Nueva Mayoría chilena: perdiendo por autogoleada

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Eduardo Galeano decía que “el gol es el orgasmo del fútbol”. Por eso un autogol sería lo contrario: algo así como el espasmo más humillante, absurdo e imperdonable que se puede experimentar en una cancha. Llevado a la política, habría que considerar que el gobierno de la Nueva Mayoría ha sido el “gobierno de los autogoles”, y es probable que esta será la imagen que quedará de él.

Se hace muy difícil contabilizar el número de puntos que la propia coalición ha marcado en su propia valla. Son tantos que cuesta llevar esa contabilidad. Lo evidente es que, en esta última etapa, a medida que se van definiendo los proyectos de ley, y las reformas van entrado a su etapa definitoria, los goles en el propio arco se han multiplicado exponencialmente.

La metáfora del autogol parece ser el sino trágico de la Nueva Mayoría. Con una derecha inusualmente debilitada luego de su desastre electoral en 2014, todo parecía favorable a que Michelle Bachelet pudiera llevar adelante un programa de reformas posibles, acotadas, que podrían poner al país “al día” en materias fundamentales. El destape del caso Penta, las fracturas internas en la derecha, la superación del sistema binominal, auguraban un momento propicio a este objetivo. Pero nada de eso ocurrió.

Resultado de imagen para chile caso cavalEl caso Caval, orquestado como una trampa por la UDI, tal como se ha demostrado judicialmente, desmontó buena parte de esa estrategia, ya que obligó a la presidenta a apoyarse en el sector más conservador de la DC, con Jorge Burgos como ministro del Interior. Desde ese momento los autogoles empezaron a ser diseñados desde dentro de La Moneda, que se encargó de torpedear el proyecto de la nueva Constitución, impedir que la reforma tributaria alcanzara a recaudar lo esperado, anuló el programa de la nueva educación pública, boicoteó las propuestas para avanzar a una solución en el conflicto con el pueblo mapuche encaminadas por Francisco Huenchumilla, etc.

Pero no todos los autogoles se deben endosar a Burgos o a sus aliados, los Walker, Mariana Aylwin, Gutenberg Martínez y compañía. Algunos de los autogoles más burdos se deben a los propios aliados de la presidenta, que, compartiendo el programa y los objetivos políticos del período, han llevado el desorden político y legislativo a niveles disparatados.

Como autogol emblemático quedará la imagen de la votación del proyecto de “aborto por tres causales”, que no alcanzó los 3/5 del quorum requerido en la Cámara de Diputados no sólo por los votos en contra y la abstención de algunos democratacristianos, sino también por la inexcusable ausencia en sala de los diputados radicales José Pérez y Fernando Meza, formalmente partidarios de la iniciativa. El día anterior, 20 de julio, el proyecto había logrado superar en el Senado una compleja indicación interpuesta a última hora por Andrés Zaldívar, que sibilinamente buscaba boicotear el proyecto desde su raíz. Superada esa prueba, todo indicaba que el trámite en la Cámara sería expedito. Pero como ha ocurrido en múltiples otras ocasiones, la realidad supera a la ficción y los dos años y medio de trámite legislativo se fueron a pique por efecto del fuego amigo.

Ahora, luego de un tortuoso paso por la Comisión Mixta, el proyecto de ley llegará a morir al Tribunal Constitucional, producto de otro enorme autogol de la Nueva Mayoría. Recordemos que en agosto de 2015 la derecha instaló en esa instancia al abogado José Ignacio Vásquez, producto del desorden político de la Nueva Mayoría, que dividió sus votos entre distintos candidatos. De esa forma hoy la composición del TC se divide en seis integrantes ligados a la derecha y cuatro al oficialismo. Agustín Squella, el respetado académico, liberal de tomo y lomo, sintetiza muy bien lo que ha ocurrido:

“Sabemos también que el proyecto, una vez que sea despachado por el Congreso, irá al Tribunal Constitucional, esa instancia que la clase política transformó en una tercera cámara legislativa para intentar ganar lo que se pierde en las votaciones democráticas que tienen lugar en el Congreso Nacional. No hay ninguna reforma importante del gobierno actual que no haya ido a parar a ese tribunal por iniciativa de una derecha que no tuvo votos suficientes para detenerla antes, sin importarle para nada que, al hacerlo, desvalorizara la función legislativa y defraudara a la opinión mayoritaria del país.

Si parlamentarios de lado y lado han degradado la actividad política y tienen por el suelo el prestigio de su propio lugar de trabajo -el Congreso Nacional-, se las han arreglado también para distorsionar la figura del Tribunal Constitucional, con la complicidad de aquellos de sus integrantes que deben su presencia allí no precisamente a una probada trayectoria, conocimientos y prestigio en materias constitucionales, sino al descarado cuoteo que la derecha y la Concertación/Nueva Mayoría han hecho de la designación de cuatro integrantes de ese tribunal.

