Argentina 2010: Entre la figura excluyente de Kirchner, Tinelli y las drogas

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Juan Guahán*

No quedan dudas que, desde el 2003, Néstor Kirchner ha sido el protagonista más importante de la realidad política argentina. Su muerte, el 27 de octubre, agigantó esa presencia hasta el punto que su esposa, la Presidenta Cristina Fernández -muchas veces- habla de Néstor Kirchner como “Él”.

Esta especie de glorificación da cuenta del valor que sus seguidores le asignan a su memoria y se alimenta con los sentimientos desplegados en sus funerales.
Este fenómeno ha hecho que Cristina tenga una fuerza y perspectiva política díficil de imaginar en los meses anteriores. Pero también ha significado importantes cambios al interior del manejo del Estado y de la vida partidaria pendientes de la sociedad política de Néstor y Cristina. Ellos tomaban las grandes decisiones.

El manejo firme y seguimiento minucioso de Néstor aseguraba lealtades y facilitaba la eficacia en la gestión de Cristina. Ahora, todo ello quedó en manos de la Presidenta y la nueva situación demanda ajustes. En este sentido, superado el natural duelo de las primeras semanas, ya se pueden observar algunos cambios. Ellos tienen un común denominador, tratar de recuperar la intimidad de las decisiones con los más próximos.

Ellos son, Máximo Kirchner –el hijo de la Presidenta- y los colaboradores de los largos años de experiencia en la gobernación santacruceña (Héctor Icazuriaga, Jefe de la SIDE; Carlos Zanini, Secretario Legal y Técnico de la Presidencia; Julio de Vido, Ministro de Planificación). Máximo incorpora a jóvenes militantes del grupo conocido como “La Cámpora”; los amigos y colaboradores santacruceños ocuparán los cargos de gestión o aportarán los nombres para esos lugares.

Desde el punto de vista de la gestión, estos son los criterios que guía los pasos actuales de la Presidenta.
Dadas las dificultades para mantener el “control” que tenía Néstor, la Presidenta está optando por un camino más expeditivo. Ante la duda comienza a ocupar los lugares claves con personas de su confianza, en el marco de los criterios señalados.

Aníbal Fernández, actual Jefe de Gabinete, ha sido el primer damnificado. En pocos días su posibilidad de gestionar todo lo vinculado a seguridad (Policía Federal, Prefectura, Gendarmería, Policía Seguridad Aeroportuaria) y justicia ha quedado reducido al rol efectivo de manejar el Programa “Fútbol para todos”, lo cual también habrá que ver como queda al momento del inicio del torneo. Los cambios introducidos son importantes y en sectores claves. Ahora habrá que ver cómo reaccionan las respectivas corporaciones.

La Presidenta, de hecho, ha reconocido lo que plantean la mayor parte de las encuestas –al menos en las grandes ciudades- al reconocer como principales problemas, para la opinión pública, la inseguridad y la inflación. Respecto al tema de seguridad, la recientemente designada Ministra del área ha dicho que “existe sensación de inseguridad y también inseguridad”.

En cuanto a la inflación, la cuestión es más compleja aún. Por diferentes razones no parece que el “blanqueo” de la información sobre los datos reales sea inmediata. De todas maneras el gobierno ha comenzado ese lento camino con la llegada de los técnicos del FMI que “colaborarían” con el INDEC para elaborar un nuevo sistema.

Es común que en estos días previos a las fiestas se exhiban, de un modo ostensible, las tendencias principales de lo acontecido durante todo el año. Esto vale para las buenas noticias y también para las otras. Es opor ello que el gobierno vivió estos días con alegrías y preocupaciones.
Entre las primeras se destacan los datos macroeconómicos que ratifican la continuidad de este crecimiento constante que han llevado a que la economía haya aumentado casi un 70% durante la gestión kirchnerista.

La droga, el “cáncer” de muchas de nuestras sociedades, sigue escalando en su incidencia sobre la vida cotidiana, particularmente en el mentado tema de la inseguridad. En este año dos países americanos tuvieron a este problema en el centro de su agenda. En Méjico se llevó 13 mil vidas (36 asesinatos diarios). Solo en ciudad Juárez en la mera frontera con Estados Unidos fueron 3 mil los muertos motivados en este fenómeno. Estados Unidos y Méjico discuten qué Ejércitos deben tomar el problema como propio.

En Brasil, Lula –antes de irse- está tratando de “limpiar” Río de Janeiro, sede de futuras Olimpíadas y de un Mundial de Fútbol. Todos pudimos ver por TV como el Ejército, al tomar la colina de alguna favela, colocaba la bandera brasileña como símbolo de la recuperación estatal. Según la Universidad de Río de Janeiro –si no cambian las condiciones- se estima que unos 33 mil jóvenes de esa ciudad morirán producto de enfrentamientos con la policía o entre ellos, antes de 2013.

Los datos, de toda América Latina, indican que mientras –en 1980- había 12 asesinatos cada 100 mil habitantes, esa cifra hoy trepa a más del doble.

Si tenemos presente las advertencias del poder mundial sobre la necesidad de “parar el crecimiento poblacional” no se puede dejar de pensar que alguna mente perversa haya imaginado contribuir a ese objetivo, golpeando a los sectores menos protegidos (jóvenes pobres, negros, indígenas) en una especie de “limpieza social”. Muchos de ellos iniciaron su camino enredados en las redes de las drogas y terminaron en el crimen. En el medio acumulando beneficios y poder, las mafias -no pocas veces- amparadas por sectores del aparato estatal.

*Analista de questiondigital.com
 

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