Después de dos décadas perdidas, Japón se está deslizando

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En los años 80, Japón era el dragón del mundo. Toda nueva tecnología – automóviles, aparatos, cámaras, equipamiento médico y nuevos sistemas de gestión – venía de Japón. Luego el país empezó a aflojar el ritmo y básicamente se durmió. No obstante, sus niveles de producción y sus reservas financieras eran lo suficientemente altos para que el declino a nivel global no afectara demasiado al ciudadano medio.

Aunque Sony fue substituida por Apple y es ahora China la que tiene la imagen del dragón, habiendo sobrepasado a Japón como la segunda mayor economía del mundo, la calidad de vida del ciudadano japonés es ciertamente mejor que la de la de la mayoría de los demás países.

Ahora sus ciudadanos se están tomando consciencia sobre el hecho de que los logros sociales no pueden ser datos adquiridos si la economía no crece. La tasa de desempleo en Japón es menor de 6%, una figura irrisoria para una perspectiva Europea, pero sin precedentes en ese país.

En el pasado, un puesto en una empresa significaba un empleo de por vida, pero ya no está más garantizado, como tampoco la posibilidad para los jóvenes de encontrar trabajo inmediatamente después de acabar la escuela o la universidad.

El yen ha precipitado en relación al Euro, de 163.65 en 2010, para 97.7 en la actualidad. Las exportaciones son cada vez más difíciles. Japón es un país sin recursos naturales, debiendo importar todas las materias primas. Aún así, consiguió resolver el problema de la falta de fósiles, carbón y petróleo, convirtiéndose en el productor mundial de energía nuclear.

La producción de carros es el sobreviviente más probable de la inevitable consolidación mundial de la industria del automóvil. Del millón de robots existentes en el mundo, cerca de 400.000 están en Japón.

Japón sigue siendo un modelo de calles inmaculadas, orden, disciplina y de un fuerte sentido cívico, donde la combinación de Sintoísmo (basado en la naturaleza), Budismo (basado en los logros individuales del hombre) y Confucionismo (basado en los logros sociales) han creado un raro equilibrio entre naturaleza, hombre y sociedad, desconocido en cualquier otro país del mundo.

Está más allá del objetivo de este artículo el análisis de cómo la historia, bajo una línea ininterrumpida de emperadores, puede explicar las diferencias profundas con China, que ha sido para Japón lo que Grecia fue para Roma. No obstante, es importante decir que desde la modernización del país, como reacción a la llegada de la flota norteamericana dirigida por el Almirante Matthew Perry en 1853, la historia política de Japón es probablemente la más mediocre de siempre.

Después de la victoriosa guerra contra Rusia en 1904, que colocó a Japón en pié de igualdad con otros países, los círculos militares japoneses consiguieron imponerse y empezar una serie de conflictos que acabaron en Hiroshima y Nagasaki.

Por presión del General Douglas MacArthur, comandante de las fuerzas de ocupación que tomaron las riendas de Japón desde 1945 a 1953, la democracia fue introducida con derecho de voto a mujeres, y desde entonces un número de elecciones transparentes han sido llevadas a cabo. Pero el Partido Liberal Democrático (PLD), que ha gobernado el país prácticamente sin interrupción desde la Segunda Guerra Mundial, se ha convertido cada vez más en una máquina política autorreferencial y los otros partidos políticos no han conseguido crear alternativas dinámicas.

Hoy en día, lo que es nuevo y perturbador es una nueva ola de nacionalismo que ha creado una confrontación con China completamente desnecesaria, sobre un pequeño grupo de islas, las Senkaku (o Diayu para China).

Tres ciudades importantes – Tokio, Nagoya y Osaka – son gobernadas por líderes nacionalistas, el alcalde de Osaka está organizando un nuevo partido nacionalista y el líder del PLD, Shinzo Abe es un nacionalista extremo. Pero hay una clara y creciente desconexión entre los políticos y los ciudadanos. Aunque esta es una tendencia global, en Japón es muy evidente.

