Bicentenario chileno: Ahora le toca al pueblo

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Manuel Cabieses Donoso*
 
Las condiciones en que nuestros antepasados se entregaron a la lucha no fueron más fáciles que las actuales. Por el contrario, hoy contamos con una experiencia de victorias, errores y derrotas, que ellos no tuvieron para diseñar sus estrategias. Así ha sido desde la lucha de emancipación, en los albores de la República. Un puñado de valientes, casi sin otras armas que cuchillos y lanzas de coligüe, se lanzaron a hacer realidad los tibios balbuceos independentistas de 1810.

Dignos herederos de esos hombres y mujeres que engendraron la Patria, removiendo conciencias, derrotando la ignorancia, la indiferencia, el fanatismo religioso y el servilismo al poder colonial, venciendo al ejército aguerrido y veterano de una potencia europea, fueron los chilenos y chilenas que a fines del siglo XIX y comienzos del XX echaron los cimientos del movimiento popular y que construyeron la necesaria vanguardia política. El costo de sangre que pagó el pueblo -en masacres que tiñeron de rojo la pampa salitrera, los centros urbanos, los campos y montañas hasta el extremo austral-, fue enorme. Sin embargo, nuestros antepasados no desmayaron y su lucha de generaciones creó las condiciones que en 1970 permitieron alcanzar una histórica victoria.

Por fin se avizoraba la plenitud de la soberanía del pueblo y de la independencia nacional enajenada a sucesivos imperios. Sin embargo, la traición militar, con la complicidad de la burguesía, asistidos por agencias secretas del imperio, troncharon el gobierno del presidente Salvador Allende e hicieron polvo esos sueños, echando mano a los métodos más siniestros del terrorismo de Estado para liquidar físicamente a los partidos revolucionarios y aniquilar al movimiento popular.De esa terrible experiencia el pueblo chileno aún no termina de sobreponerse.

No obstante, aunque diezmada, la Izquierda chilena no está destruida. Han brotado retoños de la lucha social y política que comienzan a hacer su propia experiencia. Ha llegado el tiempo de sumar fuerzas, romper el aislamiento y recrear lazos de confianza. Es hora de actuar para que tome coherencia y se abra paso una alternativa de Izquierda sin ambigüedades ni compromisos que diluyan su identidad. Se requiere sacar del letargo y el escepticismo a un vasto sector popular que desconfía de prácticas políticas en las que han visto métodos corruptos y conductas inconsecuentes. Por eso, lo prioritario es lo que Fidel Castro y los revolucionarios cubanos, precursores del socialismo en nuestra América, llaman la “batalla de ideas”.

Es precisamente en el terreno ideológico donde la Izquierda sufrió su peor derrota. En ese campo devastado, donde hoy sólo crecen la indiferencia y la desconfianza, es donde comienza la lucha en el tercer siglo de la República.
El camino para hacer de Chile un país distinto -más justo, independiente y soberano, más tolerante y comprometido con un proyecto nacional que permita liberarse de las trabas que entorpecen el desarrollo de sus potencialidades-, requiere enorme voluntad colectiva y una mirada de altura en la conducción política.

Tales exigencias no deben inhibir la acción. Ninguna hazaña humana se logró sin trabajo y grandes sacrificios. Ningún proceso de cambios profundos, como los que necesita Chile, comenzó con el triunfo asegurado de antemano. Lo advertía Marx a propósito de la Comuna de París: “Desde luego, sería muy cómodo hacer la historia universal si la lucha se pudiese emprender sólo en condiciones infaliblemente favorables”.

El norte hacia el cual debe poner el rumbo la Izquierda ideológica y orgánicamente reconstruida, es sin duda el socialismo. Pero no podría cumplir su misión si aceptara la tutela reformista a cambio de ocupar un lugar en el híbrido complejo político que agrupa a los servidores probados del neoliberalismo.

La Izquierda necesita crear una corriente de opinión propia, independiente, que sostenga formas de organización social y política más avanzadas, capaces de realizar cambios de fondo. Y para eso -en una perspectiva de largo plazo- hay que echarse a andar con optimismo, sin temores ni complejos, como hicieron los padres de la Patria y los fundadores del movimiento obrero y de la Izquierda chilena, asumiendo que en este siglo derrotaremos las injusticias y la desigualdad del país del Bicentenario
 
*Editorial de Punto Final, año 45, edición Nº 718, 16 de septiembre, 2010

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