Chile, El Mercurio no necesita mentir

976

Álvaro Cuadra* 

 
En el Chile oligárquico-liberal de 1900, a diez años de la derrota de Balmaceda, hacia su debut El Mercurio de Santiago. Con las armas de un periodismo moderno, le fue fácil desplazar a El Ferrocarril, emblemático periódico del siglo XIX, e instalarse como el “Decano de la prensa chilena” durante todo el siglo XX.
Hasta el presente, ha llegado a ser lectura obligada de izquierdas y derechas que lo tienen como punto de referencia del mapa político nacional.
 
 
El Mercurio se jactaba, en los años setentas, de que hasta el mismo presidente Salvador Allende atendía a sus páginas. Si bien su pasado reciente es más que turbio, no cabe duda que en un momento de nuestra historia asumió el papel de “estado mayor” ideológico y político de la derecha chilena. Sus editoriales marcaron el curso de los acontecimientos en Chile. La sabiduría popular, anclada en el sentido común, lo ha reconocido desde siempre como un diario “momio”, imprescindible, no obstante, a la hora de poner “avisos clasificados”.
 
En la actualidad, aquel grito contestatario de los jóvenes de la Pontificia Universidad Católica, “El Mercurio miente”, se ha perdido como una lejana cita de los años sesentas. El Mercurio ya no necesita mentir, ya no se requiere utilizar las armas del lenguaje tendencioso al servicio de los poderosos. Pasaron los tiempos en que sus páginas conjuraban la conspiración para derribar gobiernos y ni siquiera requiere de un hipócrita recato republicano para revestir de legalidad a una deleznable dictadura. Como portavoz del capitalismo criollo y globalizado, El Mercurio de hoy ordena y prescribe un orden social y cultural; autoriza y sanciona la circulación del poder político y simbólico en Chile, configurando un imaginario conservador.
 
El Mercurio ya no miente, significa.
 
El Mercurio no necesita mentir, pues, la sociedad chilena ya no se debate entre dos mundos posibles. El Chile actual es un universo paradojal en que los medios y las pantallas de plasma multicolor sólo remiten a un mundo monocromático. El Mercurio no necesita mentir cuando Chile entero se ha vuelto “mercurial”.
 
En este sentido, el centenario decano de la prensa chilena, como una voz solitaria, administra el tránsito de este pequeño rincón del mundo al capitalismo globalizado, cuyo sentido territorial y nacional se ha desvanecido en los flujos de redes digitales.
 
El lento e ineluctable declive de la ciudad letrada y republicana le otorga a El Mercurio una cierta pátina de monumento. Próximos al Bicentenario, cuando cualquier noción de República se desvanece, convertida en mero simulacro; cuando la idea misma de Democracia (con mayúscula) se desdibuja como pura performance medíatica y estadística; el otrora Decano de la prensa chilena sigue orientando a los capitalistas chilenos con los altibajos de las Bolsas, alimentando la crítica literaria, publicando sus fotografías en páginas sociales e inventando Chile, día a día.
 
El Mercurio ya no está en su edificio de la calle Compañía, en el centro de Santiago, pero está más presente que nunca. Es como si el gran diario del siglo XX se hubiese vuelto invisible a los ojos de los transeúntes. Al igual que el Chile de hoy, donde el imaginario del consumo ha disuelto todo antagonismo, toda pasión y toda utopía. Ya no es posible ver a El Mercurio en aquella histórica esquina de la capital, junto a los Tribunales de Justicia. Hoy sólo se erigen allí unas viejas paredes que delimitan un sitio baldío, un espacio vacío donde se acumulan escombros y que algunos malos ciudadanos utilizan para depositar basura.
 
 
* Académico e Investigador. Escuela Latinoamericana de Postgrados.
Arena Pública, plataforma de opinión de Universidad ARCIS.
 

 

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.