Preocuparse u ocuparse en Chile: cambios en el gabinete presidencial

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Se sabía que venían los cambios, que algunos se iban a ir, que otros serían «enrocados» y que probablemente de aquel o aquella imperaría eso de si te he visto no me acuerdo —o acordaré—. Las renuncias, o dejar en libertad de acción para elegir entre lo que se hace y lo que se quiere hacer, es, al fin y al cabo, natural en las democracias electorales; no obstante, incluso en las mejores familias, siempre hay algo más y «de eso no se habla». | NICOLÁS GOMARRO.

 

En el mundo popular era la más importante noticia política no un discurso o una actividad precisamente política, la disparó «una quién» comparte el lecho —no el tálamo nupcial de los cuentos de hadas— con el senador socialista Fulvio Rossi.

 

Maite Orsini, ligada al mundillo del espectáculo tiene unos 20 o más años menos que el senador (Rossi, como lo saben todos en Chile, es uno de los grandes ideólogos del PS, autor de numerosas obras y de memorables intervenciones parlamentarias. ¿O es otro?) cuyo último acercamiento a los minutos de gloria de los medios periodísticos había sido cuando «confesó» que le hacía a la hierba de la buena.

 

El «cambalache»
Por otra rama —que la hierba no tiene ramas en ese sentido— corrió el martes por la mañana, empero, lo de la política real; el presidente dejó en libertad de acción a dos de sus ministros regalones, señores Allamand y Golborne (de Defensa y Obras Públicas, respectivamente) para que pudieran velar sus armas y tomar el pedregoso sendero a la candidatura presidencial que escribirá el nombre de su sucesor en el «sillón donde tanto se sufre» (metafóricamente el de O’Higgins).

 

La reacción más ¿interesante? correspondió al inefable mandamás del PC; el diputado Teillier, elegido con ayuda de la Concertación, dijo que el cambio de gabinete era un “cambalache interno” y no reforzaba la gestión del gobierno.

 

Lúcido, como de costumbre, señaló también:
“El gobierno y la derecha adelantan así la carrera presidencial pensando que tendrán tiempo para ganar esa elección, lo que ya a estas alturas no es posible por el avance y consolidación de la oposición”.
Dicen que los íntimos, entre broma y broma, se refieren a Guillermo Teillier como «la monja alemana».

 

Lo preocupante no es la salida de ambos ministros (y una ministra que quiere llegar al senado, su renuncia se espera para dentro de unos días); tampoco debe preocupar que Golborne sueñe con «poder convocar a una masa importante de ciudadanos que, como yo —dijo con la vieja sonrisa kolynosista—, han estado durante toda su vida mirando el servicio público y la política desde fuera».
Aunque a reglón seguido consideró «de tremenda importancia poder contar con el apoyo de los partidos políticos». Convencida la UDI, el principal partido de gobierno lo ungió «su» precandidato.

 

Andrés Allamand —apurado porque debía comprar una mascota hogareña— fue cauto: «Creo que la primaria es una gran oportunidad para poner por delante nuestro proyecto político y creo que la próxima elección presidencial va a ser muy competitiva», dijo.

 

Cauto quizá, pero certero mandó un flechazo que no de amor a su ex colega y hoy competidor: «Aquellos que crean que en la democracia chilena de hoy hay carreras corridas y que hay personas que tienen, antes de que empiece el partido, asegurado el resultado, cometen un gravísimo error», agregó.

 

Muchos entendieron que se trató de un mensaje no a Golborne, sino a doña Michelle Bachelet, la mamá oca de la política chilena (es fama que la oca es la madre de todas las madres en lo tocante a cuidar de sus polluelos, por eso el apodo a Bachelet —aunque muchos polluelos no contaron con su pecho cuando les llegó la hora del frío: léase comunidades mapuche o estudiantes).

 

En fin, lo que acaso deba ocupar a los chilenos
Lo que tal vez ocupe a los ciudadanos —pero no de inmediato, las cosas tienen tiempos de gestación— es el nombre del personero que reemplaza al precandidato Allamand en Defensa: el señor Hinzpeter, ex ministro del Interior (a su vez reemplazado por el primo del presidente y ex vocero de gobierno: señor Chadwick; el señor Chadwick fue uno de los más entusiastas «líderes», como se dice ahora, juveniles en bañar con agua de rosas al «tata» tirano, ladrón y asesino, pero reconozcamos que, por más que obviando la moral del fallecido capitán general, hizo una tenue mea culpa por sus convicciones de otra edad).

