Amuay: se extinguió un símbolo de la oposición

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La extinción de las llamas en Amuay no es una buena noticia para la oposición. Han perdido un símbolo que disfrutaron incansablemente mientras duró. Tenía sentido esto, desde el punto de vista de ellos. No era ninguna irresponsabilidad ni inmoralidad (desde el punto de vista de ellos, insistimos), sino una correcta estrategia política. | NÉSTOR FRANCIA.*

 

El fuego ejerce, desde siempre, fascinación sobre los hombres, tanto en sentido positivo como en sentido negativo. Por eso veíamos los medios de la canalla presididos por fotos de los tanques ardiendo, por eso los reporteros de Globovisión hablaban en un plano medio cercano con las llamas de los tanques flameando por detrás. Alrededor del fuego y gracias a su calor han vivido los humanos desde tiempos inmemoriales. El culto al fuego ha estado presente desde las más antiguas civilizaciones. Es símbolo de hogar, de protección, pero también de muerte y destrucción.
Es este último simbolismo en el que se ha regodeado la canalla mediática en los días recientes. Ahora el símbolo se les extinguió.

 

Pero no subestimemos a estos enemigos. Ellos en este caso están aplicando el viejo dicho de “donde hubo fuego, cenizas quedan”. En torno a Amuay, la oposición ha lanzado su ofensiva final, y no se van a quedar quietos así como así, ni siquiera después de la gran respuesta que ha dado el Estado venezolano con Chávez a la cabeza.

 

En ese sentido, la piromanía mediática sigue viva y coleando. No solo siguen “soplando” para que las llamas de Amuay perduren metafóricamente un tiempo más, al menos mientras surja o ellos mismos provoquen otro “incendio” donde haya llamas o no: puede haber balas, descarrilamientos, oscuridad o cualquier otro hecho que les permita prolongar la zozobra, al menos hasta al 7 de octubre, que no está lejos. Ahora necesitan algo con que empatar los cabos de Amuay, en esta ofensiva que no se va a detener.

 

En eso ya andan. Están pidiendo interpelaciones, renuncias, insisten en la matriz del olor a gas desde hacía varios días, en la falta de mantenimiento de las instalaciones, en la supuesta incapacidad de gerentes, técnicos y trabajadores de PDVSA, en la superioridad de la «meritocracia», en la exigencia de resultados apresurados de investigaciones que apenas comienzan. Mantienen un ametrallamiento mediático nacional e internacional.

 

Claro, sus problemas no están ahora solo en la extinción del fuego. También lo están en la rápida, efectiva y solidaria respuesta de Chávez, el gobierno y el pueblo: acción heroica de trabajadores y bomberos para controlar los incendios y la contingencia, presidente, ministros y gerentes de cuerpo presente asumiendo sus responsabilidades, comunidades activas, respuestas concretas e inmediatas ante el drama de los afectados: solícita atención médica y sicológica, entrega de casas, de pensiones y de beneficios laborales de por vida a las familias, reconocimiento a los méritos de los inmolados.

 

Ha sido tal la efectividad de las acciones del gobierno, que ante ellas la oposición se ha visto descolocada y ha empezado a responder con su sempiterna torpeza. Un ejemplo de ello son las declaraciones de Armando Briquet, jefe de campaña de Capriles, que ayer habló como si no hubiese visto las cadenas que mostraron a un gobierno activo y solidario:
“Ser Presidente de la República no consiste en decidir qué hacer en vivo y directo por televisión. Quieren hacernos creer en una política convertida en espectáculo y esto es injusto porque juega con las esperanzas de la gente. Los venezolanos están decepcionados y, por eso, a través de una pantalla de televisión, el Gobierno nos intenta hacer creer que está cumpliendo lo prometido…
«Es contradictorio que quien dirige el Gobierno se jacte de ser humanista y la respuesta que les haya dado a los familiares de las víctimas del accidente ocurrido en Amuay haya sido ‘el show debe continuar’… Lo que ocurre es que los principales problemas de los venezolanos no son la principal prioridad del Gobierno central y de su candidato porque están más ocupados de la política y las excusas, que en dar respuesta a nuestro pueblo”.

 

Esta mezquindad, esta negativa a reconocer hechos públicos y notorios, como las acciones del Gobierno en Amuay, juega por supuesto en contra de la oposición y los hace ver como lo que son: politiqueros de baja monta.

 

El mismo candidato de la burguesía mete de nuevo la pata cuando dice que “…Si pretendemos llevar esto al terreno de la politiquería tendrá el costo que el Gobierno sabe que tendrá, el pueblo no va a comprar más respuestas politiqueras; estamos agotados de escuchar respuestas politiqueras”.
Parece no darse cuenta, en su estulticia, que de esta manera está hablando de sí mismo y se pone más bien en evidencia.

 

Es tal la desubicación de la derecha, que montaron un parapeto en un centro comercial de Ciudad Bolívar, reseñado, claro está, por Globovisión, que llamaron “Centro de Acopio”, regentado por uno de estos grupetes de estudiantes fascistas. Tal vez es una tímida reacción a la justa crítica que les hizo Chávez, en el sentido de que quienes se rasgan las vestiduras con lo de Amuay, teniendo tantos recursos, no han donado ni una botellita de agua para paliar el dolor de las víctimas. Y el tarantín de Ciudad Bolívar solo hace más evidente la omisión.

 

Ahora bien, aunque la acción del gobierno revolucionario ha logrado ganarle terreno a la ofensiva de la derecha, esto no significa que la misma ha sido superada. No dudemos que ellos están preparados para prolongarla y no descartemos nuevas sorpresas. Esto es un plan criminal dirigido por expertos y ya el presidente nos ha advertido contra el triunfalismo y la subestimación del enemigo.

 

Por ahora insistimos: no olvidemos la batalla política del simulacro electoral del próximo domingo. Claro que hay que seguir hablando de lo de Amuay, pues ellos no van a callar, pero no podemos dejar que nos encierren en esa trampa. Marquemos agenda propia, y parte de ello, al menos en esta semana, es ponernos a hablar desde ya del simulacro del domingo, y convocar y animar a nuestra gente para que no se quede ninguno sin votar.
——
* Periodista.

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