La era dorada

1.766

Una de las paradojas del Chile de hoy radica en que después de más de dos décadas del llamado “retorno a la democracia”, los sectores más reaccionarios del país se las hayan ingeniado para que todo siga igual, cuando no mejor, para sus negocios. Lo cierto es que la derecha chilena, sea como oposición o como gobierno no ha perdido, hasta aquí, la iniciativa. | ÁLVARO CUADRA.*

 

Durante cuatro gobiernos consecutivos lograron vetar cualquier cambio que pusiera en riesgo su posición de privilegio, minando la credibilidad de los políticos concertacionistas al punto de erigirse en alternativa presidencial.

 

Entre las fortalezas de este sector político debemos consignar la cultura oligárquica en que se desenvuelve todo en este país, desde la política a los negocios. Sumemos a esto la presencia hegemónica de sectores eclesiásticos, castrenses y financieros que actúan como verdaderos “poderes fácticos”.

 

No obstante su aparente fortaleza, la derecha adolece de no pocas contradicciones que, a ratos, le juegan en contra. Nuestra vieja derecha reconoce, a grandes rasgos, tres grandes corrientes que la conforman, a saber: el nacionalismo, el fundamentalismo católico y el liberalismo económico. En la actualidad, asistimos a las tensiones derivadas de la vehemente, y a ratos inescrupulosa, expansión financiera que contrasta con una derecha asentada en presupuestos morales ancestrales.

 

El gobierno del presidente Sebastián Piñera ha puesto de manifiesto ciertas fisuras en el tinglado político de nuestra derecha, grietas que responden a la contingencia, pero que se hunden en la misma heterogeneidad del sector social y político en que se afirma. Estas definiciones serán decisivas a la hora de encarar las próximas elecciones presidenciales, más todavía si consideramos la irrupción de un cierto “malestar ciudadano” que no advierte los presuntos beneficios del proceso modernizador neoliberal.
Hasta el presente, las respuestas ante las diversas demandas de distintos sectores sociales han sido más bien improvisados parches que no modifican el fondo de los problemas planteados.

 

Si bien la oposición concertacionista está disminuida y desprestigiada, no es menos cierto que la figura de la ex mandataria Michelle Bachelet se pasea como un fantasma que bien pudiera restituir un gobierno reformista, arrastrando a la derecha, una vez más, a su condición opositora. Todo esto en un contexto donde los movimientos sociales ya no son mera teoría sino una presencia en las calles y el concepto de “Asamblea Constituyente” ha dejado de ser un tabú político.

 

A todo esto se suma un mundo convulso en que el horizonte de una recesión global y de una conflagración de proporciones está dentro de lo posible. Se hace difícil pensar que “la Era Dorada” de la derecha, amparada en una constitución hecha a su medida, puede prolongarse indefinidamente durante el presente decenio.
——
* Semiólogo.
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Universidad de Artes y Ciencias (ARCIS), Chile.

También podría gustarte
1 comentario
  1. Antonio Casalduero Recuero dice

    Yo no sé por qué Álvaro Cuadra insiste con colocar a la derecha y a la Concertación en bandos diferentes, siendo que ambas facciones neoliberalistas se disputan el mismo botín, sea a zarpazos, dentelladas, combos, patadas, y hasta con escupos, cuya prenda sería ganar la administración del país para continuar profitando, ya sea haciendo vista gorda con la corrupción (concertación; ejemplo: Chiledeportes, MOP-Gate, autopistas, etc), ya sea repartiendo concesiones privadas para medio mundo sobre recursos naturales(derecha: un ejemplo actual, el litio) Hay que convencerse que ambas estás desgastadas, desprestigiadas, obsoletas, generan menos entusiasmo que una octogenaria con vestido colegial.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.