Ninguna edad esta libre de dificultades, pero mucho menos esa en la que el niño sé esta haciendo adulto. El proceso de autonomía, en el que los chicos renuncian al amparo de los padres y a la seguridad familiar, trae consigo inestabilidad e incluso un cierto riesgo. Y aún resulta más sorprendente que la mayoría de los mayores haya olvidado por completo aquellos tiempos en los que ellos mismos tuvieron que pasar por el atolladero, reaccionando a los años fogosos de sus hijos y a la avalancha de problemas que representan por incomprensión y aprensión. No debería ser tan difícil entender que los adolescentes se comportan de manera tan extraña porque desean afianzar su yo y robustecerlo, y todo esto a costa de los progenitores, de los abuelos y del mundo entero.
La adolescencia es una época de cambios. Es la etapa que marca el proceso de transformación del niño en adulto, es un periodo de transformación que tiene características peculiares, por el crecimiento físico y desarrollo psicológico. Esta transición debe considerarse un fenómeno biológico, cultural y social.
Se llama adolescencia, porque sus protagonistas son jóvenes que aún no son adultos pero que tampoco son niños. Es una etapa de descubrimiento de la propia identidad, así como la autonomía individual. En el aspecto emocional, significa la aparición de la capacidad afectiva para sentir y desarrollar emociones que se identifican o tiene relación con el amor. Al llegar a la pubertad puede hacer uso de cierta capacidad de elección para poner en marcha uno de los mecanismos más significativos de esta etapa. La discriminación de afectos, a través del establecimiento de diferencias en el tipo y la profundidad de sentimientos, le permite la personalización de sus sentimientos.
El adolescente esta en un camino medio entre la edad adulta y la infancia, en lo que hace referencia a la vivencia de sus emociones, estando presente una mezcla singular de comportamientos. Todavía tiene una forma de manifestar sus deseos mediante una emotividad exacerbada o con la espontaneidad propia de la infancia, pero ya comienza a actuar de una manera sutil en las interacciones, o con una cierta moderación relativa a sus emociones, tal como lo hace el adulto.
La Organización Mundial de la Salud, define la adolescencia como la fase del desarrollo de la persona, comprendido entre la infancia y la edad adulta de los 10 a los 24 años, abarca la pubertad, la adolescencia y la juventud plena. Se caracteriza por el crecimiento físico y desarrollo psicológico.
Esta etapa de transición es una de las más importantes en la vida del ser humano, que se manifiesta por un ritmo acelerado de crecimiento y cambios. Sin embargo la condición de juventud no es uniforme y varía según el grupo social que se considere apto. Muchas culturas difieren respecto a cuál es la edad en la que las personas llegan a la madurez
La OMS estima que una de cada cinco personas en el mundo es adolescente, 85% de ellos viven en países pobres o de ingresos medios, y alrededor de 1.7 millones mueren cada año.
La adolescencia es un periodo de preparación para la edad adulta durante la cual se producen varias experiencias de desarrollo de suma importancia más allá de la maduración física y sexual, esos conocimientos incluyen la transición hacia la independencia social y económica, el desarrollo de la identidad, la adquisición de las aptitudes necesarias para establecer relaciones de adulto y asumir funciones adultas y en capacidad de razonamiento. Aunque la adolescencia es sinónimo de crecimiento excepcional, constituye también una etapa de riesgos considerables, durante la cual el contexto social puede tener una influencia determinante.
Los adolescentes dependen de su familia, su comunidad, su escuela, sus servicios de salud y su lugar de trabajo para adquirir toda una serie de competencias importantes que puedan ayudarles a hacer frente a las presiones que experimentan y hacer una transición satisfactoria de la infancia a la edad adulta. Los padres, los representantes, los miembros de la comunidad, los proveedores de servicios y las instituciones sociales tienen la responsabilidad de promover el desarrollo y la adaptación de los jóvenes y de intervenir eficazmente cuando surjan problemas.
Con la misma velocidad que se crece durante la pubertad, se dispara la psique por las alturas. Con los actuales métodos didácticos, los jóvenes se van apropiando de la nueva ciencia y pronto gozan de más saber que sus ascendientes y educadores. La manera de ser de los muchachos, se debe a la necesidad de poner en tela de juicio esos pactos, valores y normas, instituidos por los experimentados, y que a ellos les agobian. Por eso intentan probar hasta donde pueden llegar con su insolencia y el campo de actuación va adquiriendo así nuevas dimensiones. Pasada esa fase, se vuelven sensatos. Casi todo lo que se negaban a realizar enérgicamente, lo hacen ahora libremente. Por fin, comprenden que las peroratas de sus procreadores tenían legitimación.
Las chicas tienden a ser mucho más caprichosas. Recluidas en sí mismas, todo es misterio en derredor. Algo que se les podrá consentir, aunque no sea más que por la práctica de su propia individualidad.
Como es natural los representantes no pueden soportar que sus hijos tengan malas experiencias, lo que intentan evitar lanzándose a dar buenos consejos. Pero los descendientes, tienen que actuar y deben hacer sus discernimientos y tener conocimientos propios, porque pronto van a comenzar a vivir en un mundo que no será el de sus progenitores.
La denominada edad de la juventud es un curso de aprendizaje para toda la familia, que deberán justificar padres e hijos lo mejor que puedan y para el bien de todos.
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