Argentina, Chile, Perú y las ruidosas etapas del Dakar 2012

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Se corre entre la Argentina, Chile y Perú la versión 2012 de la carrera denominada Dakar, quizá en recuerdo de la capital de Senegal —país que cerró su territorio en 2008 a esa salvajada; pero el nombre se había impuesto como sinónimo de aventura y comercio, y por tal razón se «africanizan» parte de los desiertos de altura, pampas y costas de América para torpes rituales de pretendido valor.

Entonces se aseguró que África se cerraba por las amenazas de Al Qaeda —lo que no era cierto—; con premura los organizadores de las carreras se pusieron a la búsqueda de otro escenario. Lo encontraron en el rastacuerismo suramericano.

La iconografía del Dakar presenta una serie de camiones, camionetas, motos, triciclos, cuadriciclos, helicópteros y avionetas conducidos y pilotados por una serie de héroes o titanes contemporáneos religiosamente disfrazados (por eso hablamos de iconografía) de astronautas o algo parecido en lucha contra los avatares de la geografía.

Los argonautas redivivos siguen a un Jasón etéreo que se concreta en premios, inversiones financieras, motores poderosos; el velloncino de oro no es lo que buscan, fue desmadejado para pagar los recorridos, y el reino que reclamara el héroe de la leyenda es hoy el podio final, los champañazos (y probablemente el abrazo más o menos meretricio que cierra cada episodio y marca el regreso a casa).

Se puede leer, al respecto, en una antigua entrega de SurySur:
«Probablemente fuera eso: una aventura, suma de actos de arrojo y valor al comienzo; hoy es parte de un circo debidamente comercial y ‘globalizado’ no ajeno tampoco al interés de algunos fabricantes y distribuidores de vehículos (motos, cuatrimotos, automóviles y camiones), neumáticos, lubricantes, combustibles, accesorios varios.

«A los que se suman entusiastas compañías que proveen de alimentación, agencias de viajes y turismo, sector hotelero, casinos, la ‘industria’ de la prostitución y, aunque parezca poco serio, gobiernos regionales y nacionales en la Argentina y Chile, que ven la realización del rally entre sus fronteras como inserción de esos países en el mundo.

«Más de 2.000 personas, en su  mayoría mecánicos y técnicos, trabajan a tiempo completo entre edición y edición de la famosa competencia. Un enramado de auspiciantes públicos y privados son buscados, perseguidos y encontrados por los equipos participantes. El Estado de Chile, por ejemplo, auspició con una buena suma en efectivo a un corredor, De Gavardo, para la última versión del Rally; la cifra superó el millón de dólares estadounidenses. De Gavardo no llegó, incidentalmente, entre los primeros a la meta en Buenos Aires.»[1]

Un medio periodístico argentino no miraba con buenos ojos la prueba cuando ésta se instaló en el continente: «Muchos verán a este deporte como algo bueno, aventurero, emocionante, otros lo ven como una entrada de dinero y hasta nos dicen que gracias al Dakar se reactivan las economías de los pueblos del interior de la Republica Argentina y se incentiva el turismo extranjero. Estas son las mentiras más grandes que podemos escuchar, entre muchas otras.

«El Dakar, no es más que un deporte de la muerte, de la destrucción (…) La verdadera cara es mucho más oscura de lo que muchos se imaginan.

«Este deporte implica sometimiento a las comunidades nativas de ambos países, también a pequeños productores y chacareros. Detrás del Dakar hay una mafia inimaginable, intereses económicos que desde nuestro pequeño rincón de la sociedad no comprenderemos jamás.

«(…) Atravesando reservas ecológicas, parques nacionales, patrimonios nacionales, arruinando así reliquias arqueológicas, arrollando arbustos donde muchas aves hacen sus nidos, destruyendo toda la flora y fauna del lugar por donde pasen.»[2]

Después de la competencia de 2009 asociaciones y entidades ciudadanas —gremiales, académicas, públicas y privadas— protestaron en Argentina y Chile por los daños causados por el paso de los competidores y la caravana de apoyos que los siguen.

«El director del Área Fundacional de la Ciudad de Mendoza, Horacio Chiavazza, señalaba el 2009:
‘Muchos de los sitios que los arqueólogos hemos trabajado en precordillera y sobre todo en las llanuras del norte (Lavalle, Santa Rosa), centro (San Carlos) y sur provincial, se encuentran en lugares que serán objeto de los recorridos de 82 camiones, 188 autos y 230 motos (sin contar los equipos de auxilio y asistencia); es fácil predecir que en el itinerario se pasará por ocupaciones muy antiguas, de más de 4.000 años. La destrucción puede ser irreparable”.[3]

El colegio de Arqueólogos de Chile se refirió oportunamente a los daños irreversibles causados por la prueba Dakar en su primera edición. Expresan: «Respecto a la parte del Patrimonio que nos atañe, lo arqueológico, debemos señalar que se trata de vestigios únicos, descubiertos y por descrubrir, de la presencia nuestros antepasados en el territorio nacional.

«Se trata de restos de los primeros pobladores de América, la presencia del Imperio Inca, la llegada de Diego de Almagro y sus huestes, la guerra del Pacífico o el glorioso auge de la explotación minera del salitre. Evidencia que ha sido escasamente estudiada y merece ser protegida por la preservación de la historia de Chile.

«Tras el paso del Dakar 2009, el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) constató el daño a sitios arqueológicos en la IV región, pese a que los organizadores del evento aseguraban públicamente que se habían llevado a cabo estudios ambientales previos.

«Este año, para paliar la situación, se destinaron recursos para prospectar y mitigar un trazado de aproximadamente 2.000 kms. de largo, a sólo un mes del inicio de la prueba. Condiciones que están lejos de las ideales para proteger el patrimonio arqueológico, más aún si es sabido que estas rutas no son las definitivas (sea por el resguardo de la confidencialidad de estas antes del inicio de la competencia o por las imponderables desviaciones de los pilotos). Y si bien esta vez se logró cercar provisoriamente algunos de los más de cien hallazgos, sabemos que hay otros se impactarán irremediablemente».[4]

Corriéndose la edición 2012, ningún medio periodístico —ni impreso, ni radial ni televisión de importancia— ha dicho esta boca es mía: todos informan, a ratos bordeando la histeria, sobre los aconteceres del Rally Dakar. ¿Por qué será?

De los gobiernos la sabiduría sabe qué esperar (nada, o sí, algo: represión, silencios, mentiras, entrega). Ahora los ciudadanos saben qué se trae la prensa seria, incluyendo aquella que se las da de independiente y de decir la verdad.

Notas
[1] Ver SurySur
[2[ Ver Taringa
[3] De un artículo publicado originalmente por Pedro Hererra en el periódico digital argentino El Cocuyo (www.elcoyuyo.org) y reproducido in extensu en el periódico chileno El Ciudadano aquí.
[4] Ver declaración del Colegio de Arqueólogos y este portal.

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