Costa Rica: el plan en marcha

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Néstor Francia*

La primera vez que predijimos el plan que aplicaría el imperialismo en el caso de Honduras fue el 29 de junio, un día después del golpe. Plantearemos ahora cómo los resultados de las reuniones de Costa Rica el día de ayer no son sino una nueva fase en el desarrollo de ese plan.

No fue, entonces, una profecía mágica, por supuesto, sino una deducción extraída de las primeras declaraciones de Hillary Clinton y de la experiencia histórica. Los voceros del imperio casi nunca se expresan al desgaire, todo responde a estrategias muy bien diseñadas.

Antes recordaremos lo que dijimos en el análisis de aquel día de junio: “El apoyo al golpe por parte del imperio no puede darse de manera inmediata ni abierta, las circunstancias internacionales actuales no lo permiten, ni el proyecto de imagen que se le ha creado a Barack Obama. De allí las declaraciones ambiguas de sus voceros, incluyendo al presidente. Las tibias condenas del imperialismo, que no incluyen por ningún lado las palabras “golpe de Estado”, apenas pueden esconder el fondo de su plan, que se devela en la siguiente declaración de Hillary Clinton:

‘Instamos a todas las partes en Honduras a respetar el orden constitucional y el estado de derecho, para reafirmar su vocación democrática y comprometernos nosotros mismos a resolver las disputas políticas en forma pacífica y a través del diálogo’”.

 Para la diplomacia hipócrita del imperio, en Honduras no se estarían enfrentando unos golpistas descarados con un gobierno democrático, sino unas “partes” de un conflicto que deberían emprender un “diálogo” para resolver las “disputas políticas” ¿Cuál es el plan? Ir dando largas el asunto, tratar poco a poco de minar las posiciones más radicales del continente, someterse a la política de los “hechos consumados”, promover instancias de “diálogo” que en realidad les darían beligerancia y legitimarían a los golpistas, para terminar con algún tipo de acuerdo bendecido internacionalmente y, finalmente, torcer la voluntad del pueblo hondureño y llegar a una solución de compromiso que detenga la marcha de ese pueblo hacia la independencia y hacia la democracia participativa y protagónica.

Al mantener sus posiciones ambiguas, el imperio ha ayudado a que el tiempo pase y se establezca, como de hecho se está haciendo, que hay dos “partes” de un conflicto llamadas a negociar.

El nombramiento de Oscar Arias como mediador es un freno a las posiciones contundentes del ALBA, un cambio de la actitud firme ante los golpistas por una más bien blandengue y permisiva en la práctica. Arias, el agente costarricense para el desarrollo del plan gringo, ha dicho ayer algo muy significativo en el sentido de lo que estamos señalando: “Los argumentos de ambos lados son muy convincentes”.

Así pues, no sólo se les ha dado ya beligerancia y reconocimiento a los golpistas, no como los usurpadores que son, sino como uno de los “lados” del “conflicto”, sino que se le ha concedido valor a sus argumentos. Es un replanteamiento del problema que debilita sin duda la posición de Zelaya. El plan avanza como si hubiese sido montado con instrumentos de precisión. Al establecerse una “mesa de negociación”, el tema principal, que es la restitución del hilo constitucional y la reinstalación inmediata y sin condiciones de Zelaya en la presidencia, entra en un punto muerto, en un limbo.

Todo se está preparando para la coronación de lo planificado: terminar con algún tipo de acuerdo bendecido internacionalmente y, finalmente, torcer la voluntad del pueblo hondureño y llegar a una solución de compromiso que detenga la marcha de ese pueblo hacia la independencia y hacia la democracia participativa y protagónica.

El 29 de junio afirmábamos también lo siguiente: “Frente a este plan macabro encabezado por Barack Obama, solo queda sostener el tono de condena inconfundible que expresan las declaraciones de la Unión Europea, de la Presidencia de la Asamblea General de la ONU, del ALBA, de MERCOSUR, de UNASUR, de la SICA, del Grupo de Río y otras instancias internacionales, y sobre todo mantener las posiciones radicales de los gobiernos latinoamericanos de izquierda de no permitir, ni ahora ni nunca, ningún reconocimiento ni beligerancia a los golpistas, así como profundizar su aislamiento, para ahogarlos en el río de la lucha del pueblo hondureño y de la solidaridad internacional”.

 Pero la posición del ALBA ahora no es fácil, pues Zelaya es parte del juego imperial, voluntariamente o no. Y él es reconocido como el presidente de Honduras, de manera que es difícil ahora “sacarle la alfombra”

¿Qué se debe hacer?

Pareciera necesario encontrar la manera diplomática de seguir respaldando a Zelaya y al mismo tiempo denunciar la inconsecuencia del imperio y de Oscar Arias con los acuerdos inconfundibles de los organismos internacionales, sin aparecer, al mismo tiempo, como extremistas enemigos del diálogo y de la paz. Porque la derecha mundial y sus medios están listos para disparar esa matriz apenas asomemos la cabeza.

Al ALBA le ayudaría un viraje en la posición de Zelaya, una radicalización, una ruptura del plan imperialista acompañada de una denuncia clara y contundente de ese plan. Eso, por supuesto, complicaría la situación

¿Y acaso es esto negativo? ¿No se trata en todo caso de un conflicto antagónico entre el imperio y las oligarquías, por un lado, y los pueblos por el otro?

A estas alturas, todas las esperanzas parecen concentrarse cada vez más en la resistencia del pueblo hondureño encabezada por el Frente Nacional de Resistencia y la izquierda revolucionaria. De hecho, siguen las acciones de calle y las trancas de carreteras. Hay que desechar las ilusiones y prepararse para apoyar sin cortapisas al pueblo hondureño en su heroica resistencia. Pero para ello hay que empezar a separar la paja del grano, esclarecer las posiciones y recuperar la iniciativa política para los revolucionarios del continente.

* Analista político.
 

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