América Latina: Hegemonía, capitalismo siglo XXI y «lumpen Estado»

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Víctor Ego Ducrot*

Los muertos que gozan de buena salud y redefinen la economía transnacional. Para nuestra región, el objetivo estratégico es uno: acabar con la pobreza y la exclusión. Si no, perderemos el tren.
América Latina y los países dependientes en general volverán a pagar los platos rotos durante la fiesta del capitalismo transnacional, que está en crisis, sí, pero goza de buena salud. Muta y se transforma para concentrarse cada vez más. La cuenta queda a cargo de los trabajadores y consumidores de todo el mundo, pero en forma especial de los países para los cuales se inventó el eufemismo “mercados emergentes”. Si los líderes y las sociedades latinoamericanas, en particular las del Sur, no rompen con la lógica del capitalismo en transformación y no centran su estrategia en la lucha contra la exclusión y la pobreza, otra vez perderemos el tren de la Historia.

Es cierto que la región conserva la posibilidad de un relativo optimismo. Las movilizaciones político sociales contra los años de plomo neoliberal de la pasada década del ’90 abrieron procesos de cambios, particularmente en Bolivia y Ecuador, por la irrupción de sujetos transformadores, como lo son las organizaciones indígenas y campesinas. En Venezuela, con la aparición del proyecto bolivariano, de fuerte liderazgo. E incluso en Argentina y Brasil, aunque en esos escenarios las fuerzas conservadoras aún imponen su agenda con especial énfasis, por fuera y dentro de sus respectivos gobiernos. Quizá nunca como antes se haya dibujado un mapa de acuerdos integracionistas, con perspectivas y miradas contradictorias, aunque diversas entre sí, respecto de los diseños hegemónicos.

Pero atención. Son muchas las voces progresistas que proclaman un supuesto debilitamiento de las redes globales del sistema capitalista imperialista. Y en ese sentido resulta curioso que esos mismos discursos sean propalados desde las usinas de los dueños del poder simbólico en la región y en el mundo, las grandes corporaciones mediáticas de capital concentrado. ¡Qué útil sería al modelo capitalista, inmerso en un portentoso ciclo de reconversión histórica, que todo el mundo creyese que el mismo capitalismo se esta agotando! Al fin y al cabo los sistemas de poder hegemónico siempre apelan al sigilo y al encubrimiento.

El capitalismo goza de buena salud

“El capital da vida a todas las potencias de la ciencia y de la naturaleza (…) para volver la creación de riqueza independiente del tiempo de trabajo que está afectado en ella”, decía Carlos Marx.

Podría afirmarse que estamos ante una anticipación genial del propio Marx al concepto de capitalismo cognitivo, la nueva etapa del sistema hegemónico para este siglo XXI, que tan bien desmenuza el economista y politólogo francés Yann Moulier Boutang, en su libro “Le Capitalisme Cognitif. La nouvelle grande transformation”, editado en 2007. Boutang analiza en profundidad de qué hablamos cuando nos referimos a la nueva etapa del sistema capitalista, la que en última instancia explica la verdadera naturaleza de la crisis financiera global que se registra a partir del último trimestre de 2008: una fabulosa transferencia de activos financieros de una facción a otra del entramado corporativista transnacional, fenómeno estudiado y conceptualizado como Imperio Global Privatizado o IGP.

Antes de los temblores del Wall Street, Boutang escribía: los diferentes índices bursátiles (Nasdaq, Dow Jones) pueden subir o bajar un poco, mucho, apasionados hasta la locura o todo lo contrario, pero las transformaciones del capitalismo histórico van por buen camino. Lo testimonia la impresionante lista de los enfrentamientos recientes en el dominio de extensión de las patentes (el genoma humano, la vida natural, la vida modificada, los medicamentos para las triterapias) sobre los derechos de la propiedad intelectual (derechos de autor versus copyright), sobre el derecho de copiar los softwares, las bases de datos, las informaciones de carácter «privado» o no, sobre el derecho de leer gratuitamente en las bibliotecas (…). Asistimos a una mutación profunda del capitalismo, que resumimos con el término de capitalismo cognitivo.

Más adelante, el mismo autor explica: el capitalismo inmaterial, sin peso (weightless economy), la «sociedad de la información», la net-economy, la «Nueva economía», la Knowledge-based Economy (OCDE), la revolución tecnológica de los NTIC, son otras tantas formas de nombrar esta transformación, y de atrapar, de manera parcial, algunos de sus aspectos. Nuestra tesis principal es que la propia naturaleza del valor, su forma, el lugar y las modalidades de su extracción son remodeladas de arriba abajo. Se trata, para nosotros, de situar la transformación por encima de un cambio de régimen de crecimiento o de un paradigma técnico o régimen sociotécnico; de situarla en algún lugar entre un cambio de régimen de la acumulación capitalista (escuela de regulación) y un cambio de las relaciones de producción propiamente dichas; es decir, el esbozo de una transición en el interior del capitalismo, transición que comporta mutaciones tan radicales como las que han señalado el paso del capitalismo mercantil esclavista y absolutista al capitalismo industrial asalariado y «democrático».

