Alarcón: La emigración fue siempre parte esencial de la nación cubana

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Ricardo Alarcón de Quesada*

Debo comenzar evocando a Carlos Muñiz Varela y a Eulalio Negrín, mártires que aun claman por justicia.  Sus asesinos  nunca fueron castigados y han disfrutado de la protección de sucesivos gobiernos de Estados Unidos, durante más de treinta años.

Desde que fue electo presidente el señor  Barack Obama  recibió una comunicación oficial de quien era gobernador de Puerto Rico solicitándole la publicación de los documentos que sobre el asesinato de Carlos oculta el FBI. La carta de Aníbal Acevedo no ha sido respondida. Como no han tenido respuesta las demandas de la sociedad puertorriqueña para que sean juzgados los que troncharon la vida de Santiago Mari Pesquera y cometieron otros crímenes en la isla hermana.

Por salvar vidas y tratar de evitar fechorías terroristas, guardan, sin embargo, injusta y cruel prisión Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort y Rene González Sehwerert. El presidente Obama puede liberarlos y tiene la obligación moral de hacerlo, inmediatamente y sin condiciones,   lo  que le reclaman desde todos los rincones del planeta. También esta obligado a poner fin, de una vez por todas, a la impunidad que sus antecesores dieron y él hasta ahora extiende, a Luis Posada Carriles, Orlando Bosch y al resto de la mafia terrorista que tanto dolor y sufrimiento han causado a nuestro pueblo y a otros pueblos,  incluyendo el norteamericano.

Liberar a los héroes y encerrar a los criminales son pasos absolutamente necesarios para quien intenta aparecer como iniciador de un “nuevo comienzo”  en las relaciones con Cuba. La retórica y los buenos modales no bastan para ocultar los hechos que prueban que poco ha cambiado el Imperio en el último año.

Ustedes saben que la guerra económica que se le  hace a la Patria y a todos los que habitan este archipiélago se mantiene exactamente igual que en el pasado. Tampoco ha habido cambio alguno en la pretensión de imponer a Cuba el régimen político y el tipo de sociedad que con torpe arrogancia deciden en Washington, ni en la colosal campaña de mentiras y distorsión de la propaganda anticubana a la que Estados Unidos ha dedicado y dedica más recursos que todos  los entregados a su hipócrita ayuda al desarrollo de otros países.

No olvidemos lo que reconocieron hace medio siglo y consta en documentos oficiales ya desclasificados. El propósito de esa guerra económica era castigar al pueblo cubano por apoyar a Fidel Castro causándole “hambre y sufrimientos” lo que constituye el reconocimiento explícito del carácter genocida de esa política. El genocidio más prolongado de la historia

Contra Cuba el Imperio  ha usado sobre todo el engaño y la falsificación de la realidad. Así ha sido desde la independencia de las Trece Colonias a lo largo de más de dos siglos en los que los gobernantes norteamericanos, de cualquier partido o facción, se han negado a reconocer que Cuba es una nación independiente, no es una posesión norteamericana y jamás lo será.

Este año muchos países hermanos celebran el bicentenario del inicio de sus movimientos emancipadores. Cuba y Puerto Rico fueron apartadas de ese proceso pese al empeño generoso de Bolívar. La lucha nuestra fue más larga y también más cruenta y azarosa. Tuvimos que enfrentar no sólo a España, que aquí concentró un ejercito superior y mas numeroso que el antes desplegado en todo el continente, sino también la hostilidad de Estados Unidos que apoyó activamente a los colonialistas, reprimió con saña a la emigración patriótica y conspiró en lo oscuro para frustrar la noble hazaña de nuestro pueblo. “Apoderarse de Cuba”  era   “el secreto de su política” nos advirtió temprano Carlos Manuel de Céspedes.

Antes que brotase en el campo de batalla la nación cubana Washington fomentaba y organizaba un fuerte movimiento anexionista, sustentado en la poderosa sacarocracia  esclavista que ejerció perniciosa influencia en la emigración antes de que surgiera el liderazgo de José Martí. Los anexionistas conspiraron contra el Padre de la Patria y  urdieron su vergonzosa e injusta deposición que condujo a la terrible derrota del Zanjón, amargo final de la guerra más prolongada, sangrienta y desigual ocurrida nunca en este continente.

La  emigración ha sido siempre parte esencial de la nación cubana y de su afanosa búsqueda de la independencia y la justicia. De ella nos vino la prédica incesante de Varela y el primer periódico cubano; a ella, para organizarla y dirigirla envió la República en Armas a Francisco Vicente Aguilera, su noble y sacrificado Vicepresidente; la  recorrieron Gómez, Maceo, Martí y otros incansables luchadores y fue de su seno que el Apóstol formó el partido único de los patriotas cubanos; a ella volvieron a marchar, una y otra vez , los perseguidos y los que carecían de esperanza en la república neocolonizada; muchos  desde allá supieron continuar como los combatientes que fueron a defender la República Española, tan numerosos que formaron el batallón Antonio Guiteras dentro de la  Brigada Abraham Lincoln; a los emigrados acudió Fidel y encontró también solidaridad y apoyo. Esa solidaridad sigue dando hermosos testimonios como el documento de apoyo a la petición de nuestros Cinco Héroes presentado al Tribunal Supremo de Estados Unidos por un grupo de  eminentes académicos cubanoamericanos.

Este año se cumplirán cincuenta del asesinato en Caracas del compañero Andrés Coba Casas coordinador del Movimiento 26 de julio, una de las primeras víctimas de la represión betancurista, patriota ejemplar, humilde trabajador y esforzado guía de la muy numerosa emigración cubana en Venezuela que tanto contribuyó a la lucha contra la dictadura de Batista. Para él nuestro homenaje.

Si la Patria ha sobrevivido, si hemos sido capaces de resistir, si pese a todo, avanzamos, es, en primer lugar por la voluntad patriótica de nuestro pueblo. Patriotismo ha habido y hay,  y mucho, en esta isla y en la emigración.

Uno de los crímenes más aborrecibles cometidos por el Imperio ha sido el de  convertir a los emigrados en rehenes y usar a algunos como instrumentos de una guerra concebida para liquidar a su propia nación.

No hace falta recordar los hechos que todos conocen. Pero sí tengo que decir que la Revolución tenia el deber de defenderse frente a una agresión que provenía del exterior y empleando como regla a individuos que habían nacido en la isla.

Sin renunciar jamás a esa inexcusable obligación  hemos ido abriendo espacios  de acercamiento y diálogo  y avanzamos con pie firme hacia la plena y total normalización de los vínculos, entre todos los cubanos.

Este encuentro que ahora concluye será vigoroso impulso al empeño común.  Ustedes han  venido de todos los Continentes. Hemos  discutido fraternalmente que más hacer para que Cuba sea siempre mejor y más cercana a todos ustedes. Les agradecemos su participación en esta fructífera reunión.

Adondequiera que vayan con ustedes irá Cuba. La Patria vivirá siempre, en cualquier lugar donde haya un patriota dispuesto a vivir y morir por ella.

*Palabras de clausura del encuentro de cubanos residentes en el exterior

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