Al fin y al cabo los grandes hombres no son más que eso: hombres
Eduardo Pérsico.*
Ernesto Sábato apoyó las dictaduras militares de Argentina. En 1955 fue funcionario de la dictadura que se apoderó del poder asesinando opositores, la “Revolución Libertadora” del general Aramburu. Cuando fue derrocado el presidente Illia por el general Onganía, Sábato aplaudió.
Y dijo: “Debemos tener el coraje para comprender que han acabado, que habían acabado instituciones en las que nadie creía seriamente. ¿Vos crees en la Cámara de Diputados?” (Revista Gente 28-7-66)
Esta declaración no fue poca cosa viniendo de un intelectual reconocido, ya que la dictadura de Onganía fue particularmente feroz contra los escritores y científicos, dejando para la memoria de los argentinos la "noche de los bastones largos", un ataque a la Universidad de Buenos Aires.
Nada dijo Sábato de esto, a pesar que tenía libre acceso a los diarios y micrófonos.
Más recientemente apoyó activamente la dictadura del general Jorge Videla. El acto que fue más publico se trató de un almuerzo ocurrido el 19 de mayo de 1976 en la casa de gobierno tomada por asalto por Videla. Ese acontecimiento tuvo una cobertura mediática muy amplia y la intención que se supiera internacionalmente el apoyo de algunos intelectuales argentinos a una dictadura sangrienta.
A la salida de ese acto político-mediático expresó el escritor:
“El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la modestia del presidente.” (Oportunismos y Responsabilidades. En: Rebeldía y Esperanza. O. Bayer) (La Nación, La Prensa y Clarín del día 20 de Mayo de 1976).
No se trata de negar sus textos, se trata de comprender que los grandes hombres no son más que eso: hombres; y por tanto débiles. Y falibles.
* Escritor.