Las mutaciones globales del siglo XXI

La historia demuestra que esas mutaciones tan radicales, al decir de Boutang, se expresaron no sólo en el plano económico y en el de las relaciones sociales de producción, sino también en el aparato cultural, es decir en el Estado en todas sus funciones técnicas y represivas, en el sistema de sentidos comunes, en el complejo comunicacional.

Planteamos la siguiente hipótesis: la actual crisis global debe ser entendida como el necesario salto de acumulación que requiere el capitalismo global y en particular su facción dominante, la que se asienta sobre el aparato estatal y militar de Estados Unidos, para darle impulso a una nueva etapa ya convertida en acción.

Dentro de esa perspectiva es que se pueden entender, por ejemplo, las palabras del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean Claude Trichet, pronunciadas el 27 de octubre pasado, cuando afirmó: “la actual crisis financiera va a provocar fusiones bancarias en Europa. Debería ser lo que ocurra en este periodo. La reestructuración de las industrias es un fenómeno de las reconversiones y forma parte del funcionamiento normal de las economías de mercado".

Medios e impuestos como vasos comunicantes

Sin embargo, ese mismo tipo de aparato estatal se las ingenia para mantener dos vasos comunicantes entre las esferas en que categorizamos al entramado social, uno desde la lógica de la acumulación de riquezas y el otro desde la búsqueda de consensos que convaliden al sistema de poder.

El primer vaso comunicante es un instrumento de política tributaria y se denomina impuesto al valor agregado (IVA), mediante el cual todos los consumidores –incluidos y excluidos, pobres y ricos- tributamos en la misma medida, cada vez que efectuamos una compra, ya sea de subsistencia o suntuaria.

Para los ámbitos de la economía informal con mayor capacidad de evasión frente al IVA, el “lúmpen Estado” tiene previsto la aparición de la policía (no del poder de policía legal), que cobra diezmos, derechos de pernada, de tránsito y de permanencia. Algunos de los casos más violentos de ese fenómeno se registran en la venta ambulante, la prostitución y el mercado minorista de las drogas.

El segundo vaso comunicante es el del sistema mediático concentrado, el que, a partir del periodismo, el entretenimiento y todo el espectro de contenidos que produce y propala, apunta a la conversión de valores de clase en valores universales.

La esfera formal (desde empresarios y sindicatos hasta organizaciones que critican al sistema pero incluidas en él) tienen voces en Parlamentos, academias y sobre todo en los medios de comunicación concentrados y oligopolizados. A la esfera de la pobreza se le pretende expropiar su voz. Veamos uno de los múltiples ejemplos que se podrían mencionar.

A fines de noviembre pasado, vecinos del barrio pobre Villa 31 -ubicado en una de las zonas de la ciudad de Buenos Aires de mayor valor inmobiliario- cortaron autopistas para visibilizarse en sus reclamos sociales y económicos. El hecho ameritó debates políticos y una amplia cobertura por parte de todos los medios de comunicación concentrados. Sin embargo, en ninguna de esas dos instancias se priorizó el por qué y los contenidos de la demanda sino los “graves inconvenientes” que esa protesta les ocasionaba a los automovilistas que transitan por las autopistas (en su gran mayoría todos pertenecientes a la esfera formal y con voz reconocida).

Respecto de los medios, son los mismos que, a escala regional, comparten un criterio de selección de agenda: instalar al flagelo de la inseguridad en el centro de la noticia y la información, como mecanismo de producción de miedo y terror entre los integrantes de la esfera formal y con voz reconocida. Se apunta sobre todo contra la niñez y la juventud (las franjas más golpeadas por el “lúmpen Estado”), con proyectos criminalizadores de distintas naturalezas. Están gestando los sentidos comunes que se necesitan para el establecimiento de una nueva y desarrollada matriz represiva.

Una agenda política latinoamericana que efectivamente pretenda ubicarse con ventajas comparativas dentro del escenario abierto tras la crisis desencadenada durante el último trimestre de 2008 debería concentrarse en un objetivo estratégico: la erradicación definitiva de la pobreza y la exclusión.

Sin pobres ni excluidos el “lúmpen Estado” recibiría un duro golpe en el centro mismo de su sistema de reproducción, y las sociedades latinoamericanas podrían enfrentar de lleno los desafíos que plantea la nueva etapa del sistema capitalista en su era cognitiva, desafío éste que se encuentra implícito en la lucha contra la pobreza y la exclusión, toda vez que no se vislumbra otra alternativa para lograr ese objetivo que una firme y decidida subversión integral contra el capitalismo mismo.
 

*Director de la Agencia Periodística del Mercosur, periodista, escritor. Catedrático de la Universidad de La Plata, argentina

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