Cisnes y candidatas en Los Andes del sur

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoRicardo Lagos Escobar vive los últimos meses de su presidencia. Como la madre superiora -con leve sobrepeso- de un convento bien avenido y mejor disciplinado, pasea y reparte bendiciones y rezongos. Algo en él recuerda a los viejos liberales del siglo XIX: lo que no se arregla solo no lo arregla nadie. Sin duda confía en algún dios.

Por cierto nadie podrá reparar el mal causado al senador Lavandero, poco entusiasta militante de la DC -en los últimos tiempos- pero militante al fin, si resulta verdaderamente no culpable de actos deshonrosos con algunas niñas y algunos niños; y si resulta responsable de aquellos -de los actos, no de los niños- nadie podrá devolverles lo perdido. Sobre todo porque las primeras denuncias -y el comentario sotto voce en las localidades que él representa en el senado- son de larga data: algo así como ocho o diez años. Volveremos sobre este asunto más adelante.

Tiene el presidente de Chile el aplauso estadístico de sus conciudadanos: con ellos comparte la ceguera del día de los trífidos. Los menores de 25 años -y muchos sobre los 30- no estiman necesario inscribirse en los registros electorales. La democracia representativa no funciona si los pretendidos representantes no representan a nadie. Pelos de la cola.

El partido socialista se entusiasma con el dogma -no con el cinematográfico: tal vez demasiado próximo al realismo- sino con el «globalizador»; y el antiguo partido de los radicales lo hace porque recibe en sus filas a alguna actriz más o menos porno: racionalismo y sonrisa del nuevo siglo. El instrumental partido por la democracia, a su vez, comienza a pensar si será en verdad radical o si de cierto es socialista -aunque se comporte como neoliberal-.

La democracia cristiana, más poderosa, se debate entre su ala de derecha, sus recuerdos de cómo contribuyeron sus «intocables» a romper la institucionalidad en 1973 y los cantos de sirena de la más extrema oposición -que no vacila en recordarle es también cristiana-. Frei habla. Los Zaldívar, es un decir, están a la pesca.

En el medio algunos cisnes muertos, un -otro, que hace un año había tres envueltos en líos similares: el país como símbolo del fundo- senador acusado de pedofilia, dos mujeres precandidatas a la presidencia y los bosques que parecieran elegir acabar en la hoguera de los incendios furtivos y no bajo el hacha de los furtivos leñadores. Claro: se saborea el «triunfo» de la APEC. (en realidad FCEAP: Foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico).

¿Qué es el FCEAP?

El economista Marcel Claude, de Corporación Representa, señaló: «Es el mayor proyecto comercial y de cooperación del planeta, representando en sí mismo el esquema más avanzado a escala global de la llamada «liberalización comercial», esquema propiciado por la Organización Mundial de Comercio, y que se basa en el regionalismo abierto, en el sistema de liberalización unilateral concertada y en los apoyos a los Tratados de Libre Comercio (…)

«La propuesta ideológica que nos ofrece la APEC no es sino la consolidación de la globalización en curso, lo que no es menor teniendo presente lo que se juega en torno a la APEC: un mercado dimensionado en 3.000 millones de habitantes, concentración del 50% del PIB mundial y del 47% del comercio internacional» (en La globalización al galope de la APEC.

Puntualiza Claude en el artículo publicado en El portal del Pluralismo: «el gran capital financiero junto a la tecnología moderna altamente productiva, se desplaza por el mundo entero haciendo las inversiones necesarias para convertirlo todo en dinero: los ríos, el mar, las montañas, los bosques, los peces, el aire, el agua cambian su propia naturaleza, a cada vez mayor velocidad, para convertirse en capital especulativo, el cual además, se encuentra concentrado en muy pocas manos.

«La creciente pobreza mundial, la agudización de la desigualdad y la constante presión sobre los ecosistemas naturales es una característica regular de la presente globalización, junto con una expansión ilimitada y exponencial de la economía financiera.

«No obstante, no podemos cerrar esta nota crítica sobre la globalización, sin hacer referencia a la cuestión de los derechos humanos. La presente globalización ha desvitalizado el valor crítico que ha alcanzado en la era Moderna, la universalidad de los Derechos Humanos. Esto particularmente se observa en la relevancia que la globalización le da a la flexibilización del mercado del trabajo, convirtiendo el derecho a la alimentación, abrigo, vivienda, salud y educación exclusivamente en distorsiones de mercado que deben eliminarse».

Tal el triunfo organizativo y diplomático protagonizado por Chile en su ciudad capital.

¡Ay, los vecinos, los «hermanos diferentes!»

