¿Tiene un cigarrito?

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Todos los dias a las 10 de la mañana se ve una escena bien curiosa en el centro de Ottawa. Es el momento en que  un numero de empleados  en camino a  la extinción  salen de las oficinas  y se paran  a la intemperie en frente de sus edificios  sin importarles la nieve, la lluvia,  el viento frígido del  polo norte  o el calor sofocante del  verano. Nada los detiene…  ¿Por que  se exponen a  este sacrificio?

Porque  son los últimos sobrevivientes  del ataque final en contra del  infame vicio nicotínico que triunfalmente ha sido desalojado de todos los espacios laborales y de los servicios  públicos y privados.  Encienden un cigarrito,  lo aspiran y  lo expiran  dejando que  el placer perniciosamente sublime  recorra  todo su ser.  Habito peligroso. Hombres y mujeres  unidos, mas que por el pecado, por el desdén  y el rechazo que la buena gente siente por ellos. Se juntan  para compartir el viaje  nicotínico y un poco de  comprensión y otro poco de amistad. Desconocidos se unen con otros desconocidos. Pequeñas camarillas temporarias surgen.  Tribus moviéndose  en espacios  en peligro de extinción. Señales con  “Prohibido fumar”  crecen por todos lados como  la maleza .

Antitabaco

¿Qué ha pasado para que el cigarro haya caído tan bajo?  Después de todo, su origen  fue divino.  Según los Mayas  el tabaco  es el regalo de  los Dioses,  una de  las  pocas  señales seguras de su existencia y preocupación por los seres humanos.  El tabaco  gracias a sus poderes sobrenaturales coloca al maya  en un estado inusual.  Se sienta  delante del  sacerdote con su pipa  de piedra o greda  llena de hojas que enciende con el fuego del templo. Aspira  el humo hasta la profundidad de su cuerpo,  lo sostiene ahí por unos pocos segundos llenando cada hueco y  órgano de su ser.  Lo expira lentamente  observándolo ascender hacia las nubes y el sol.  Aspira y expira una y otra vez  con el ritmo  de una silenciosa encantación.  Esto no es solo fumar.  Es una oración  y el humo que abandona el cuerpo  es su emisario.  En  un instante esta aquí y en el otro  desaparece al ser aspirado por los dioses. Es la evidencia  de que ellos  aceptan  los ruegos del maya y que los consideraran . Es todo lo que  el pobre  humano puede esperar.

 

Otras tribus de la época  empleaban bebidas alcohólicas o  plantas alucinógenas  confundiendo  la borrachera con un trance espiritual. No este maya.  El estado que  el peyote o el alcohol provocan es demasiado inusual.  Atonta tanto  que ni siquiera se puede recordar el nombre de la divinidad o lo que se le abía solicitado. No  con el tabaco. Pequeños cambios fisiológicos, pero nada dramático.  Los vasos sanguíneos mas pequeños se contraen, pero no mucho. Los mas grandes se expanden, pero solo un poquito.  La temperatura de la piel baja, los procesos digestivos  disminuyen,  el pulso se acelera,  pero  mínimamente. La mayor atención y concentración o las respuestas de los dioses  a las oraciones  que todo esto provoca puede que sea  una pura ilusión.  O puede que no.  El asunto es que no hace ninguna diferencia. Una ilusión que no puede  ser desmentida  se parece a la verdad. Si los dioses no responden hoy, no importa,   hay suficiente tabaco para mañana.

 

