«Siempre fuimos y siempre seremos un país AAA» (sic)

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 Cuando el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, pronunció estas palabras un sudor frío corrió por la espalda de quienes tuvimos el dolor de conocer los trágicos tiempos de la actividad criminal de la AAA (“Triple A”), en la década de los 70. Está claro que una cosa no tiene que ver con la otra, pero no podíamos sustraernos a ese recuerdo, sobre todo porque más de una vez se escucharon comentarios que vinculaban al gobierno norteamericano con la creación de aquella terrorífica organización. 
En realidad Obama estaba haciendo referencia a un hecho inédito. Hablaba de lo que había dicho una de las “calificadoras de riesgo”. Es decir, una de esas entidades a las que los sectores financieros les dieron la facultad de dar su “irrefutable opinión” sobre el grado de credibilidad de la economía de cada país. Pues bien esa entidad, que tantas veces había “tirado a la lona” a nuestros países, había rebajado la calificación de la economía norteamericana. La bajó de “AAA” (máxima credibilidad) al nivel de “AA+”. Es posible que esa calificación haya sido el detonante de las nerviosas bajas de los mercados y bolsas de valores del pasado “lunes negro”. Es obvio que la causa real no está allí, sino en el callejón sin salida en el que parece encontrarse toda la economía de los países centrales. 
De todas maneras la bravuconada del débil Presidente norteamericano a casi nadie le cayó bien. La economía norteamericana siguió mostrando la desnudez de sus debilidadades a la vista de cuantos quisieran observarla. 
Ahora –prácticamente- a nadie le quedan dudas que la economía de los países centrales está perdiendo fuerza y tiene a la vista un período de recesión. Algo parecido -un poco peor- a lo vivido en 2008. Las razones de esta perspectiva, que puede parecer un tanto pesismista, se encuentran en un hecho evidente. En el 2008 la crisis giraba en torno al sistema financiero y los Estados tenían la suficiente solvencia para volcar recursos a ese mismo sector contribuyendo a “salvarlo”. Hoy, en cambio, la insolvencia está en los propios Estados de esos países centrales, ellos están endeudados más allá de sus capacidades, tal como se hizo evidente en estos días en el caso de los Estados Unidos.
En 1989, la caída del “Muro de Berlin” puso fin a la experiencia comunista sostenida por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ahora da la impresión que el “Muro” se está cayendo para el otro lado. El “Muro” que comienza a derrumbarse es el que sostiene esta realidad que tenemos a la vista. La misma que el Secretario General de las Naciones Unidas describía diciendo que si el mundo fuese un pueblo donde habitan 1000 personas, 150 serían ricas, 70 intermedias y 780 pobres. Que habría 220 personas analfabetas, dos tercios de los cuales son mujeres. Además recordaba que esos 150 ricos estarían acaparando el 86% de los recursos producidos en el mundo, generando la más injusta distribución de la riqueza que se tenga memoria.

 

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