Para los políticos de esa nación la región al sur del río Grande no existe. Tan sólo cuando surge algún gobierno que reivindica políticas propias. Entonces la respuesta se elabora en la trastienda de la Casa Blanca –no en un debate electoral– para eliminarlo, como ocurrió con el guatemalteco Arbenz, el dominicano Bosh, el argentino Perón, el brasileño Goulart, el boliviano Villarroel, el venezolano Gallegos, el chileno Allende y otros. Con Chávez la diferencia radica en que los candidatos, y sus equipos, lo han colocado en la agenda de las elecciones de noviembre. Obama no aguantó la tentación de aludirlo. Las presiones debieron ser muy grandes, y aun cuando abrió una rendija, de forma discreta y condicional, sobre la posibilidad de hablar con el mandatario venezolano, cayó en el lugar común de petrolizar su opinión como si eso fuera lo fundamental en la relación con Venezuela, y no lo que ocurre en una región que cada día muestra mayor voluntad de ejercer políticas soberanas.
De McCain ni qué hablar. Es lo mismo que viene haciendo y diciendo Bush desde que arribó a la Presidencia, ahora reforzado por el lenguaje estridente y banal de la dama que escogió como pareja para la Vicepresidencia.
Podrá caer el precio del petróleo, Venezuela podría dejar de ser proveedor de crudo de EEUU; es decir, por la razón que sea, si desaparecen el petróleo de la relación EEUU-Venezuela e, incluso, Chávez, el sentimiento de independencia de la región no se extinguirá.
Por el contrario, mientras las políticas que tanto demócratas como republicanos manejan con simplismo conmovedor en sus campañas no cambien y sean las que luego llevan al Gobierno, la anacrónica noción de "patio trasero" que impera en la mentalidad gringa acrecentará los problemas entre EEUU y Latinoamérica.–
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