Literatura: – UNA PLEGARIA AL MISTERIO QUE LA POSMODERNIDAD DESMANTELÓ

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Javier Sicilia (1956) observa e interviene la ciudad desde su oficina junto a la Catedral de Cuernavaca, no es gracias a su religiosa vocación poética que es vecino de la histórica diócesis de don Sergio Méndez Arceo, sino porque el Centro Cultural Universitario (CCU) tiene sus instalaciones en la antigua escuela de enfermería que perteneció al convento franciscano del Siglo XVI.

Egresado de Letras francesas por la UNAM, ex profesor de literatura en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, hasta el instante que la actual administración del doctor Fernando Bilbao lo promovió a dirigir el CCU. Columnista del semanario Proceso y del suplemento La Jornada Semanal; fundador de la revista Ixtus; autor, corrector y traductor del Fondo de Cultura Económica, son algunos de sus cotidianos e interminables trabajos editoriales.

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Debutó con el libro de ensayos: Cariátide a destiempo y otros escombros (1980); en poesía publicó: Permanencia en los puertos (1982); La presencia desierta (1985); Oro (1990); Trinidad (1992), permanece inédito Las cuentas en los dedos; autor de las novelas El bautista (1991); La revelación y los días (1987); El reflejo de lo oscuro (1997) y Concepción de Armida. La amante de Cristo (2000). Son años de amistad con Javier Sicilia, de compartir la paz, su fuerza espiritual y el gozo por la palabra; el intelectual de mayor prestigio en la actualidad de Cuernavaca accedió conversar con La Jornada Morelos en la víspera del primer aniversario de nuestro Correo del Sur.

–¿La literatura es una plegaria en el desierto de la posmodernidad?

–Podría decir que sí, una plegaria al misterio que la posmodernidad ha desmantelado; una plegaria que clama y encarna el sentido y su trascendencia. Alguna vez, Dostoievski, ese profundo cristiano de la tradición ortodoxa, escribió, pensando en el nihilismo que veía aparecer en el horizonte de las ideas modernas: «la belleza -la gran literatura es ante todo belleza- los hará libres» una paráfrasis de las palabras de Cristo: «La verdad los hará libres».

«Me he preguntado muchas veces por qué, y no encuentro otra repuesta que esta: la belleza, no es la verdad, esa verdad de las grandes ideologías que, creyendo que poseían toda la interpretación del sentido de lo real, nos llevó, como lo dice Adorno, a la Inquisición, a Auschwitz y a los gulags soviéticos; pero tampoco es la debilidad posmoderna que, temerosa de las grandes interpretaciones de la modernidad, niega el sentido hasta diluirlo en nada y conducirnos a la disolución y la ausencia de límites que viven nuestras actuales sociedades.

«La belleza, en cambio, dice, como la modernidad, que hay sentido, es decir, verdad, pero, que ese sentido, esa verdad, no puede decirse absolutamente. La belleza simplemente lo insinúa, lo vela, a través de una forma, para revelarlo en sus inmensas y profundas capas de sentido. La belleza, por lo tanto, no es ni la verdad dura de la modernidad, ni la debilidad inane y desértica de la posmodernidad, sino el justo equilibrio, la plegaria que permite al sentido, al Verbo, encarnarse, decirse a través de múltiples rostros.

«Una frase de Lanza del Vasto, el gran discípulo católico de Gandhi, puede resumirlo mejor: ‘La belleza es las muchas habitaciones en la casa del Padre’, es decir, las muchas habitaciones de la Verdad que, en su infinitud, sobrepasa la verdad de las grandes ideologías y que sólo tocan y revelan los grandes místicos. Hay que leer a los místicos para saberlo, y hay que leer a un gran místico y a un gran poeta, como San Juan de la Cruz, para saberlo mejor».

–¿Influyó el Centro Intercultural de Documentación en su residencia definitiva y en el misterio de la palabra?

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–En realidad no. Mi llegada a Cuernavaca y mi residencia en ella tenía otras razones que a la larga se empataron con el pensamiento de Illich, no precisamente con CIDOC, que ya para entonces llevaba varios años de haber desaparecido (desde 1975) yo llegué a Cuernavaca en 1987.