 

Volvamos a Hinzpeter. Alguna vez se trató con pocas contemplaciones de manera unánime a un dirigente gremial —que tampoco es de lo más simpático, convengamos— por trazar una suerte de símil entre la política adoptada por Interior, entonces cartera de Hinzpeter, para reprimir movimientos sociales y la conducta poco gloriosa de la fuerza armada israelí en Palestina. Para no mencionar maliciosa chismografía que sin prueba alguna suele vincularlo con las acciones de un aparato extranjero de espionaje y otras «gracias» activo en el Cono Sur.

 

En tiempos de paz el Ministerio de Defensa cumple importantes pero rutinarias tareas que, en un sentido amplio, sobrevuelan los hitos disciplinarios de las fuerzas armadas, anticipan necesidades logísticas y enlazan el uniforme con la política y el resto de la sociedad (eso de «sociedad civil» es un galimatías peligroso, la sociedad es una sola y civil que dispone de cuerpos armados).

 

Chile no vive tiempos de paz; si bien no parece transitar un rumbo de colisión con otros países, lo cierto es que —y por ahora dejemos en piadoso silencio las razones— tampoco es idílica la relación con dos de nuestros tres vecinos —y toda relación entre Estados contempla como una de las cartas en juego a su gente de armas—. La llegada del a veces belicoso abogado Hinzpeter a Defensa, considerando lo señalado y su insensibilidad social, podría ser preocupante, pero no ocupar de lleno; al fin y al cabo los asuntos internacionales los maneja Relaciones Exteriores y su cuerpo diplomático.

 

Lo que sí podría llegar a ocupar a la ciudadanía son los criterios del gobierno en materia de Defensa amplia; ya Allamand dio algunos pasos, miró algunas curvas simbólicas, quizá hasta tomó notas en torno del rol de las FFAA en casos de conmoción interna; y eso es grave porque ese rol no puede el ciudadano separarlo del hecho de que existen acuerdos —quizá convenios— con otras fuerzas armadas de gran voracidad territorial y curiosidad política. Acuerdos o convenios que se traducen en «ejercicios» fraternales con aquellas para actuar en casos de desastre ambiental y social.

 

En Chile ¿se puede decir con certeza que no hay actividades foráneas relacionadas con lo militar al interior de sus fronteras? ¿O sí? Al camarón que se duerme se lo lleva la corriente —o se lo comen los sapos.

 

La voz de los partidos, el PRO sacó la cara
El cambio de gabinete era algo cocinándose largo tiempo; sin embargo los partidos de oposición —salvo la simpática declaración del presidente del PC— tardan en el análisis para beneficio de la ciudadanía. Como otras veces el PRO está entre los primeros en decir algo siquiera Y lo hizo criticando el hecho:
“Este cambio de gabinete transparenta las futuras candidaturas presidenciales que puede llegar a postular la Alianza, sin embargo llama la atención la rotación de los ministros porque sólo da cuenta de lo descabezado que está el gobierno”, sostuvo Patricia Morales, presidenta de esa colectividad política.

 

Según una nota de prensa de los progresistas, el secretario general del Movimiento Progresista, Camilo Lagos, apuntó que no se estaba llevando a cabo una profunda modificación y comentó:
“Lamentamos que este gobierno se farree la posibilidad de enmendar el norte, de convocar un gabinete de transición que rescate a un gobierno que ya no tiene iniciativa política, que ya no tiene rumbo”.

 

Lagos también señaló:
“A la Alianza y a la Concertación les gusta repetirse el plato, y hacer enroques para que nada cambie —y optimista—: De todos modos, esperamos que esta vez el gobierno haga bien las cosas. Por el bien de todos los chilenos esperamos que el Gobierno rectifique su conducta en el año que le queda de gestión pública”.

 

Y con las futuras confrontaciones in mente señala el partido de Enríquez-Ominami:
“Ya era hora que Allamand y Golborne salieran de sus piscinas temperadas y dejaran de hacer campaña con recursos públicos. Ahora nos veremos en las calles y vamos a ver qué piensan del Chile de hoy, qué respuestas dan al país que exige cambios a gritos”.

 

Quizá los próximos días suban el tono y volumen de la música política. O seguirá el país no gozando la repetida farsa del sector más desprestigiado de la sociedad.

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