Réquiem por la Nueva Mayoría en Chile

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Cuando la junta nacional de la Democracia Cristiana votó a favor de llevar la candidatura presidencial de Carolina Goic directamente a primera vuelta electoral, buena parte de la asamblea no sabía lo que realmente estaba decidiendo. Por supuesto el núcleo duro, impulsor de esa tesis, era plenamente consciente del paso que se daba.Pero la militancia intermedia, enfervorizada por una propuesta que se vistió con el ropaje del chovinismo partidario, no estaba pensando desde una perspectiva estratégica y de largo plazo, sino desde las vísceras del amor a la bandera propia.

Lo cierto es que con esa votación fallecía ipso facto la actual coalición de gobierno, continuadora directa de la Concertación, fundada en 1988. Los partidarios de Carolina Goic argumentaron que su candidatura mejoraría la capacidad de negociación de ese partido en la definición de la plantilla parlamentaria. Y ese argumento entusiasmó a la base militante y a los potenciales candidatos. Pero no previeron que era un paso radical, de impredecibles consecuencias.

El Chile post Concertacion/Nueva Mayoría

Al día siguiente de este acontecimiento, el comando de Alejandro Guillier comenzó a descifrar un crucigrama muy complicado. En primer lugar, deberá resolver a corto plazo el nombre de la coalición o movimiento político que le apoya. Este es un asunto inesperado, porque todos daban por sentado que él sería el candidato de la Nueva Mayoría. Pero esta denominación ya no se puede utilizar ya que uno de los socios de ese pacto levantó candidatura propia y el Servel impugnaría el uso de esa denominación.

En segundo lugar, tuvo que resolver cómo inscribir legalmente su candidatura, ya que al no poder participar en primarias legales se le cerró la posibilidad de ser proclamado por los partidos que lo apoyan, por no ser militante. Sus alternativas eran dos: o se inscribía en uno de esos partidos, o se desplegaba para reunir las firmas necesarias para participar como independiente. Optó por esta segunda opción, lo que parece ser una buena decisión, electoralmente hablando. Pero por otra parte este escenario ha debilitado aún más a los partidos de la Nueva Mayoría, que han quedado reducidos al rol de fuerza auxiliar en la candidatura de un independiente.

En tercer lugar, Guillier tuvo que empezar a pensar el asunto de las listas parlamentarias, que le exigirá demostrar que no sólo es un líder de opinión, sino un líder político. El tema parlamentario es el verdadero núcleo de las desavenencias, y punto que no parece posible de resolver sin que una de las partes llegue a poner una pistola sobre la mesa. La DC, previendo un escenario de fuerza, quiso abrir el fuego primero, pero disparó muy anticipadamente, y con un cañonazo tan grande que ha destrozado la mesa de negociaciones. Ahora, habiendo cruzado el Rubicón de la candidatura propia, sin quererlo ni desearlo ha quemado su propio poder negociador. Si Goic marcara un 8 o un 10% en las encuestas, el chantaje podría operar. Pero no con una candidata que marca un 2%. 

Esto ha despertado el apetito de los demás partidos de la Nueva Mayoría, que oliendo sangre se han dado cuenta de las inéditas posibilidades que ha abierto la decisión democratacristiana. Como ha señalado el ex intendente Francisco Huenchumilla el “camino propio” de la Democracia Cristiana podría transformarse en su verdadero hara kiri político. La Democracia Cristiana, a pesar de varias excepciones individuales que le honran, ha acumulado en estos cuatro años demasiadas deslealtades y traiciones a la presidenta Bachelet y al programa prometido. No le será fácil presentarse como portadora del estandarte de la coherencia y la dignidad política en un contexto de desafección y crítica generalizada.

En lo inmediato surgen interrogantes evidentes: la candidatura de Carolina Goic generará una inevitable polarización con sus antiguos socios de coalición y con la candidatura del Frente Amplio. ¿Este factor impediría un entendimiento en una segunda vuelta electoral, que imposibilite el apoyo al candidato que enfrente en esa instancia a la derecha? Otra pregunta abierta: ¿si la DC anticipa un resultado catastrófico a nivel parlamentario al concurrir en solitario, se arrojará al cuello de la derecha para salvarse? ¿O volverá cabizbaja a pedir el rescate a sus ofendidos compañeros de la extinta Nueva Mayoría? ¿Qué precio le pedirán para hacerle tan gran favor? ¿Ejercerá el laguismo el rol de puente de plata para salvar a la DC? ¿O el guillerismo aprovechará la ocasión para darle el tiro de gracia al partido de la flecha roja?

