Chile, cuidado con la temporada de carajos

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Hay términos caros a la lengua, aunque no se sepa muy bien de dónde salieron; carajo es uno de ellos. Salvo excepcionalmente no denota ni implica por razón alguna algo positivo. Mandar a alguien al carajo es una manera eficaz de hacerle sentir desprecio. Y decirle que es un carajo constituye un modo directo para que sepa que no hay en castellano forma peor de nombrarlo. Un carajo fue visto por esos centros comerciales elegantosos del barrio alto de Santiago —que algunos llaman «malls».| LAGOS NILSSON.

 

No es el primer condenado por ese eufemismo de «violación a los derechos humanos» —lo que quiere decir asesinatos, torturas, desapariciones de personas— que se ha visto alguna vez echándose un paseo o ir compras, mondo y lirondo, con el pelo bien cortado, de traje (a veces de «elegante sport», sea lo que fuere la expresión), por los mismos lugares que suelen frecuentar los seres humanos.

 

Ha ocurrido en la Argentina y el caso de Odlanier Mena ni es nuevo ni es único en Chile. Mena fue director de la Central Nacional de Informaciones, tal vez considerado benemérito organismo de la dictadura militar-cívica chilena que sucediò a la DINA por algunos prohombres encaramados en el poder. Y debe haber sido benemérita la CNI porque el ex militar aloja en Punta Peuco, suerte de resort mandado a construir por el entonces presidente Frei Ruiz-Tagle para alojar a militares, militares retirados y otra calaña de asesinos.

 

Cerca de Til-til se ubica el Centro de detención preventiva y cumplimiento penitenciario especial Punta Peuco; lo de especial es lo que convierte a esta cárcel en un resort con todas comodidades; por ejemplo la docena de cabañas de dos dormitorios, bien alhajadas con baño —agua caliente—, sala de estar amplia, calefacción, facilidades para la conexión a internet y, ¡cómo no!, teléfono para arreglar sus citas y visitas (conyugales y no); el entorno no va a la zaga: jardines, piscina, cancha de tenis y un quincho compartido. Matar a mansalva por cuenta del Estado —y sin fijarse en el número de muertos— en Chile rinde más que asaltar un banco (o tenerlo).

 

Odlanier Mena no fue un niño de pecho durante los años oscuros, llegó a comandar un cuerpo del ejército y solía participar con entusiasmo en actividades marginales a su rol de oficial; una de ellas, en el norte del país, significó la muerte de tres militantes del Partido Socialista de entonces. Los despeñaron —probablemente antes les dispararon a mansalva— en una quebrada del desierto. Generosos, Mena y el ejército asumieron que todo había sido un accidente: se sabe, las rutas son peligrosas y, total, ni Codocco, Donoso y Valenzuela dirían nada.

 

Más generosa todavía fue la «justicia chilena», que lo mandó a Punta Peuco (los condenados que cumplen pena allí cuentan, como corresponde a valientes oficiales, con soldados para que cumplan sus mandados —comprar, por ejemplo, la carne de los asados y si en eso estamos, también un vinillo y el sano whisky: quién se fija en detalles). Como Mena es, al parecer, estimado milico tenía salida autorizada los domingos: ¿por qué?.

 

De cualquier modo durante el paseo de compras por el monumental y coqueto Parque Arauco Mena fue reconocido por un periodista: Ignacio Vidaurrazaga el sábado 19 de mayo, cerca de las 13.30. Lo siguió y cuando lo fotografió, Mena trató de esconderse tras unos estantes; no debe sorprender eso de esconderse: al fin y al cabo los integrantes de la jauría rastreadora y asesina se comportaron siempre como cobardes y mentirosos.

 

Seamos justos, el ex jefe de la CNI no es el único que goza de ciertos privilegios; uno de sus subordinados de entonces, Álvaro Corbalán —que en cualquier novela negra policial sería descrito como «enemigo público número uno— estuvo más de tres meses internado en el Hospital Militar porque le dolía una muela…

 

El relato de Vidaurrazaga puede leerse en Cambio 21.

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1 comentario
  1. Bernardita Huerta D. dice

    Para su conocimiento, señor ignorante, el señor Odlanier Mena no ha estado nunca en Punta Peuco sinoen otra mazmorra de los marxistas.
    Tiene salida de viernes en la noche a domingo en la noche y si se la dan es porque la merece.
    Lleva más de la mitad de la injusta pena cumplida, no lleva un año preso sino casi cuatro.
    El carajo es un lugar en lo alto del palo de un velero desde donde se ve a lo lejos, se vigila y también se manda a los marineros castigados, porque hace frío, viento, se mueve mucho, se marean etc. Les decían «ándate al carajo» y debían subir por alto y quedarse ahí hasta que terminara el castigo.
    Señor periodista, jamás ha estado preso usted? Estudie los reglamentos por favor antes de hablar.

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