Óptica: el Che murió por tu valentía

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El aniversario de la muerte del Che Guevara resuena en todas partes del mundo; 45 años después la reputación del hombre que representa la lucha contra el imperialismo ha llegado a proporciones comparables a la de Jesucristo.
CHELLIS GLENDINNING.*

 

Su vida es recordada en museos; con estatuas, pinturas y películas; por proclamaciones como “La lucha que dejó Che Guevara, la vamos a concluir nosotros”; con un mercado subterráneo de reliquias auténticas y baratijas; con incontables mercancías que reproducen la imagen captada por Alberto Korda en llaveros, esquíes, botellas de cerveza, poleras, boinas, libretas, etc.

 

Alguien hasta podría preguntarse si el satélite Túpac Katari que va a remontar el vuelo con millones de bytes no exhibirá en el espacio la imagen célebre del guerrillero.

 

Dejando de lado cualquier controversia sobre la estrategia del Che en Bolivia, su atracción o rechazo por la URSS, su relación con Fidel o las razones por las que salió de Cuba, la duda permanece: después de 45 años ¿por qué es el médico/revolucionario argentino tan popular?

 

Algunos aspectos de su juventud son un misterio. Sí, hay amplias biografías bien investigadas y abundantes fotos del Che con sus padres, montando un poni, con su moto; pero todavía es difícil comprender cómo este joven de una familia de la clase media-alta llegó a ser el hombre que infatigablemente enfrentaba a la muerte. Pero hay un detalle conocido que resalta: su asma.

 

Una manera de sobrevivir a traumas insuperables es construir la personalidad del contrafóbico. Eso pasa cuando la persona ha sufrido tanto miedo que su experiencia no pasa normalmente a la memoria. En vez de eso, su psiquis excava y excava y una vez más excava el miedo maldito hasta que pueda incorporarlo desde la represión a la quietud.

 

Imagine el terror del chiquito Ernesto cuando a los dos  años y medio tuvo su primer ataque de asma y sin poder respirar jadeaba aferrándose a la vida. El contrafóbico busca la oportunidad de enfrentarse al terror para vencerlo. El problema es que eso no se puede lograr cuando la emoción inacabada se proyecta en la situación actual; tiene que volver a la experiencia original.

 

Un viajero por las cuestiones de la historia puede preguntarse: ¿no es sólo por su política, sino también por una dinámica personal que encontramos al comandante en la Sierra Maestra? ¿Y otra vez en la selva de la república del Congo? ¿Y con el Ejército Liberación Nacional en Ñancahuazú, siempre conquistando su sufrimiento con estoicismo desde los asaltos de su enfermedad hasta su último gritó “Dispare, va usted a matar a un hombre”?

 

Cualquiera sea la realidad de sus motivaciones, quizá sea por eso que el Che sobrevive para nosotros, no como el Cristo quien representa el Amor, sino como el santo del Coraje.

Y el coraje es una emoción muy necesaria en nuestro mundo.
——
* Sicóloga y escritora estadounidense.
Periodista invitada en www.lostiempos.com

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