La ventaja final de Wilson, de apenas 2.000 votos, fue evolucionando a lo largo de los días. Harrell comenzó el escrutinio con más de 8.000 votos de ventaja; pero conforme se incorporaban las papeletas enviadas por correo —donde prima el voto joven y de izquierdas—, la balanza empezó a inclinarse de forma constante a favor de Wilson.Definida a sí misma como “socialista democrática” —igual que Mamdani— cuenta con un largo historial de activismo en torno a la política fiscal. La victoria de Wilson reconfigura ostensiblemente el equilibrio interno de un ecosistema político históricamente alineado con el Partido Demócrata. La derrota de Harrell, el alcalde que buscaba la reelección, evidencia la profundidad del giro político en la ciudad.
“Nos enfrentábamos a un poderoso político en funciones que iba a ganar la reelección sin problemas”, declaró Wilson, de 43 años, durante su primer discurso después de la victoria. “Nos enfrentábamos a una inyección de dinero por parte de los grupos de mecenas corporativos sin precedentes en la historia de Seattle”, dijo Wilson tras afirmar que sus seguidores “construyeron un movimiento popular basado en la esperanza por el futuro de la ciudad. Y ganamos”.
Wilson, obtuvo un estrecho margen de victoria, con solo 2.000 votos de diferencia sobre su adversario, en lo que se ha convertido en la elección más reñida en la historia de las alcaldías en Estados Unidos.
Una victoria postergada
El 4 de noviembre, mismo día en el que Zohran Mamdani se alzó con la alcaldía de Nueva York, Seattle —una de las ciudades más progresistas de Estados Unidos, el núcleo urbano más grande del estado de Washington, en el noroeste del país— también votó. El escrutinio, no obstante, se alargó más de una semana, debido al peso del voto por correo y a la igualdad entre los dos principales candidatos.
En un conteo enormemente ajustado, la elección ha terminado por otorgar la alcaldía a Katie Wilson, una figura con clara orientación progresista.
Defensa de los trabajadores
Inquilina y cofundadora del Transit Rider Union, una organización dedicada a la defensa de los trabajadores que usan los transportes públicos de la ciudad de Seatte, Wilson ha sido protagonista en buena parte de las campañas por la mejora de los transportes y por el aumento de los salarios de los trabajadores de los autobuses allí. También se involucró en campañas en defensa del sector de loa vivienda.
El discurso de Katie Wilson, como el de Mamdani, se ha centrado en el auge del coste de vida en Seattle y en la tímida intervención del gobierno demócrata de Harrell en el mercado de la vivienda. Paradójicamente, su identificación pública como socialista democrática —antaño un valor electoralmente repudiable— parece haber sido determinante, arrastrada en cierta medida por el “Efecto Mamdani”.
Wilson accede a la alcaldía respaldada por una coalición progresista robusta, pero el Consejo Municipal presenta una composición dividida ideológicamente, lo que obligará a pactos constantes, cálculos finos y negociaciones que con toda seguridad dificultarán la agenda redistribucionista y socialdemócrata de la nueva alcaldesa. Pero el significado político, de la mano con la victoria de Mamdani, es innegable.
El voto joven urbano de las ciudades históricamente demócratas en Estados Unidos parecen inclinarse hacia la izquierda… Y eso es un revulsivo municipal con proyección nacional. Harrell, pese a su positiva imagen en la ciudad, no ha logrado contener la ola progresista. Tampoco pudo Cuomo en Nueva York.
¿Irán por la Casa Blanca?
Aunque aún queda tiempo para las presidenciales de 2028 y el aparato tradicional del Partido Demócrata conserva margen de maniobra, las tendencias estadísticas y demoscópicas apuntan a un fortalecimiento sostenido de la izquierda democática. El Democratic Socialists of America (DSA), con un discurso centrado en la redistribución, la justicia climática y los derechos laborales, ha logrado conectar con una generación marcada por la precariedad, la deuda estudiantil y la crisis ambiental.
Más allá de figuras tan visibles como Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez o Zohran Mamdani, el DSA ha demostrado una notable capacidad para formar y proyectar nuevos liderazgos locales, y Katie Wilson es ejemplo de esta misma dinámica.
En 1982 nació el Democratic Socialists of America (DSA), fruto de la fusión del DSOC de Michael Harrington y el New American Movement, que coincidían en su lectura de la política estadounidense. Dado el sistema electoral estadounidense, planteaban que el socialismo y, en general, la izquierda, solo podría sobrevivir actuando dentro del Partido Demócrata y disputando su orientación interna. Durante las décadas siguientes, el DSA se consolidó como una fuerza municipal persistente, aunque aún sin influencia real a escala nacional.
Quizá el punto de inflexión llegó con Bernie Sanders. Sus campañas de 2016 y 2020 colocaron por primera vez en décadas una agenda socialdemócrata en el centro del debate nacional. Aunque no obtuvo la nominación, abrió una grieta en el consenso liberal-demócrata y dio una nueva legitimidad al
Socialismo Democrático. Desde entonces, el DSA ha crecido entre jóvenes urbanos precarizados, conectando con algunas de las principales contradicciones del capitalismo estadounidense “realmente existente”, en particular en lo referido al sistema de acceso a la vivienda.
No cabe duda que la victoria de Donald Trump en 2024 profundizó la crisis del Partido Demócrata y el agotamiento del centrismo se ha vuelto evidente. El “mal menor” anti Trump ya no moviliza ni a las bases ni a los independientes, y la insistencia en la moderación solo ha agravado la desafección. Es en esa grieta donde emerge la izquierda democrática.
* Socióloga estadounidense, profesora universitaria, colaboradora del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la). Desde Washington
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