Japón es un país acostumbrado a vivir con terremotos y tsunamis. El gran terremoto que azotó Kobe en 1995 causando 5.100 muertos, fue aclamado por el mundo como ejemplo de poder de recuperación y solidaridad social japonesa. La reconstrucción empezó de inmediato, con un vasto esfuerzo colectivo y voluntario que recuperó la ciudad rápidamente. Pero el terremoto más reciente, en marzo del 2011 y los tsunami que le acompañaron, han creado un desafío sin precedentes. Más de 650 kilómetros de costa en el nordeste del país fueron devastados y cerca de 20.000 personas murieron. El costo estimado del daño son 200.000 millones de dólares, pero los costos de reconstrucción no son todavía claros. Basta decir que solamente el Proyecto Escombros del Distrito de Ishinomaki, uno de los muchos de la costa, tiene un presupuesto de 244.000 millones de dólares para remover y reciclar seis millones de toneladas de escombros sólo en su pequeña área.

Una visita al proyecto, con un escenario de automóviles destruidos, troncos de árboles y montañas y montañas de escombros más allá de lo que alcanza la vista, deja al visitante con la súbita conciencia de que podemos destruir el medio ambiente, pero no podemos controlarlo.

Una visita a la zona también nos da un claro sentido de cómo el liderazgo político, aunque funciona a nivel local, se ha convertido en algo completamente insuficiente a nivel nacional.

En uno de los muchos asentamientos provisorios auto gestionados de 400 familias desplazadas por el tsunami, sus líderes se quejan que 18 meses después del desastre todavía no han sido visitados por ningún representante del gobierno nacional, aparte las cinco visitas fugaces del Primer Ministro Yoshihiko Noda. El gobierno todavía debe decidir qué áreas son seguras y dónde no se debe permitir que las personas desplazadas puedan regresar y comenzar la reconstrucción. La costa está prácticamente vacía, aparte de la remoción de escombros. Para gente acostumbrada a recibir directivas y a implementarlas de manera impecable, esta falta de orden ha dejado a muchos inactivos y amargados.

Unido a este declino de las instituciones políticas, el sector privado se está poniendo perezoso y una población que está envejeciendo a una velocidad sin paralelos. Como en cualquier otra sociedad integrada y homogénea, la inmigración no es fomentada. En su tiempo libre, los estudiantes chinos trabajan en empleos que los japoneses no quieren, pero una vez acabados sus estudios, no se pueden quedar. China está llena de historias sobre «los perezosos japoneses».

Japón ha caído al puesto nº 25 en el Índex más reciente de Innovación Global de las Naciones Unidas, bajando de los primeros 20 lugares por primera vez desde el comienzo del índex en 2007. Los gigantes de electrónica japonesa de los años 80 ya no están apareciendo con ninguna innovación significativa.

No se están tomando riesgos. En 2011, se ha corroborado que miembros de fondos de capital riesgo (empresas que apuestan en la innovación) recaudaron 314 millones de dólares, 35% más que el año anterior, pero en el mismo año, en las empresas de Silicon Valley la cifra se elevó a 12.600 millones de dólares!

De este modo, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, está cundiendo en la sociedad japonesa un sentido de inseguridad sobre el presente y de incertidumbre sobre el futuro.

El Banco Shinsei ha publicado recientemente un Estudio sobre el Dinero de Bolsillo que demuestra que muestra que el asalariado promedio masculino, recibe ahora un subsidio (normalmente administrado por su esposa) de 437 dólares por mes, la mitad de lo que recibía en los rugientes años 80. Esto está desatando fuerzas hasta ahora durmientes en Japón.

Más grave aún, el número de beneficiarios de asistencia social por parte del gobierno llegó a 2.1 millones en junio de este año, un récord. Japón tiene una población de 128 millones. Esto ha creado un gran choque en Japón, algo que sería un sueño en cualquier otra parte del mundo. La tendencia es amenazadora.

La sociedad civil y el voluntariado están en aumento. El descontento hacia los políticos se está demostrando abiertamente, en un país donde es considerado de mala educación criticar a las autoridades.

Tal vez las reacciones más notables se encuentran entre las mujeres, cada vez independientes, no se ven en el matrimonio como obligatorio y no consideran a un hombre como su destino principal. Una reacción extrema es la vanidad repentina de las muchachas, que se toman ahora mucho tiempo en maquillajes y algunas vistiéndose de manera extravagante y provocadora, como un símbolo de desafío hacia la sociedad.

Es difícil decir si estas nuevas fuerzas serán suficientes para equilibrar el declive de las instituciones políticas y el envejecimiento del sector privado, pero es la esperanza más fuerte a la que el Japón de hoy puede aferrarse.

*Fundador y presidente emérito de la agencia de noticias Inter Press Service (IPS). Publisher de Other News.

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