Malparida

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No tienes corazón, no tienes sentimientos, // No tienes religión, no tienes miramientos // No te queda pasión, tan solo sufrimiento. // Y eres mala muy mala, la reina de la mentira, // y eres mala muy mala, te llamas la malparida”

Terminó Malparida, la ficción de mayor impacto televisivo en Argentina durante el 2010, que Adrián Suar —a través de Polka— puso al aire en 175 capítulos. Es posible que este comentario no existiría si el Registro Civil de la Ciudad de La Plata (capital de la Provincia de Buenos Aires) no hubiera informado que el nombre inscripto más veces en ese Registro, durante el último semestre del años pasado, fue Renata. 

Renata es el nombre de la protagonista de esta serie. Los versos iniciales, con música de “Juanes”, ilustran sobre las características de este personaje. La pregunta que admite complejas respuestas gira en torno al ¿porqué? tantos  padres eligieron el nombre de Renata para darle identidad, de por vida, a sus hijas.

Sabemos del impacto popular que tienen las heroínas de las telenovelas. Nos consta que allí y en las antiguas radio novelas está el origen de gran parte de los nombres de las personas con las que compartimos nuestras actividades y vida cotidianas. Lo que no tiene muchos antecedentes que igual suerte tengan los nombres de las villanas.

El personaje Renata, una villana-heroína, no obstante acumular 7 muertes en su haber no despierta desprecio o rechazo, sino que –por lo visto- acumuló “comprensión” o “simpatías” a lo largo del desarrollo de la serie. Tal vez una de las claves de ello la encontremos en la explicación que nos da la actriz Selva Aleman -que le pusiera el cuerpo al personaje a “Gracia”, una especie de bruja- cuando sostuvo que “Veinte o treinta años atrás no hubiera tenido esta misma aceptación (…) aunque otro condimento está dado por el acostumbramiento”.

Podemos agregar que se trata de un “acostumbramiento” a que “vale todo” en el camino de alcanzar los objetivos que cada uno se propone y que -por otra parte- “la vida no vale nada”, esa expresión tan común en la jerga “tumbera” y que ahora se está trasladando a la vida cotidiana. 

Imitar a la generación de las “bellas, débiles y tontas” parece haberse trastocado –en la pantalla televisiva- en igual tarea respecto a las “bellas, cínicas y manipuladoras”. Es posible que las necesidades de la sobrevivencia en medio de un fuerte individualismo le dé una explicación. Pero…mejor no hacer comparaciones con la vida rea!!

Juan Guahán

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