Chile, a propósito de la «cuestión drogas»: no son tiempos para la esperanza, pero…

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Lagos Nilsson.

Quienes han pasado la noche a pleno campo, en la montaña o a orillas de la mar saben que no es cierto que lo hora más oscura precede al amanecer; ello sucede, y es una metáfora, en otros lugares, no físicos y especialmente en el terreno de la alta política. No es que el MEO-progresismo seduzca porque sí, pero es entre los pocos que en Chile "dicen" algo. El resto ya se verá.

Aclaramos: Meo-progresismo para diferenciar las estructuras que se levantan y arman en torno al ex diputado Marco Enríquez-Ominami —que se llaman a sí mismas progresistas— de la ceniza y restos a veces malolientes de lo que antes podía ubicarse en la franja que iba de los matices del centro a los de la izquierda revolucionaria —que en la actualidad conforma la paradoja de un universo vacío.

Lo que no logró para la izquierda la dictadura, destruirla, hacer añicos todas sus expresiones social-comunitarias, lo consiguió la Concertación vaciando, por ejemplo, de contenidos programáticos y teóricos al Partido Socialista, marginando al Partido Comunista, jibarizando al Partido Radical, en fin, en medio de aplausos al rol "democratizador" de la Democraciacristiana (a cuyos dirigentes jamás se les pidió cuenta de su rol fascistoide durante el goibierno de Allende), olvidando la rica, por contradictoria, experiencia acumulada —en lo inmediato— entre el Frente Popular de los treintas y la Unidad Popular de los sesentas.

Calladitos unos, lejos los otros

En un plano ético pone al desnudo lo que fue la Concertación —que ya no será más— un hecho: fue un ministro de Piñera —Allamand, el del "desalojo", para mayor vergüenza— quien echó del Ministerio de Defensa a las apernadas alimañas ex represores. Sin dudar a priori de la sensibilidad moral de Allamand el hecho pone al desnudo —y quizá sea un ejemplo de— la realidad del pacto que posibilitó la peculiar "transición" a la democracia de principios de los noventas.

En Chile el mundillo de la política se ha llamado a silencio. El espectro de la derecha porque hace mucho dejó de ser chileno, integrado como está en los pelos de la cola del león (o ratón) de la mundialización: no existe una categoría "burguesía nacional". Y el otro espectro, hoy lamiéndose entre traiciones y otras bastardías, no tiene nada que decir —salvo por la emisión de sus ventosidades de la cabeza.

Entremedio, aceptémoslo, merodean algunos arrepentidos ex concertacionistas, muchos honestos que abrieron los ojos un poco tarde (aceptémoslo también) y después de más de dos décadas lograron saltar las barandas de la disciplina —o se les acabaron las canonjías—; otros puede que no sean honestos, pero ¡qué se le va a hacer en un planeta que convirtió hasta la vida en un negocio!

Hablemos de estupefacientes y aceleradores

De las malsanas drogas, claro; en concreto de cocaína y de pasta básica, el subproducto especial para pobres; hablemos de metanfetas —que el éxtasis parece "pasó de moda"— y por ahora callemos otras varias: las azulitas para la cama, las blancas para el estrés, unas medio verdosas vaya a saber uno para qué (en fin, los sucedáneos del antiguo láudano de las damas bien, pero depresivas). Y no digamos nada de los anabólicos y tampoco de las adelgazantes, que no son cosas aptas para pobres. Ni drogas, bah.

La yerbita —esa que la cucaracha del corrido mexicano no puede fumar porque se le acabó— es de suyo diferente. Para los antidrogas, en especial para las autoridades encargadas de reprimir su consumo, característica de la marihuana es constituir el primer paso en la carrera que permitirá el salto hacia las duras; en Chile las duras son la cocaína y la pasta, en otras landas la heroína y esa enamorada de los médicos del novela: la morfina; pero no desesperemos, ambas llegaron, solo que son todavía muy caras (y las metanfetas más económicas y fáciles de conseguir), pero en el Triángulo de Oro tanto como en Afganistán "liberado" se trabaja sin pausa. ¡Paciencia!

