetuar su raza. Servidora fiel del hogar. Hasta allí llegaba su camino. Del otro lado, más allá del abismo, el placer, la alegría, la locura, se encontraban en las ciudades sin noche. Dominados por la gracia y la belleza, por la elegancia y la cultura, de lo que no había en casa, los señores buscaban en el Yosiwara el elixir, la fuente de la juventud eterna.

 

De modo que en aquel país tan lejano, la mujer ha sido un objeto para el hombre. Una lo inmortalizó, lo engrandeció con su pequeñez, le sirvió y le mantuvo de pie la casa. La otra lo empequeñecía elevándolo como una hoja perdida en un vuelo ficticio que debía repetir con frecuencia para no morir en el absurdo de la vida.

 

No extraña lo que en Antropología: sexo y pereza del Japón Santiago Alba nos cuenta l texto aludido puede leerse aquí]. Extraña que el rol de la mujer en la vida del hombre japonés mude al de estimular la imaginación.

 

En la casa ya no se perpetúa la raza, cada vez hay menos niños. En los barrios, las musmés, son de pixeles y plástico. Ya no están esperando encerradas en sus lujosas jaulas, están en pantallas dentro de cabinas donde solo cabe el caballero y su imaginación. Pero en este mundo decadente esperar más sería plantar flores en el espacio.

 

El Yosiwara ya no es un barrio de supersticiones y leyendas, se acaba la pasión, se acaba el roce, en su lugar queda El infierno son los otros de un Jean-Paul Sartre que se materializa en un Japón incomprensible y perezoso.
***
1] Enrique Gómez Carrillo (Ciudad de Guatemala, 27 de febrero de 1873 – París, 29 de noviembre de 1927) fue crítico, escritor, periodista y diplomático. Su obra se inscribe en la corriente modernista y comprende alrededor de ochenta títulos; escritor conocido y aplaudido en especial en Francia, protagonizó a lo largo de su vida bohemia innumerables anécdotas aventureras y galantes.
——
* Escritor.

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