A lo largo de 2004 la cancillería chilena se manejó con la espléndida torpe candidez de María Antonieta antes de La Bastilla con al menos dos de sus vecinos: la Argentina y Bolivia. Sólo, claro, que en siglo XXI. El prurito se rasca aun con disimulo. Tampoco fueron únicamente dos.

Lo cierto es que Bolivia no cede en su reclamación por el mar y la Casa Rosada -sus voceros oficiosos- recuerdan que los contratos por suministro de gas no son acuerdos entre Estados, sino de un Estado con firmas comerciales (ver en Piel de Leopardo Chile-Argentina: gas, canciller y relaciones).

Respecto del Perú -que insiste en revisar los límites marítimos con Chile- la sagacidad del presidente Lagos terminó por imponerse: cuando dos vándalos veinteañeros -producto de la «excelente» educación chilena- llenos de cerveza y tal vez de «alguna otra cosita» rayaron (la tentación del graffiti) un monumento nacional patrimonio de la humanidad en Cusco, dijo que el «dibujo» le había parecido bonito -o no le había parecido mal-.

Las cosas con Venezuela tienen otro cariz. Durante los días aciagos de la dictadura Venezuela recibió a miles de refugiados; algunos murieron y están enterrados en su suelo. Sin ninguna vergüenza y a contrapelo de los principios más elementales de las relaciones con países amigos, el gobierno de Chile reconoció como legítima la lamentable payasada en que se vio envuelto Pedro Carmona, secuaz o empleado de uno de los financistas locales del golpe -al final frustrado- contra Hugo Chávez en 2001.

Un par de años después, con inequívoco humor venezolano, Chávez señaló en voz alta -¡y qué alta!- que soñaba con bañarse en una playa boliviana sobre el Pacífico.

La ropa sucia y Lavandero en casa

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Sobre los 70 años el senador Jorge Lavandero es sombra de lo que fue. Alguna vez lo llamaron el «James Dean de la cámara» (de diputados; tenía menos de 30 entonces).

Los años no pasaron en vano, ni tampoco el asalto que lo tuvo entre la vida y la muerte: cosa de la dictadura -cosa de faldas dijo la dictadura-. Porque Lavandero, alguna vez joven dirigente proto fascista, fundador y mesa directiva de un disuelto partido Nacional (aunque no faltan los chuscos que aseguran que ese partido, con una sola sede, lo montó para «conseguir minas») ha sido más enamoradizo que el legendario dirigente radical Raúl Morales Beltramí.

No corresponde, desde luego, a la prensa juzgar; en cambio sí tiene la obligación de exponer hechos. Y los hechos no son gratos. A saber:

– Las primeras denuncias en su contra bordean la década

– Los rumores de gustar de jovencitas comenzaron junto con sus canas (cierto, pero en un comienzo no se referían a menores de edad)

– El ministerio público tomó las cosas en serio recién en diciembre de 2004. Cabe preguntarse por qué.

Entre los dirigentes medios de la llamada izquierda extraparlamentaria -los parias de la democracia chilena, que le debe a ellos muchísimo más que a los fantoches de los tres gobiernos de la Concertación- se asegura que existía un preacuerdo entre las diferentes corrientes marginales y marginadas

(léase socialistas rebeldes no integrados al partido -y algunos dentro de sus filas-; ex militantes del MIR no necesariamente dedicados a los negocios, aunque también aquellos; humanistas siloístas de negro paladar; comunistas; algunos de la ex IV Internacional, etc…: algo así como un once por ciento de una eventual fuerza electoral, medida según las elecciones municipales de 2004)

en cuanto a que sus actuales precandidatos renunciarían en abril o mayo a sus candidaturas para apoyar a Jorge Lavandero. A cambio éste renunciaba a la DC.

Lavandero venía endureciendo su discurso frente al «stablishnment» -al que pertenece, por otra parte-. En lo importante, su posición frente al asunto de cobrar un «royalty» a las mineras privadas del cobre; en lo callejero, su denuncia sobre el destino de los porcentajes de las platas de la Teletón (un programa anual de ayuda a los discapacitados, conducido por un hombre de la TV radicado en Miami, que junta cientos de millones de pesos).

El avejentado símil criollo del protagonista de Rebelde sin causa no tendría ninguna posibilidad, obvio, de llegar a La Moneda, pero sí de dividir la votación «aclientelada» de la democracia-cristiana y -¿quién sabe?- hacer feas olas al interior del socialismo; en todo caso aseguraba el no triunfo de la Concertación en las próximas presidenciales.