El cuoteo en tal sentido ha sido doble: cuando el Senado nombra algún integrante del TC, va de uno en uno -uno de Chile Vamos y luego uno de la Nueva Mayoría- y, como si fuera poco, ambas coaliciones tienen de antemano cuoteada la plaza que les corresponde ocupar: en un caso es para la UDI, en el siguiente para RN; en un caso es para la DC y en el próximo para el sector progresista de la centroizquierda… Y pensar que todavía hay ingenuos y marulleros que afirman que nuestra transición a una auténtica democracia terminó hace tiempo y que lo que el país necesita es solo crecimiento y no una nueva Constitución!”.(1)

Autogoles electorales

Si la agenda legislativa del gobierno se ha llenado de autogoles, el escenario electoral de los partidos se ve igual o en peor circunstancia. Estando Piñera acosado judicialmente, y constreñido por una tasa de rechazo altísima en las encuestas, la Nueva Mayoría parece decidida a facilitarle en todos los aspectos su triunfo en diciembre.

El caso más patético es el de la Democracia Cristiana, inmersa en un atolladero del que no podrá salir sin realizar un harakiri tormentoso. El espectáculo de la última Junta Nacional, que al aprobar la candidatura del cuestionado diputado Ricardo Rincón sepultó la candidatura presidencial de Carolina Goic, es la última escena en una tragicomedia de absurdos que terminará con una gran transacción: la DC bajará la candidatura de Goic a cambio que la Nueva Mayoría le incorpore a su lista parlamentaria. El precio final de esta transacción está todavía por definirse, pero no saldrá barata para nadie.

Y en el camino quedarán los discursos sobre principios, identidades y valores. Como afirmó el vicepresidente de la DC Sergio Espejo: “La Junta Nacional de la DC, la mayoría de sus dirigentes, no todos, dieron muestra de un anestesiamiento moral que marca una distancia que puede ser definitiva con los chilenos y las chilenas. La DC ha preferido una vez más traicionar a su candidato presidencial, lo hizo cuatro años atrás con Claudio Orrego, lo hizo hoy con Carolina Goic… Aquí la señal que hubo en la Junta es que todo se perdona si el acusado es un incumbente. La votación fue un llamado al individualismo, cada uno votó por su parcela individual, nada más”.

En el fondo lo que se observa es que, a los partidos, es decir, sus controladores o “dueños”, fundamentalmente los parlamentarios en ejercicio, no les interesa la elección presidencial porque la dan por perdida. Lo único que les preocupa es la elección parlamentaria, asumiendo que se acabó la Nueva Mayoría y que su sobrevivencia pasa por conservar la propia reelección.

El autogol, como  drama político

Era el 2 de julio de 1994, cuando transcurría el minuto 35 en el partido entre Colombia y Estados Unidos por el mundial de fútbol. El estadio Rose Bowl de Los Angeles miraba cómo el estadounidense John Harkes tiraba un centro a su compañero Earnie Stewart, intentado escapar de la marca del defensa colombiano Andrés Escobar. En esa jugada Escobar se lanzó a ras de piso y despejó el balón con el pie derecho, evadiendo a Stewart. Pero la mala fortuna quiso que el balón saliera directo contra el propio arco colombiano, ante la mirada de angustia de Escobar. Colombia quedó eliminada. Pocos días después, en un bar de Medellín, seis disparos acabaron con la vida de Andrés Escobar, a manos de unos sicarios que le recriminaron el autogol.

Sin el menor ánimo de justificar a esos sicarios, es evidente que es más fácil aceptar una derrota cuando se da ante adversarios superiores que aceptar una derrota producto de los propios errores. Por eso no es de extrañar que muchos van a querer emular políticamente a los asesinos de Andrés Escobar cuando termine este ciclo electoral. Y es posible augurar una despiadada purga al interior de los partidos de la Nueva Mayoría, y entre los partidos de esa coalición. Los cuchillos largos ya se están afilando, sólo falta el momento propicio para el crimen.

Una última observación. Los autogoles no son patrimonio de la Nueva Mayoría. Beatriz Sánchez, la candidata presidencial del Frente Amplio debería recordarlo, especialmente si un día se levanta izquierdista y al otro dice que el gobierno de Allende fue “totalitario”. Ni la subsiguiente petición de perdón logró despejar las dudas de esa frase, que recuerda que un simple recambio generacional no basta para dar un nuevo tipo de gobierno al país. Se necesita un proyecto coherente en sus ideas, en sus tácticas y en su estrategia. Sólo así lograremos repetir aquello que Roberto Matta definió en un mural de 1971 como “El primer gol del pueblo chileno”.

Nota

(1) “Un tribunal cuoteado” en El Mercurio, viernes 28 de julio de 2017.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 881, 4 de agosto 2017.

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