Apronte para las elecciones presidenciales: el reparto de los municipios en Chile

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Se dice (o peor, se piensa) en Chile que la elección de concejales —antes llamados regidores— y alcaldes, vulgo ediles, corresponde a un proceso ciudadano sui géneris, en el sentido de que es distante, ajeno a la lucha por el poder a escala nacional. Los municipios, de cualquier forma que se piense, o diga, conforman al fin y al cabo el primer peldaño en la escala del poder institucional. | LAGOS NILSSON.

 

La dictadura de 1973/1990 dejó amarrado un mecanismo perverso en materia de representación polítca: dividió el país en dos bloques al sentar las bases del sistema electoral binominal; un bloque, de sus herederos (hoy en el poder), y otro, de sus antiguos impugnadores convertidos en socios de los primeros por los pactos y acuerdos (de letra chica o invisible a la ciudadanía): la Alianza por Chile y la Concertación de Partidos por la Democracia.

 

Probablemente a lo largo del primer gobierno elegido luego del retiro voluntario de Pinochet, esa suerte de dicotomía correspondió a una media verdad: el temor y desaliento de los seguidores del «Tata» y su contraparte, los festejos apunados por el miedo al mismo «Tata» de quienes votaron Concertación parecían llenar el espectral universo político chileno.

 

Una segunda mirada, más atenta, devela una realidad distinta: los luchadores por las libertades 17 años conculcadas no se conformaban con el regreso de las meras formalidades democráticas, querían recuperar el impulso que en todos los órdenes había vivido el país durante los 1.000 días de Allende.

 

Antes de darse real cuenta de que el binominal era una camisa de fuerza inovilizadora de los ajenos al pacto de lo que el historiador Felipe Portales llamó «una democracia tutelada», la nueva elite que transitaba los pasillos del poder montó, en 1991, «la oficina» para asegurar el nuevo status quo —su misión oficial era impedir actos de terror y mantener a raya a los terroristas; poco antes había sido ajusticiado el ideólogo del terror institucionalizado: Jaime Guzmán A cargo de esa oficina un militante (socialista) de antecedentes irreprochables: Marcelo Shilling, probablemente bajo la supervisión política del subsecretario del Interior de la época, Belisario Velasco.

 

De cualquier modo la artificiosa división de la poblacion del paìs entre una centro-dereha «civilizada» (lo que se revelará mentira) y una centro-izquierda «prudente» (idem al paréntesis anterior) no pudo mantenerse por mucho tiempo en esos días denominados, vaya uno a saber por qué «de transición a la democracia».

 

Cuando, en el ejercicio de la Presidencia Ricardo Lagos dio por finalizada esa curiosa transición, no hizo otra cosa más que reconocer el fracaso del sistema binominal y dejar sibilinamente establecido que el rol de la representatividad de los actores de la farsa política-institucional era una farsa.

 

El proceso social que deslegitima fundamentalmente a los legisladores chilenos —pero arroja también sombras sobre el Poder Ejecutivo, que el Judicial se deslegitimó por sus propios méritos durante la dictadura y años siguientes— llega, con el gobierno de la presidente Bachelet, a su cúlmine. El actual presidente de Chile, el señor Piñera, que entre oras cosas terminó de develar la no existencia de una derecha civilizada, llega a La Moneda casi por una humorada ciudadana, no dispuesta a darle una quinta oportunidad a los «clowns» concertacionistas.

 

La ciudadanía pronto tuvo claro que si la Concertación no merece sus aplausos, la Alianza por Chile sí merece su repudio.

 

Oblicuo, rasante, astuto, sinuoso y misterioso como la Constelación de la Serpiente —que los astrólogos de la prensa cotidiana se niegan a reconocer, quizá porque nada saben de astrología— el Partido Comunista ya sin Gladys Marín, que solía recordar «otras voces, otros ámbitos», pone, mientras, en marcha a sus oficiales para conseguir, si hay dios, un lugar en el sistema o, si no hay dios, agrupar a los descontentos en un tercer campo de batallas políticas en el país.

 

Hegemonizar, pronto se da cuenta, un bloque «afuerino» respecto del binominal es tarea ciclópea: esos malditos anarquistas; así que se decide a tragar sapos y arañas, tomar el te con sus enemigos irreconciliables de clase, agacharse, fortalecerse, comprar corbatas nuevas, ellos, carteras nuevas, ellas, perdonar algunos deslices de su muñeca brava estudiantil y pactar. Pactar con la Concertación.

 

La táctica le permite hoy lucir dos diputados (en lenguaje popular-malevo chileno «metió la puntita») y, según como sean los resultados de las municipales, con el ojo en los métodos para la selección del candidato concertacionista ( si todo camina bien), «meter otro poquito» apoyándolo sin perder de vista al menos otro par de parlamentarios procurando hacerse cuasi garante de la hoy desmedrada paz social.

 

Pero lo ha salido gente (no invitada) al baile. El Partido de los progresistas saltó a la palestra sin esperar los resultados de las conversaciones PC-Concertación para repartirse algunas candidaturas edilicias. Dijo el PRO:
“Repartirse los municipios como trofeos de caza, demuestra que la Concertación y el PC no aprendieron nada de la derrota del 2009”.

Establecieron en una declaración pública como un absoluto contrasentido el acuerdo por omisión entre la Concertación y el Partido Comunista, que entregaría las comunas de Recoleta y Estación Central para el PC a cambio de nueve comunas para la Democracia Cristiana (DC). «No se puede estar hablando de apoyo al movimiento social, de construir una oposición ciudadana, para finalmente terminar repitiendo las peores prácticas de la política, que es repartirse los municipios entre cuatro paredes», indicó el vicepresidente del Partido Progresista Camilo Lagos.

 

Por su parte el Secretario General de la orgnización, Cristian Warner, aseguró que lo más triste es que los temores se hacen realidad, “las primarias de la Concertación eran con letra chica, no hay coanvicción en esa coalición, ni en ninguna del duopolio de querer cambiar las cosas para que Chile sea más participativo y democrático, les dijimos que no a esas primarias y a ninguna primaria con estas cúpulas que no dan confianza alguna, que las cosas en Chile se puedan hacer de una forma distinta al pasado.

 

Concluyen con un llamado a los precandidatos de los partidos de la Concertación a sacar la voz y plantearle al pueblo su pensamiento en éstas y otras materias.

 

Agregaron que se trata de «un espectáculo grotesco, la partidocracia que se autodefine de oposición, se reparten los municipios como trofeos de caza, no hay detrás ni ideas ni propuestas, simplemente repartija de cupos. Concertación y PC demuestran que no aprendieron nada con la derrota del 2009».

 

No caben dudas, el más nuevo de los partidos políticos —con o sin razones estratégicas— abrió oficialmente la otra carrera, la presidencial, y borró el mito de que las elecciones municipales son un asunto casi apolítico que se dirime como entre compadres locales.

 

Al cerrar esta nota debo dejar constancia que hoy, 15 de marzo de 2012, los estudiantes recibieron el primer apaleo de la temporada. Ni el PC, ni ninguno de la Concertación, ni el PRO ha dicho esta boca es mía. No lo creemos, pero puede ser que acaso compartan lo dicho por personajillos de gobierno: «son delincuentes». Y falta conocer el fin del día en Aysén…

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