¿Necesita Joe Biden una guerra para no perder las elecciones?

El magnicidio de J. F. Kennedy tuvo como daño colateral el nacimiento de un sistema político tutelado por el “Poder en la sombra”, quedando desde entonces como rehenes todos lo sucesivos presidentes electos de Estados Unidos, según la confesión realizada por el primer ministro israelí Ariel Sharon al entonces ministro de Exteriores, Shimon Peres, en octubre de 2001: “Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses los saben”, teniendo como fuente la radio israelí “Kol Israel”, sirviéndose de lobbys de presión entre los que descollaría la American Israel Public Affairs Committee (AIPAC).

El actual sistema dominante o establishment estadounidense utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para anular los ideales del individuo primigenio y transformarlo en un ser acrítico, miedoso y conformista que pasará a engrosar ineludiblemente las filas de una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas, teniendo como pilar de su sistema político la sucesiva alternancia en el Poder del Partido Demócrata y del Republicano (ambos fagocitados por el lobby judío), siendo Joe Biden el nuevo tapado de la AIPAC.

Así, la sorpresiva victoria de Donald Trump ante Hillary Clinton, en 2016, representó para Israel “perder una valiosa amiga para ganar un amigo mejor”, Donald Trump, quien instauró el puzzle inconexo de un caos que finalizó con la victoria del candidato demócrata Joe Biden, quien en 2007 afirmó: “yo soy un sionista. No se necesita ser judío para ser un sionista”.

Irán, la bestia negra de Israel

En 1978, Zbigniew Brzezinski, declaró en un discurso: «Un arco de crisis se extiende a lo largo de las costas del Océano Índico, con frágiles estructuras sociales y políticas en una región de importancia vital para nosotros que amenaza con fragmentarse y Turquía e Irán, los dos estados más poderosos del flanco Sur son potencialmente vulnerables a los conflictos étnicos internos y si se desestabilizara uno de los dos, los problemas de la región se harían incontrolables», esbozo de una teoría que terminó de dibujar en su libro El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos (1997), considerada la Biblia geoestratégica de la Casa Blanca así como el libro de cabecera de las sucesivas generaciones de geoestrategas y politólogos.

Irán adquirió una dimensión de potencia regional gracias a la política errática de Estados Unidos en Iraq, (fruto de la miopía política de la Administración Bush obsesionada con el «Eje del Mal») al eliminar a sus rivales ideológicos, los radicales talibanes suníes y a Sadam Husein con el subsiguiente vacío de poder en la zona, por lo que reafirmó su derecho inalienable a la nuclearización.

Sin embargo, tras la elección de Hasan Rowhani como nuevo presidente de Irán, en 2012, se abrió un escenario nuevo y una oportunidad para la resolución del contencioso nuclear EU-Israel-Irán pues un posible bloqueo del estrecho de Ormuz (por el que pasa un tercio del tráfico energético mundial) podría agravar la recesión económica mundial y debilitar profundamente todo el sistema político internacional, lo que obligaría a EU a reconsiderar el papel de Irán como potencia regional y posible árbitro en la contienda siria.

Sin embargo, tras la aprobación por el Congreso y Senado de EU de una declaración preparada por el senador republicano Lindsey Graham y el demócrata Robert Menéndez que señala con rotundidad que “si Israel se ve obligado a defenderse y emprender una acción (contra Irán), EU estará a su lado para apoyarlo de forma militar y diplomáticamente”, estaríamos asistiendo al aumento de la presión del lobby proisraelí de EU (AIPAC) para proceder a la desestabilización de Irán por métodos expeditivos.

Así, el Senado de EU renovó de forma unánime hasta 2026 la Ley de Sanciones contra Irán (ISA por sus siglas en inglés) y tras el lanzamiento de un nuevo misil balístico por Irán, Trump incrementó las sanciones contra varias empresas iraníes relacionadas con los misiles balísticos sin violar el Acuerdo Nuclear firmado entre el G+5 e Irán en 2015 , conocido como Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA por sus siglas en inglés) , acuerdo que la Administración Trump abandonó.

Dicho abandono tuvo como efecto colateral el estrangulamiento de las exportaciones del crudo iraní y su entrada en la órbita de influencia de China así como un incremento de su enriquecimiento de uranio al 60 por ciento por lo que Israel habría movido sus piezas del Mosad para, mediante atentados mediáticos y selectivos, desestabilizar el régimen del líder supremo, ayatolá Alí Khamenei al tiempo que habría sellado alianzas con Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí para conformar una entente contra Irán pues Bennett considera a Irán “el mayor exportador de terror y de violación de los Derechos mundo en el mundo al tiempo que sigue enriqueciendo uranio y se acerca peligrosamente a la obtención de una bomba nuclear”.

¿Necesita Biden una guerra?

Respecto a EU, tras el desgaste de Biden tras el fiasco de Afganistán, la agudización de la pandemia sanitaria y la posible entrada en recesión de la economía el año venidero, no sería descartable el triunfo republicano en las elecciones intermedias del 2022 que anticiparían un retorno triunfal de Trump en las elecciones presidenciales de 2024 y de lo que sería paradigma el reciente triunfo republicano en el Estado de Virginia.

Ello, unido al desafío creciente a la hegemonía estadounidense que representa el coloso chino, podría forzar a Joe Biden a servirse de un inicial ataque sorpresa de Israel a Irán para iniciar una nueva Guerra en Oriente Medio con el doble objetivo de secar las fuentes energéticas de China y de diluir el estigma de la división en la sociedad norteamericana.

Así, dado que las reservas estratégica de EU están en máximos y la industria del shale (obtención de combustible por fracturación de la roca) estadounidense en franca bancarrota, no sería descartable que asistamos a un enfrentamiento bélico de la entente EU-Israel contra Irán para provocar una nueva crisis del petróleo que haga elevar hasta límites estratosféricos el precio del crudo y así lograr la asfixia energética de China dentro de la estrategia brzezinskiniana de lograr la total rusodependencia energética china para en una fase posterior acabar enfrentándolas entre sí y finalmente someterlas e implementar el nuevo orden mundial bajo la égida anglo-judío-estadounidense.

Tras los fiascos de Siria, Libia e Irak, Irán sería el nuevo cebo del plan anglo-judío del maquiavélico plan esbozado por la alianza anglo-judía en 1960 para atraer tanto a Rusia como a China y provocar un gran conflicto regional que marcará el devenir de la zona en los próximos años y que sería un nuevo episodio local que se enmarcaría en el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría EU-Rusia.

Según un informe del portal Veterans Today, “Israel estaría trasladando armas de defensa aérea, artillería de largo alcance, helicópteros y aviones de combate F-15 a Erbil, capital del Kurdistán iraquí para una guerra más amplia contra Irán”e iniciar un conflicto que involucrará a las tres superpotencias (EU, China y Rusia) contando como colabores necesarios a las potencias regionales (Israel, Siria, Egipto, Jordania, Arabia Saudí e Irán), abarcando el espacio geográfico que se extiende desde el arco mediterráneo (Libia, Siria y Líbano) hasta Yemen y Somalia y teniendo a Irak como epicentro y rememorando la Guerra de Vietnam con Lindon B. Johnson (1963-1969).

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