cigarrillo2El tabaco es un espíritu libre. No tiene amo y tal vez ni siquiera dioses.  Nada lo controla. La encarnación de un capricho, la materia de un sueño que se cuela en Europa  en una de las carabelas de Colon para  colonizar  el mundo, a pesar de la Inquisición.  En el siglo XVI   el viejo mundo empieza a transformar el tabaco en un estilo de vida.  Mientras mas se fumaba mas razones  se inventaban para seguir fumando.  Cocteau  decía que  el  poderoso encanto  del paquete de cigarrillos, la ceremonia de sacar uno, encenderlo y la  nube que penetra al fumador ha conquistado el mundo. En el siglo XX la magia del cigarrillo se  encuentra por todos lados. No hay lugar, por exótico y distinto que sea, que no haya sido cautivado por su  peligrosa atracción.  Para Annie Leclerc el cigarro es la oración de nuestro tiempo. Permite abrir un paréntesis en  nuestra experiencia cuotidiana, un espacio y un tiempo  de concentración  que alienta un sentimiento de trascendencia…   un ligero atisbo  al infinito. Para otros, como Theodore de Banville , el valor del cigarro no esta en su utilidad,  sino en su futilidad. Es su inoperancia la  que asegura  su atractivo estético y su  placer sublime.  El cigarro por el cigarro.   Mas que un acto,  un mero gesto.   Es este obscuro y peligroso disfrute  el  que la centuria celebro  y el modernismo  cultivo en la cultura popular, la prosa, la poesía,  el cine , la pintura y la novela.  Su significación  en la imaginación social es lo que  hoy estamos a punto de olvidar.

 

Hoy día el cigarro esta maldito.   Su mera mención despierta furiosas reacciones negativas.  No es que  sea inocente.  Es malo,  igual que todas las otras drogas. Es mortal para la salud. Nada nuevo aquí. Sus efectos nocivos son conocidos desde el momento que se introdujo en Europa en el siglo XVI.  En el siglo XIX  supimos que el alcaloide de la nicotina  en su forma pura  mata instantáneamente  a las ratas.  En el ser humano  corroe  lentamente los órganos internos. El fumador sabe,  o por lo menos intuye,  que cada bocanada lo  acerca al borde del abismo.  Pero, siendo el cigarro sublime, siendo un placer negativo, los argumentos basados en razones de salud o utilidad no van muy lejos. La relación del fumador y la planta del tabaco esta en otro plano. Una simbiosis  que pone en juego una nueva experiencia.  Una combinación perfecta  con el centro cerebral del placer. Una consumación mutua.

 

El asalto al  fumar en los últimos años  se puede ver  como el presagio del retorno de la censura, del  puritanismo  que siempre  busca restringir el placer.  Este es un habito que produce miedo y fuertes  impulsos represivos. Su valor  ahora pasa a ser determinado exclusivamente por sus efectos nocivos. La salud  se transforma en el criterio superior  de todo lo que es bueno y bello.  El riesgo de fumar, que es lo que lo hace sublime,  es un precio demasiado alto  para permitir  su practica.  Hay que eliminar el riesgo .  ¿Realmente?…   Si alguien  cree que la salud es un estado libre de la enfermedad,  entonces  solo  lograra ese  estado al morir.   La vida  es riesgo  y siempre  estamos eligiendo con que riesgos vamos a vivir.

 

cigarrillo1No es extraño  que la obsesión por la salud  sea un elemento dominante en el actual discurso norteamericano… ¿Por qué el cigarro y no la emisión del dióxido  de carbono  que amenaza, no al individuo,  sino al futuro   de la especie humana?  La hipocresía del discurso  del biopoder  es obvia .  Desvía la atención  de las prácticas depredatorias de la  política y la economía, distorsiona  la comprensión  de nuestra constitución biológica,  de la relación  entre vida y sobrevivencia y  de la libertad social.

 

El uso de las drogas  que alteran la mente es  una constante en la historia humana. Tal vez la  matriz  de la  que emergen la fantasía y los dioses .  No hay razón para pensar que puedan o deban ser eliminadas.  A lo mejor  son necesarias para la sobrevivencia de la especie.  La gente de las diez de la mañana  no  desaparecerá. Seguirá acumulando tantas colillas como razones para seguir fumando.  Para empezar el día, para beber un café, para pensar acerca de algo , para iniciar una conversación, para  sonar,  par pasar el tiempo.  El cigarrillo tiene su propio secreto. Siempre existirán  esos para quienes el fumar seguirá  siendo  cautivante   de una manera  indefinible.  Quizás  no  la nicotina,  sino el encanto del humo  que se libera de la pesadez  de la materia.  Una pequeña nube  ascendiendo como un espíritu sin cadenas …  ¿No será esto lo que les permite  a la gente de las diez de la mañana soportar la censura social  y la falta de simpatía  de los servicios de salud?

 

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