La marihuana (o mariguana o marijuana antaño) es una suerte de tabaco verde que hace toser a mucha gente, deja u n aroma que suele calificarse como acre y al fumador apaciblemente tranquilo. Es un estupefaciente que vaya uno a saber por qué perversión discriminatoria-policial fue puesta fuera de la ley hace un siglo (más o menos) en EEUU. La leyenda asegura que para evitar que negros enmariguanados hicieran de las suyas con las inocentes mujeres blancas —en Louisiana, creo.

En fin, no conozco fumadores de yerba adultos —personas de esas que la gente llama "normales"— que hayan, ni literal ni metafóricamennte, volado del cannabis al clorhidrato u otras especias. Por normales entiendo algún abogado, agente de banco, mecánico, psicólogo, farmaceuta, deportista, estudiantes varios, e incluso un policía. Sin olvidar a dueñas de casa, escritores y artisrts y artesanos.

Pero no. Es obsceno plantear siquiera teoréticamente la posibilidad de que el Estado reconozca el uso social de algunas sustancias que antes se daban por inexistentes y hoy resultan prohibidas. Categórico el ministro del Interior, como con la kipá bien puesta, dijo "Este gobierno no va a legalizar ninguna droga". Miles de kipot, sombreros, gorros de astracán, boinas, kepis y hasta un antiguo fez, obviemos los etc…, fueron echados con gozo al aire. ¡Hurrá!

Empero la compañera cocaína es una realidad cotidiana. Como las metanfetas; quizá la diferencia es que la cocaína por lo general hay que ir a buscarla a lo del proveedor (el díler nuestro de todos los días), mientras que las elegantes pastillitas, caramelos, estampillas, etc… de repente aparecen, oh, milagro, en la barra de un lugar de alterne —dicho alterne sin connotaciones hispànicas— hasta de los más jóvenes. Dicen porai que la pasta básica incluso la ofrecen a metros de la puerta de salida de las escuelas (para pobres) y colegios (de "gente como uno"). Y no hablemos de plazas, parques, antros de recitales pop y otros templos.

Los progresistas del MEO

El gobierno del inefable don Sebas y acólitos está seguro: la drogadicción y el micro/macro tráfico es asunto de pobres (¿querrá decir flaites, sea lo que fuere un flaite?), de cesantes (porque los muy pobres lo son por estar cesantes) e iletrados. Hipótesis encantadora que libera de culpas y responsabilidades, de capas medias para arriba, al resto de la sociedad.

Me gustó que ante la inmarchitable, por plástica, es decir no viva, seguridad gubernamental alguien saliera a la pista de baile. Eduardo Vergara Bolbarán,de la Fundación Progresa —especie de academia del futuro Partido Progresista— pidió parar la música: desafinaba. Dijo: "Cerrarse de lleno al debate de la legalización de las drogas es (…) sumarse a una guerra fallida e incoherente”.

Preocupado el hombre, y no le faltan razones. Una dependencia de las Naciones Unidas asegura, también preocupadamente, que la aspiración de cocaína crece y crece en Chile y (seamos justos) en otros países del Cono Sur.

Un boletín de la Fundación Progresa señala que su director ejecutivo, a propósito de que la droga es asunto de pobres y otras cosas, habría dicho, y citamos textualmente:

“La actitud totalitaria y arcaica demostrada por el ministro Hinzpeter es decepcionante. Cerrar de lleno el debate de la legalización de las drogas es mirar el problema con ojos del pasado y sumarse a una guerra fallida e incoherente. Esto es remar contra la corriente, cuando muchos países deberíamos al menos estar pensando en la despenalización de la marihuana. Los debates sobre otras drogas pueden esperar.”

Para agregar, siempre según el boletín mencionado, que el criterio del ministro “refleja la posición en que estaba México cuando años atras pensó que nunca le sucedería lo de Colombia. Hoy, 13 años más tarde, y luego de más de 30 mil muertos, los países afectados están pensando de otra manera y se están abriendo a la legalización”.

