En los más de 200 años de vida independiente, Chile ha enfrentado situaciones dramáticas como las guerras del siglo XIX, incluyendo una entre chilenos en 1891. El proceso de modernización que llegó con el siglo XX no fue aprovechado del todo, las crisis acompañaron al país junto a cataclismos que alteraron nuestra geografía, los dramáticos sucesos de 1973 que acabó con la democracia y sumergió al país en una interminable dictadura militar. Tuvimos grandes aciertos y también gruesos errores. Hoy, a raíz de la crisis sistémica que atraviesa la humanidad, tenemos ante nosotros una gran oportunidad para dar el salto real al desarrollo.
Una mirada global
La crisis planetaria originada por el, sumada al cambio climático y a la recesión de la gran mayoría de las economías, ha acelerado la discusión sobre nuestro modelo de crecimiento y de consumo. El mundo no será igual. La fuente principal de riqueza, el trabajo, como lo hemos conocido hasta hoy, sufrirá transformaciones importantes producto de la nueva economía, el avance tecnológico, la digitalización, robotización, inteligencia artificial y el uso de los datos que, con una velocidad impresionante, han modificado nuestra forma de vida.
Paralelamente hay una perspectiva diferente respecto al papel del Estado en la sociedad, en especial en aquellas materias vinculadas con el bienestar social de las personas. Estamos, probablemente, ante un cambio que no podemos dimensionar en su total magnitud, como parece ser esta cuarta revolución industrial en curso, que modificará la forma de cómo vivimos y del mundo del trabajo, presionado por las amenazas del cambio climático, el crecimiento de la población y la sobreexplotación de los recursos naturales, entre otros.
De acuerdo con los informes de la Unión Europea, la temperatura media del planeta ha aumentado en 1.0 grado desde la Revolución Industrial, principalmente por responsabilidad humana en la emisión de gases de efecto invernadero, la deforestación y naturalmente la industrialización. Las consecuencias las estamos comenzando a sufrir con la mega sequía que vivimos en Chile. Se estima que, de no haber cambios, se podría elevar ésta, en 2.0 grados en 2050, por lo que los países deben rebajar de manera urgente las emisiones[1]. Los estudios demográficos de Naciones Unidas proyectan que la población mundial pasará de 2,6 mil millones que tenía en 1950 a 9,7 mil millones de seres humanos para el año 2050[2].
Nuestro Chile
Chile está fuertemente integrado al mundo y el comercio exterior es uno de los pilares de nuestro desarrollo. En los últimos 30 años el país ha sido citado como ejemplo de crecimiento y estabilidad macroeconómica y política. Sin embargo, a partir de octubre de 2019, ha sido sacudido por tres hechos que lo han puesto en una verdadera encrucijada respecto a su futuro: primero, el estallido social, referido no solo a los hechos de violencia sino a las continuas manifestaciones multitudinarias que dieron cuenta de un profundo malestar social y que terminó cambiando la agenda política, pidiendo más que nada, dignidad.
En segundo lugar, la pandemia del coronavirus que desnudó la fragilidad del Estado al mostrar las debilidades del sistema de salud pública que atiende al 80% de la población, la ineficiencia de la burocracia para responder a la urgencia, la desconexión de la elite con la realidad del hacinamiento en las viviendas, la insuficiencia del modelo asistencialista, el sobreendeudamiento y la marginalidad en las ciudades, junto al dominio de sectores por el narcotráfico.
En tercer lugar, la perspectiva de un plebiscito para cambiar la Constitución, donde las encuestas otorgan una amplia mayoría a quienes piensan que la actual está agotada o que necesita reformarse. Estas tres circunstancias son lo que algunos autores llaman una “coyuntura crítica”[3], para indicar que son hechos que pueden ser aprovechados para cambiar el rumbo de una sociedad, fortaleciendo o creando nuevas instituciones que otorguen legitimidad, favorezcan la participación, permitan la inclusión y estimulen las fuerzas innovadoras que esperan su oportunidad para desarrollarse.
Chile ha atravesado por circunstancias similares, aprovechado y desaprovechado estas “coyunturas críticas”, como, por ejemplo, luego de la Guerra del Pacífico (1879-1883), que integró vastos y ricos territorios al país. Sin embargo, se desperdició la oportunidad al no generar nuevas instituciones inclusivas que permitieran la integración a través de la educación y el mejoramiento de las condiciones de vida de las mayorías postergadas. La elite política y económica de la época no tuvo la visión para integrar al consumo a las masas de gente que emigró del campo a las salitreras y a las ciudades.
