Chile, despertar un martes en otro lugar

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Temprano hoy martes la costumbre de todos los días busca el interruptor que enciende la radio; cambios en el gabinete presidencial: renuncian tres ministros, llegan nuevos secretarios para la administración del Estado según Piñera, algunos cambian de cartera. Grecia amanece paralizada. Un asalto deja un guardia con el 40% de su cuerpo quemado. Y votan en Estados Unidos. | LAGOS NILSSON.

 

La curiosidad baja el volumen de la radio y obliga a prender el «cajón con monos»; muchos canales brindan información —o algo parecido a lo que deberían entregar para que esa entelequia denominada opinión pública sepa, en definitiva, por qué mundo —local y global— caminan sus pasos. La información parece más abundante. Putin pide en Moscú la renuncia de su ministro de Defensa

 

Algo en las bolsas: Nikkei, Frankfurt, Londres, Nueva York, Shangai, Tokio… La del país en plena operación. Y también los griegos, con imágenes de Atenas desvestida, casi, de tráfico urbano; otro canal: una viejecilla japonesa (al menos parece japonesa y princesa además) cuenta por enésima vez su visión apocalíptica del 22 de diciembre; otro más: las infidelidades de la ex amante de un tenista con medalla de oro olímpica; en aquel un cintillo: delegación de las FARC llega a Holanda. Un ministro o ex ministro y de nuevo ministro (uno ya no sabe) publica un libro: La fiebre del cobre. Se pregunta uno si la fiebre es por indigestión de las empresas dedicadas a explotar las minas.

 

Y en todos los canales por cable o satelitales del país y foráneos la omnipresente elección de electores para designar al nuevo presidente estadounidense. Se llega al colmo. Tras 15 minutos de ver como algunos ciudadanos de EEUU, algo «entraditos en carne», depositan su óbolo (¡perdón, su voto!) con mucha facilidad, el locutor de continuidad anuncia que ha llegado la hora de las «noticias internacionales».

 

O sea: la retahíla de juicios, opiniones, cifras, anécdotas y paisaje electoral de Estados Unidos, ¿qué conforman? Las piezas del rompecabezas caen su lugar: lo que sucede en el gran agresor del norte es información nacional.

 

La «comunicación social» ha perdido el rumbo, carece de brújula, de mapas, de país, de perspectiva. La conforma una serie de opinantes personajes que derraman su melena de palabras huecas sobre la masa de consumidores que, tras la ducha matutina y el «nescafé» con una tostada de pan de ayer se aprestan a convertirse en sardinas a bordo del Metro, en ganado sobre los buses —troncales o no— del «gran» Santiago, en idiotas a lo largo de los «tacos» en las autopistas, calles y avenidas de la ciudad aferrados a sus carritos urbanos a la caza de alguna oferta comercial para comprar algo y sentirse exactamente como quieren los amos del valle, altiplanicie, desierto, costa o pampa chilena: buenos consumidores fieles a la marca inducida.

 

Apago la radio y la tele; escribo lo que está leyendo (si lo está leyendo) y me digo que no importa; en unas horas será peor y sabremos cuán ajustada o no camina la «victoria» de uno u otro candidato allá en el norte agresor. Ningún analista —o comoquiera que se los llame— ponderará sobre lo que «realmente» significa para estas landas la elección de allá. Imagino que en otros países americanos —y no americanos— sucede lo mismo. ¿Por qué?

 

Eso no les importa a los opinantes. Quizá nunca han pensado en ese detalle. Apago la radio y la tele mientras habla el Presidente de la República de Chile sobre los cambios ministeriales. A otra cosa, mariposa.

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