Eso de "puede esperar"

Pudiere pensarse que no es aconsejable retrasar el debate sobre ninguna droga o sicotrópico de uso "por la libre"; pero al fin y al cabo el progresismo es así: gradual, quizá no le gusta el paisaje, pero no corta los puentes de los que quieren atravesar el río para mirarlo. Así que, por ahora, al parecer lo importante es el "combate contra la marijuana". Nadie le sacará de la cabeza al gobierno que la quema o destrucción de unas ocho decenas de miles de plantas es un triunfo. Plantas incineradas en Chile, lo que en realidad signfica menos competencia para la prensada del Paraguay y un alza en el precio.

Eso no lo dijo Vergara, Vergara dijo: "Celebrar estas incautaciones es hacer una fiesta falsa. Estamos midiendo el éxito de una política pública por medio de las quemas de plantas y la cantidad de ciudadanos que metemos tras las rejas. No podemos festejar hasta que todos estén lo suficientemente educados y puedan optar por vivir vidas responsables, donde el consumo sea regulado y donde prime el respeto a los derechos humanos y la opción a elegir.” Chapeau!

Seamos claros: hay un mercado semi o seudo clandestino en el que se transa todo tipo de productos; no es un mercado de trueque (por más que en ocasiones sí haya trueque: cuerpo sexuado por droga, por ejemplo). Y probablemente en ese mercado pensaba el hombre del progresismo al decir:

“Cuando el gobierno asegura que las causas de la drogadicción son la pobreza y la mala educación, continúa generando un estigmatismo falso. El mercado de la droga lo activan los sectores más pudientes, no los más pobres. La diferencia es que frente a la adicción los pobres pueden ser más sinceros, pero los ricos no salen del ‘closet’ (armario) y acarrean un silencio tremendo que tiene a esta sociedad encarcelada en los tabúes”. Para sumar:

“Esta es una doble ofensa, no sólo al estigmatizar a los más pobres, sino que a atribuir la adicción a la mala educación, porque coincide que la mala educación la reciben quienes no pueden pagar por un colegio privado. Todo esto es una tremenda incoherencia, no son más adictos quienes viven en La Legua que quienes compran cocaína y marihuana en la Plaza San Enrique”. La Legua es un poblamiento marginal de Santiago; la plaza de marras un poblamiento pudiente.

Una gran verdad todavía ajena a los cruces verbales transcritos, y a otros, es que si bien la yerba puede jugar un rol en el paso hacia formas más serias de consumos prohibidos, pero reales, ello se debe precisamente a la existencia de un mercado cuyos ofertantes crean demanda para mercancías más caras y por cierto más adictivas, No es común, en rigor casi inexistente, el síndrome de abstinencia respecto de la yerba comparado con el que presentan los que han sido inficionados por la cocaína (cocaína no es lo mismo que coca) —para no hablar de aquellos que han cedido más de cuatro o cinco veces seguidas a las delicias de la jeringa heroinómana.

Mientras, que muchachas y muchachos de 14 o 15 años, y menos, se estacionen por doquier con sus "chelas" entre las piernas, con su tetrabrick vinífero, con el ron infame en envases de hasta un un galón de plástico o la publicidad los convenza de que los "sours" de pisco con químicos indeletreables son buenos no interesa a nadie. Busness is business. Por algo la etapa final de la dictadura inauguró las botillerías de emergencia…

Y ahora tenemos drogas. No pensarlo es caminar con un aditamento hundido en el trasero y decir que no es cierto. O que no se tiene trasero. Lo que no debe escandalizar a nadie. En lo que tardó usted en leer estas líneas se produjo un aborto, o más de un aborto, de mujer joven o de niña-mujer.

Tampoco importa. Las santas iglesias de predadores sexuales, negociantes y sectarios han determinado que la educación sexual es un error grosero referida a la actividad genital y que la píldora del día después es cosa e’ Mandinga, La función debe continuar.

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