Fue una ocasión perdida. Posteriormente, el país fue sacudido por la crisis y la recesión mundial de 1929 que coincidió con el descubrimiento del salitre sintético y con ello el hundimiento de la economía chilena. El presidente Arturo Alessandri Palma creó en 1932 el “Consejo de Economía Nacional”, designando a Pedro Aguirre Cerda como su director con la misión de modernizar el país, en lo que llamó la urgencia de “la cuestión industrial”.
A los pocos años, el país fue estremecido por el terremoto de Chillán, en 1939, de 8,3 grados en la escala de Richter, dejando alrededor de 30 mil muertos y destrucción en un país empobrecido. Sin embargo, Aguirre Cerda, ya presidente de la república, convocó a la elite política de la época a acelerar un nuevo modelo productivo basado en la industrialización.
El trabajo que habían iniciado años antes un grupo de profesionales, empresarios y políticos con la mirada larga, dio vida a la Corporación de Fomento (CORFO) en 1941. Con ello, el Estado se involucró en la creación de las grandes empresas del siglo XX, como fueron Endesa, Iansa, Cap, la Corporación del Cobre, la modernización de Lan Chile y otras que permitieron la creación de miles de empleos y generación de riqueza, para financiar la expansión de la educación pública, de la salud, la construcción de viviendas, entre muchas otras.
El futuro está aquí
Hoy Chile tiene una nueva oportunidad que debemos aprovechar, pese a los tiempos difíciles que nos esperan. La crisis sistémica que cruza el planeta provocará este año una caída de la economía mundial de -5,2% y del -32% del comercio, de acuerdo con las proyecciones de la CEPAL[4]. El mismo estudio señala que la concentración de la riqueza y de las desigualdades a nivel global y en el caso de nuestra región, la cultura del asistencialismo y no escuchar las demandas de los sectores medios, han generado las protestas que hemos visto en varios países.
Nadie duda del extraordinario crecimiento económico y de los logros sociales alcanzados por Chile en las últimas tres décadas, pero las medidas que se adopten ahora determinarán nuestro futuro. Debemos repensar nuestro modelo productivo de acuerdo con la cuarta revolución industrial en curso, lo que exige mayor inversión en educación y ciencia para poder transitar, de manera gradual, a una sociedad de bienestar, a través del crecimiento sustentable. No podemos seguir siendo una sociedad que no respeta su entorno natural, su diversidad étnica, que segrega a sus habitantes por el dinero, etnia o por la cuna.
Nunca estaremos seguros en nuestras casas si se cierran las oportunidades a las nuevas generaciones. La dignidad debe acompañar a las personas desde el nacimiento hasta la muerte para sentirnos que somos seres iguales en derechos y deberes. Todas las encuestas indican que las tres prioridades de las personas son las pensiones, la salud y la educación. No podemos continuar segregando y permitiendo que, por falta de oportunidades y de empleos bien pagados, la delincuencia, el narcotráfico o el crimen se apodere de las ciudades, generando temor y miedo en sus habitantes.
Muchos países superaron la llamada crisis de los países de ingreso medio, y por tanto debemos reevaluar la participación del Estado junto al sector privado para asegurar la estabilidad política y económica. Para ello se requiere fortalecer las instituciones, y en eso es fundamental la calidad de la política, de los empresarios, de los profesionales, de las universidades y el compromiso de la sociedad civil. El Estado requiere ser modernizado con urgencia, aumentar su eficiencia, controlar el uso de los recursos públicos y luchar continuamente para eliminar la corrupción, lo que se logra con leyes, sanciones reales, transparencia y con una clase política de calidad. Un Chile sustentable, seguro y mejor, es uno de los desafíos de la actual y de la próxima generación.
Notas
[1] https://cordis.europa.eu/article/id/31651-focus-on-2050-says-new-climate-change-study[2] https://www.un.org/es/sections/issues-depth/population/index.html
[3] D. Acemoglu y J. Robinson. Por qué fracasan los países. Ediciones Deusto: Santiago, 2018.
[4] CEPAL, Desafíos económicos de América Latina y el Caribe en la post pandemia. Santiago, 05 de agosto de 2020.
*Economista de la Universidad de Zagreb en Croacia y Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Exembajador, actualmente es Subdirector de Desarrollo Estratégico de la Universidad de Chile.
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