«Las razones primeras tienen que ver más bien con Lanza del Vasto, que acabo de citar y a quien leí gracias al poeta Tomás Calvillo. Lanza, como le dije, fue el gran discípulo católico de Gandhi. Después de pasar una larga temporada con él en el ashram de Warda, tuvo una revelación que lo empujó a volver a Europa, a Francia, a fundar una comunidad, El Arca –que aún pervive en el sur de Francia–. Esas comunidades son agrarias, pobres y ecuménicas y, en ese sentido, como lo fue el ashram y la aldea gandhiana –opuestas al maquinismo y al individualismo del mundo moderno– un desafío espiritual y político o, si prefiere, una alternativa encarnadamente espiritual a las desmesuras ideológicas de Occidente.

«A Cuernavaca venía con la idea de fundar un Arca. Ya instalado, partí, en 1989, a vivir junto con mi familia una experiencia en ella. Fue maravilloso. Lanza no me decepcionó: entre su pensamiento y su encarnación en la vida comunitaria había una profunda correspondencia. Al volver me entregué con más fuerza a fundarla en Morelos. Junto con el filósofo Georges Voet, la teóloga Patricia Gutiérrez-Otero, a quienes conocí en el Arca, y un grupo de jóvenes, compramos hectárea y media de tierra en Oacalco, que sembramos de limones, árboles frutales y hortalizas, abrimos una panadería artesanal, donde los viernes por la noche estudiábamos a Gandhi, a Lanza y a Mounier, y fundamos la revista Ixtus.

«El proyecto comunitario se perdió, por desgracia. No así la revista que sobrevivió durante 15 años y que había sido pensada como la ventana intelectual de la vida comunitaria. Fue en ese periodo que, gracias a Jean Robert y a Valentina Borremans, conocí a Iván Illich y me eché a los ojos toda su obra. Lo que me fascinó de él es que su pensamiento desarrolla con un rigor intelectual superior lo que en Gandhi y Lanza había sido una intuición genial, vivida con todo el peso de la carne en sus comunidades».

–¿Qué sintió y pensó cuando Valentina Borremans le dio la responsabilidad de editar y comentar las Obras Completas de Illich?

–Un profundo agradecimiento; sobre todo porque antes que yo hay otros, como Gustavo Esteva o el finado José María Sbert, que fueron discípulos directos de Illich, que habitaron el CIDOC, que me preceden en méritos, y que también podrían haber editado esa obra magnífica.

–El segundo tomo de las Obras de Iván Illich ¿Coincidirá con el Coloquio Internacional del Jardín Borda en noviembre? ¿Qué nos puede conversar de las expectativas del Encuentro alrededor de la palabra de Illich?

–Aunque el segundo tomo se encuentra ya en la última etapa antes de su impresión, en lo que se llama la revisión de pruebas finas, el tomo –confirmó recientemente el FCE– no saldrá durante el coloquio. Lo que es una pena, porque el coloquio, además de ser un homenaje a Iván Illich, en el que participarán muchos de sus mejores discípulos de México y del extranjero, es una revisitación de su pensamiento y de las líneas de investigación que Illich abrió antes de su muerte y que de alguna forma se encuentran ya en germen en algunos de los escritos que contiene el segundo tomo.

«Hay que recordar que Illich se reveló al mundo en Cuernavaca con el CIDOC y esos cuatro espléndidos libros que el propio Illich llamó sus panfletos y que fueron una bomba para la Iglesia y las ideologías modernas: Alternativas, La sociedad desescolarizada, Energía y Equidad y Némesis médica. Ese pensamiento no ha sido rebasado. Por el contrario, su crítica a la sociedad moderna, a sus instituciones y a sus profesionales; sus análisis sobre el homo oeconomicus, son, en el atolladero en el que el mundo se encuentra, de una vigencia apabullante.

«A esto hay que agregar esas líneas de investigación que abrió, cuando dejó de ser el personaje público que fue y se convirtió en un filósofo itinerante, y que se refieren a los sistemas. Para el último Illich la humanidad ha pasado de la era instrumental, que nació en el siglo XII y que engendró la sociedad industrial y técnica del mundo moderno, a la era de los sistemas, que ya no son herramientas y que abren a la humanidad a una nueva era quizá más peligrosa y destructiva que la anterior. De ahí el nombre del coloquio, La convivencialidad (una referencia a uno de sus libros fundamentales, La convivencialidad, es decir, el mundo de los límites, del común, de la memoria preservada y de las herramientas autónomas) en la era de los sistemas (el mundo de la desmesura, de la desterritorialización y la especialidad; el mundo de la hybris y del pecado moderno).