La pregunta, entonces, es: ¿tan lentos pueden ser procedimientos judicial-policiales aun en casos de la gravedad de la pedofilia o estuvieron encajonadas las denuncias porque se confiaba en que Lavandero seguiría en el corral? Peor aun: ¿se puede hablar de chantaje político?

Con la ciudadanía convertida en robotizada masa presta a endeudarse -los que tienen trabajo «en blanco»- para comprar chucherías o ayudar a sus parientes, pero también considerando la soterrada y silenciosa presión de grupos sindicales no comprometidos con el sistema, con una juventud vuelta hacia prácticas libertarias, en fin, todo parece posible en el resbaloso encerado por donde caminan auellos con ambiciones de poder.

Las candidatas chilenas

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Dos hembras de mediana edad compiten por la candidatura a la presidencia de la república. No es extraño: a la manada la puede conducir la loba mejor dotada (loba alfa la denominan los etólogos). Quizá haya regresado la hora de la mujer, puesto que los varones, ay, los varones… …

Una de las candidatas tiene el aspecto de esas niñas que en plena década de los años sesentas (siglo XX) porfiaban por seguir vírgenes, férrea detrás de su languidez.

La otra parece como más compañera: se puede bromear con ella, pero si te sobrepasas aguantarás la bofetada. Con una, o sea, tomarás el te, con la otra quizá una cerveza. Y eso será todo. Conocen el apotegma de la mujer del César -aunque el César sean ellas mismas-.

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Allí donde el candidato de la extrema derecha ofrece un retroceso peligroso o un salto al vacío, ellas prometen que lo «alcanzado» es inamovible. El plan de largo alcance de los sectores más progresistas de la Concertación acaso sea una sociedad como la sueca; algo encomiable y que -de conseguirse- sin duda aplaudirán los sobrevivientes.

En los próximos meses es difícil que Chile sea noticia por los puñetazos de las rivales; tal vez algunos mordiscos (los exabruptos pertenecerán a lejanos acólitos, no ensuciarán las medias de nilón o de lo que sea de las candidatas). Platanero y todo, como ha quedado patente, Chile no será una sociedad de chimpancés; ellas sin duda prefieren a los bonomos, pero detrás de tan emprendedoras y «carismáticas» mujeres se agazapan otras siluetas. Los asesores y ayudantes y secretarios cumplirán con el rito de sumisión: bajarán la cabeza y levantarán la colita; aunque ellas no son estrellas solitarias brillarán sólo a costa de la luz de la otra -y los demás con sobreaviso y callados-.

No es probable, empero, que la levanten -la colita- los pescadores sin pesca, los obreros y empleados y jóvenes profesionales sin trabajo, devenidos «microempresarios» de nada en el mejor de los casos; las trabajadoras temporeras rociadas con agroquímicos y sin derecho en la práctica a otra atención médica que la que se brinda a los indigentes: o sea, ninguna; los mineros explotados; los pobres sin casa ni recursos para tratar sus enfermedades; las jóvenes forzadas a prostituirse; aquellas obligadas a abortar.

(Si usted llegó con la lectura hasta aquí, en el mismo lapso hubo dos abortos «ilegales»).

Chile es un país del más inequitativo reparto del producto social, con una prensa -salvo pocas excepciones- filibustera al servicio de la elite económica. Un país que condena a sus habitantes de menores recursos a una educación inferior: los colegios y universidades que brindan instrucción de calidad pueden cobrar por alumno y por mes muchas veces el sueldo mínimo de un trabajador.

Los cisnes y la gente

El cierre de la planta de celulosa que envenenó el ambiente y causó la dramática reducción de la flora y fauna en un»santuario» natural -y de paso puso en peligro la vida humana o al menos la calidad de la vida humana- fue materia de luto para la prensa: ¡cuánto perdían sus propietarios! Sobre el cinismo la inmoralidad. O no: la vida se mide con dinero: seamos prácticos.

Ninguna autoridad ha anunciado su intención de incoar un proceso en contra de los responsables. Su incapacidad para ejercer el control adecuado en la instancia pertinente resulta patética y profética. Los pueblos obligados a dormir terminan rechazando el soma. Despiertan «más temprano que tarde» -y lo suelen hacer enojados-.

Sobre todo cuando se caen puentes recién inaugurados -el ministerio de Obras Públicas arrastra problemas-, vaya uno a saber, tal vez construidos por empresas conformadas por caimanes de la oposición con los que los «representantes» del pueblo comparten marca de automóvil, tragullos de scotch y copas de buen Merlot (a juzgar por lo que se aprecia en la tele, no los sastres: punto para ellos). Chile -dice una antropóloga amiga- al fin y al cabo es un país endógamo.

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