El nuevo campo gravitacional de la política chilena

Resultado de imagen para Nueva Mayoría en ChileEste inesperado terremoto es el resultado de movimientos tectónicos muy profundos, que van más allá de los fenómenos inmediatos que estamos contemplando. En el fondo, lo que ha ocurrido, sin que lo podamos ver todavía en plenitud, es que ha cambiado el campo gravitacional de la política chilena. Un campo gravitatorio es un conjunto de fuerzas que condicionan a los agentes que se ven influidos por ellas. En la política, tal como ocurre en la física, existen fuerzas invisibles que determinan lo que puede ser posible y lo que no: entre otras fuerzas, el modelo electoral. En un sistema binominal, la fuerza gravitatoria dominante es centrípeta, y obliga a los que quieren triunfar a alinearse en dos bloques.

Pero ahora estamos entrando en un nuevo sistema semiproporcional que incentiva fuerzas centrífugas, ya que un tercer actor o bloque político tiene altas posibilidades matemáticas de tener viabilidad. ¿Cuál será ese tercer actor? No se sabe, y por eso, hasta que el nuevo sistema se consolide, la tercera posición estará en disputa.

Otro factor que cambió el campo gravitatorio es el fenómeno de la híper abstención, que imposibilita calcular y prever científicamente los resultados electorales. Bajo el binominalismo, con los antiguos distritos y circunscripciones, y con el voto obligatorio, era muy fácil establecer patrones y anticipar resultados. Pero ahora los expertos electorales lo tienen muy difícil, porque sus bases de datos quedaron obsoletas, sus cálculos se ven inciertos, las previsiones geográficas se hacen dudosas. Este factor también explica en parte el paso en falso dado por la DC.

Una tercera fuerza gravitatoria que ha cambiado es el factor dinero. Por supuesto las diferencias en acceso a recursos siguen siendo abismantes, pero en menor medida que antes de la crisis del financiamiento de la política, abierta por los casos Penta y SQM. Al introducirse un financiamiento público, y reducirse las aberrantes formas de financiamiento ilegal, las asimetrías parecen menores. Evidentemente las grandes empresas y los grandes partidos van a encontrar nuevos subterfugios para hacer llegar dinero a los candidatos de su conveniencia. Pero lo tienen mucho más difícil, y entre el empresariado hay cierto miedo de aparecer financiando la política, porque los costos de imagen y financieros no son menores.

Esta nueva cosmología política exige actuar con apertura de mente y aceptar que en este momento impera la teoría de la relatividad. Los concertacionistas endémicos, como Ricardo Lagos, no percibieron el cambio en estas fuerzas gravitatorias y siguieron pensando la política chilena desde la geometría plana euclidiana. En ese marco, sólo existían dos dimensiones: nosotros y ellos, derecha e Izquierda, donde cada campo poseía sólidos “dueños” que monopolizaban la representatividad. Pero eso ya no es así. Ahora la política chilena se debe analizar desde la geometría hiperbólica y elíptica, con planos inclinados, y curvaturas no homogéneas en el tiempo y el espacio. Por eso todo lo sólido se empieza a desvanecer en esta nueva liquidez electoral.

Las posibilidades del Frente Amplio

Resultado de imagen para Frente Amplio ChileEste cuadro puede ser muy ventajoso para el Frente Amplio, que se estrenará en las lides electorales en noviembre. Sin embargo, a pesar de ser un escenario que abre oportunidades, tampoco se debe pecar de optimismo ingenuo. En primer lugar, porque para triunfar este nuevo bloque debe mirar con atención quien es y quienes son sus adversarios. Más del 90% de los alcaldes, concejales, diputados y senadores militan hoy en las fuerzas tradicionales. Los medios de comunicación siguen pensando y actuando bajo la geometría plana euclidiana y binominal. Las redes de financiamiento lícito e ilícito siguen existiendo y no les van a beneficiar. Movilizar el llamado voto nuevo, es decir, a los abstencionistas, no es tarea fácil e incluso puede ser imposible.

De allí que el Frente Amplio debería atemperar la justa alegría que ha alcanzado al inscribir sus primarias legales. Este triunfo, que le posibilitará además acceder a una franja electoral gratuita en la televisión abierta, y recursos para elegir sus candidatos presidenciales y al Congreso, tiene enorme valor. Pero no es bueno confundir meter un gol con ganar un partido. La disputa es larga y el triunfalismo puede ser interpretado fácilmente como arrogancia. Para vencer se necesita mucha voluntad, pero pensar que todo se soluciona con voluntarismo es miope y cortoplacista. El Frente tiene enemigos poderosos y la amplitud de su programa y su proyecto todavía es más un deseo que una realidad.Resultado de imagen para Frente Amplio Chile

En síntesis, estamos entrando en un campo gravitacional distinto que no posibilita hacer previsiones certeras. Puede ser que los agentes políticos se reacomoden en nuevas constelaciones, siendo más o menos los mismos de siempre. O puede ser que nuevas constelaciones comiencen a orbitar, movidas por fuerzas estructurales que les permitan su existencia. Esta es la apuesta del Frente Amplio, pero sólo en diciembre tendremos certeza de que esta intuición es cierta.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 875, 12 de mayo 2017.

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