Se ha dicho que si España es la madre patria de nuestro continente indo-afro-hispanoamericano, no es menos cierto que Francia ha sido una suerte de tía abuela. Como se sabe, París constituyó la Ville Lumière, verdadera capital de la prehistoria moderna y modelo obligado de las incipientes burguesías latinoamericanas. La segunda mitad del siglo XIX testimonia la proximidad de la cultura francesa en nuestra arquitectura, en nuestras letras, en las ideas e instituciones republicanas, en fin, en el imaginario histórico y social que constituyó nuestros países.| ÁLVARO CUADRA.*
Las grandes ideas de la cultura burguesa de Francia encontraron tierra fértil entre nosotros. Nociones tan centrales como la idea misma del “bourgeois”, en el orden tecno-económico, o el “citoyen” como sujeto político, e incluso la concepción misma de individuo (Moi). La cultura francesa fue el original que ha sido traducido como “modernidad oligárquica” en tierras americanas. Una cultura y una institucionalidad que se encuentra mixturada todavía como impronta de nuestras culturas y de nuestras instituciones.
En el presente, Francia y su lengua aparece más bien como una referencia nostálgica o un esnobismo, algo que circula entre intelectuales, cine arte, nombre de perfumes, acaso como exótico nombre de algún motel o cabaret. América Latina, hoy, está inmersa en la “zona dólar” y habla spanglish. Las nuevas burguesías de nuestro continente ya no peregrinan a París ni se educan en la Sorbona. En la actualidad viajan a Chicago —la ciudad de Al Capone— y se convierten en fríos “businessman”.
La llamada “mass culture”, delimita hoy los contornos del imaginario latinoamericano.Las nuevas elites políticas han olvidado hace mucho aquellas viejas palabras que inspiraron a sus ancestros: “Liberté” “Fraternité” “Égalité”.
La misma Francia se ha convertido en una carta postal asediada por una grave crisis económica de la Eurozona que pierde presencia internacional ante la arremetida económica y tecnológica de países del lejano oriente. Hasta la francofonía va cediendo el lugar que alguna vez ocupó frente al inglés como nuevo “trade language” de un mundo global.
Y sin embargo, detrás de esa plebeya sociedad de consumidores que es la Francia actual late agazapado más de un tesoro que a esta altura debiera ser considerado “patrimonio de la humanidad” y que no debe ser confundido con mera “décadence”: siglos de pensamiento, arte y cultura.
La mundialización hace extemporánea, desde luego, cualquier idea euro centrista. No obstante, es conveniente saludar —cada 14 Juillet— a los parientes. Especialmente cuando se trata de una «glamorosa» tía abuela a la que hemos olvidado por tanto tiempo: noblesse oblige.
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* Semiólogo.
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Universidad de Artes y Ciencias (ARCIS), Chile.
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