«Hoy, con el coloquio que preparamos, volvemos a poner a Illich en el centro del mundo que intelectualmente lo vio nacer».

–La revista Ixtus nos mostró una faceta interesantísima de usted, su capacidad para entrevistar y acercar a los intelectuales al debate sobre la fe en Dios dentro del Estado laico ¿Renacerá Ixtus? ¿Reconoció algún conflicto entre su interlocutor y Dios?

–Ixtus fue más que eso. Fue un pensar el mundo de la modernidad y de la posmodernidad desde lo que, junto con el grupo de Ixtus, me parece un punto de referencia adecuado: la espiritualidad cristiana, la fe profunda y la tradición gandhiana. A partir de ese punto de referencia encontramos muchos otros pensadores que, desde esas mismas coordenadas, nos ayudaron a pensar y a criticar el mundo de hoy con más clarividencia.

«Pienso en el propio Illich, en el ya mencionado Lanza del Vasto, en Emmanuel Mounier, Jacques Ellul y Karl Polanyi, por nombrar sólo algunos. Seres de frontera, perfectamente tradicionales y a la vez, perfectamente modernos. Por ello, Ixtus fue siempre una revista incómoda tanto para la derecha como para la izquierda; una revista que nunca hizo componendas y criticó la base fundamental del malestar moderno: la economía entendida ya no como el cuidado de la casa –que es su sentido etimológico y original, y que siempre defendimos–, sino como la escasez, de la que Marx, en su crítica al capitalismo, no pudo jamás liberarse –él creyó siempre en ella; fue un hijo de los economistas burgueses y de las promesas del industrialismo– y que derivó en el totalitarismo soviético.

«Moralizar, como lo pretendió Marx, lo inmoralizable, la economía capitalista, cuya base es la escasez y cuya fuerza es la técnica, es abrirle la puerta a los totalitarismos duros, y digo duros, porque el capitalismo es algo peor: un totalitarismo con rostro blando, un totalitarismo que se enmascara bajo el rostro afable de la falsa libertad del mercado y de una democracia corrompida por la propaganda y las técnicas del poder.

«No creo que Ixtus vuelva a renacer, al menos no como Ixtus. Ixtus cumplió su cometido. Fue una gran revista. Si un proyecto de esta naturaleza vuelve a articularse será probablemente más amplio y más incisivo».

–¿La teología de la liberación reconcilió al marxismo con Dios?

–Podría decirse que sí; pero también podría decirse lo contrario, que reconcilió a Dios con uno de los puntos sustanciales del Evangelio que gran parte de la Iglesia jerárquica olvidó y que Marx vino a recordarle con su crítica: los pobres. Eso ha sido una bendición.

«Por vez primera, gracias al Vaticano II y a la teología de la liberación que, entre otras muchas otras cosas magníficas, salió de sus entrañas, esos dos hermanos enemigos –Marx es impensable sin la tradición de occidente: el judaísmo, el mundo griego y el cristianismo– pudieron caminar juntos. El único problema que veo en la teología de la liberación es el mismo que critico en el marxismo: su creencia en que se puede producir riqueza y ésta puede distribuirse entre los hombres, es decir, su terrible dependencia de la base fundamental del capitalismo: el dogma de la escasez y del egoísmo de la naturaleza que hay que someter al imperio de una producción y de un desarrollo para todos.

«Tanto la teología de la liberación, como el marxismo, que le dio a esa parte de la teología la herramienta necesaria para pensar al mundo desde una perspectiva social, quieren acabar con el pobre, ese testigo de Dios en la tierra. Un absurdo, porque es precisamente la exaltación de la pobreza, cuyo contenido es, para usar el término griego de los Evangelios, el ágape: el Dios que crea, retirándose de sí y que redime encarnándose, volviéndose el más pobre de todos, enseñando que el camino de la salvación es la pobreza. Gandhi lo dice con una frase magnífica: ‘Si quieres erradicar la miseria, cultiva la pobreza’.

«Es lo que, al igual que Cristo, Gandhi no dejó de hacer en su accionar político y de presentar como la única salida al malestar del mundo; es también lo que Lanza del Vasto ha mostrado con su reflexión espiritual y con sus comunidades; es una de las bases fundamentales del pensamiento de Illich y de lo que fue la reflexión de Ixtus».

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* Periodista.

Publicado en la sección Correo del Sur del diario La Jornada Morelos. Se reproduce aquí por gentileza del autor.

www.lajornadamorelos.com.

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