Chile, una derecha tuerta

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Álvaro Cuadra.*

Las “fisiologías” constituyeron un género literario en el París del siglo XIX. Los periodistas de la época intentaban caracterizar los tipos sociales que circulaban por aquella ciudad, convertida en la época en la capital de la modernidad. Un género de ensayo liviano, puramente impresionista, no exento de humor que nos ha legado una deliciosa imagen de aquella sociedad. De algún modo, nuestro costumbrismo hizo lo suyo en nuestras letras, aportando páginas tan certeras como descarnadas.

Ahora que la derecha ha llegado al gobierno por primera vez en más de medio siglo, no es ocioso intentar caracterizar, aunque sea muy someramente, los tipos sociales y políticos que componen el conglomerado gobernante. Lo primero que salta a la vista es una tríada de figuras que responden a tres tradiciones distintas y que llamaremos “momios”, “fachos” y “emprendedores”.

El momio tiene un apellido, en su estado más puro es proclive a la UDI. Es un personaje “valórico”, término equívoco que mezcla los valores tenidos por éticos con los valores pecuniarios. El “momio” habita, normalmente, en el derecho y en la religión (católica, apostólica, romana), invariablemente  en sus facciones más conservadoras,

Su "dress code" incluye dockers en los varones y falditas escocesas en las damas. Su hábitat natural es el barrio oriente de la capital, pero se le encuentra también en numerosas comunas pobres haciendo una suerte de filantropía populista que los justifica moralmente y les da dividendos políticos innegables.

El facho es, definitivamente otra cosa. Su pasado lo condena, fue adherente irrestricto de Pinochet y lo sigue siendo, a pesar de todo. No sólo justifica todas las tropelías conocidas sino también las desconocidas. Pasó o tiene parientes o amigos entre los uniformados y, en secreto, gusta de escuchar marchas militares.

Como buen nostálgico tiene fotos y chapitas de su prócer y, cada vez que se da la ocasión, deja caer sus comentarios y pareceres en un cocktail o reunión familiar, sin que nadie lo tome muy en serio a esta altura, pensado que se pasó de copas.

Por último está el emprendedor, que a diferencia del “momio” carece de una prosapia significativa. Un verdadero emprendedor es más hijo del “mediopelismo” que rico-de-cuna, en suma, un advenedizo.

Se distancia del “facho”, porque siempre le ha interesado más la economía que la política y su vida se asemeja más a una sosa comedia americana que a un documental del Tercer Reich. Se trata, en rigor, de un personaje al que le-ha-ido-bien-en-la vida, y por lo mismo ha acumulado muchos millones de dólares,

Si el “momio” es valórico, un “emprendedor” es, definitivamente, “no valórico”, una forma discreta de decir que se aproxima más a la figura del “roteque con plata”, pícaro o sinvergüenza. Todos lo piensan, muchos lo saben, pero muy pocos se atreverían a decírselo en su cara.

Finalmente, si bien nuestra derecha sigue desplegando el fasto y el glamour de los privilegiados, lo cierto es que la historia y la proximidad de los medios la ha convertido en un pálido remedo de sus abuelos.

Carente del espesor de sus antepasados la derecha actual es una suerte de pastiche, un remedo inane de un discurso fundacional. Sin ninguna visión histórica digna de tal nombre, desprovista de toda grandeza que vaya más allá de sus mezquinos intereses, la derecha actual sigue caminando torpemente con las muletas heredadas del dictador Augusto Pinochet.

Y, sin embargo, esta derecha tuerta y pequeña ha logrado seducir a las masas aspiracionales, convirtiéndose en gobierno, pues como reza el adagio, en el país de los ciegos…

* Doctor en semiología, Universidad de La Sorbona, Francia. Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados, Universidad ARCIS, Chile.

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