CHILE: LOS EXILIOS QUE NO TERMINAN
EL DOLOR DE SER EXILIADO
Patricia Parga
desde Bruselas
La calidad de exiliado es algo que no te puedes sacar nunca más, es una marca con la que debes vivir. Comienza al momento en que tienes que dejar obligadamente-todo lo que amas: familia, amigos, trabajo, cultura, lengua, recuerdos, sueños.
Inicias un nuevo andar, cultura distinta, sistema legal desconocido, muchas veces una lengua absolutamente diferente a la tuya, el estigma de ser más diferente aún que los otros, la necesidad vital de reconstruir sueños nuevos e intentar insertarte para sobrevivir a este terremoto físico y emocional que significa re comenzar a vivir y dejar atrás todo lo amado, cargando con el duro recuerdo de los compañeros que murieron en el intento, el desgarro de no poder abrazar a tus padres, hijos, hermanos… a los tuyos.
Cuando te comienzas a rearmar en este nuevo escenario, cosa nada fácil, que demanda 10 veces más coraje y energía de la prevista, debes soportar lo duro de no poder intervenir en los acontecimientos cotidianos que viven los tuyos a miles de kilómetros de distancia (nacimientos, enfermedades, cumpleaños, accidentes, penas, muertes…), y sumar a eso la necesidad de sobrevivir dignamente, trabajar duro, estudiar muchas veces en paralelo, mantener a la familia, hijos, sentirte discriminado por el hecho de ser extranjero, para muchos –además– reconstruir espacios de nuevos referentes sociales y políticos que reflejen sus principios y sueños.
Y esa marca de «exiliado» que no te puedes quitar ni siquiera volviendo al terruño, porque después de tantos años vuelves a ser estigmatizado por la «suerte» de haber vivido el «exilio dorado» donde los Estados «te mantenían», y vuelves a ser extranjero en tu propia tierra. Nuevamente el dolor… En muchos casos de volver a un país donde los valores de antaño han cambiado, donde las instituciones no funcionan a como nos hemos acostumbrado –al menos como deberían funcionar en democracia–, donde el respeto a los derechos de los trabajadores son casi inexistentes, donde los sueldos son de sobreviviencia, en fin a una nueva realidad donde volvemos a sentirnos desplazados y «exiliados», esta vez en nuestra propia casa.
Los expatriados internos
También están los otros que, sin haber dejado la tierra, igualmente se transformaron en exiliados dentro del propio país; aquellos chilenos que sufrieron la vida clandestina y el mismo estigma y dolor de no poder estar junto a los suyos, pese a estar –a veces– en la misma ciudad.
La partida de Carlos Tapia, al que nunca conocí, me duele. Porque el dolor de –alguna vez– haber sido marcados como «exiliados» es otra de las condenas a vida impuestas por la dictadura. Quizás, es la marca más potente en la que nos encontramos y re-encontramos con exiliados de otras tierras. Es el denominador común de dolor, con el que nos volvemos internacionalistas; y los restos de nacionalismo nostálgico que residían en nuestros corazones, terminan convirtiéndose en una mezcla de solidaridades universales.
Carlos tapia, no pudo con el dolor de esa marca y vaya uno a saber con cuántos dolores más… Su decisión le pertenece, es dura. He vivido esa decisión de amigos cercanos, no una, sino –tristemente– varias veces. El dolor de no poder haber incidido –para que esos amigos no nos dejaran– es otro, fuerte, distinto dolor de «exiliados».
Un abrazo con olor a exilio, pero con sueños en pie para todos.
SOLIDARIDAD URGENTE CON HARDY PEÑA
El miercoles anterior a la Navidad, por la noche, Hardy Peña Trujillo, uno de los últimos tres prisioneros políticos que obtuvieron su libertad condicionada, se entraba a la carcel a dormir cuando fue informado de que sería trasladado de vuelta a la de alta seguridad por no haber cumplido con la reclusión nocturna entre los días 8 al 11 de diciembre; además se le revocaba cualquier tipo de beneficio.
Esta es una medida netamente política tomada por gendarmería –u otra autoridad–, a propósito del ambiente de elecciones en el que estamos, en el que ninguna imagen puede mancharse, en especial ante la reciente fuga de un prisionero del Frente en la cárcel El Manzano, en el sur del país.
Al día siguiente un grupo de compañeros y amigos se reunieron con la finalidad de entregar una carta a gendarmería que devela la arbitraria e injustificada sanción. Fueron recibidos por el gendarme Sandoval quien informó que Hardy tendría derecho a visitas, sin embargo posteriormente éstas no le fueron permitidas.
Actualmente Hardy Peña se encuentra aislado y sancionado por lo que no se le permite recibir visitas, por lo que decidió comenzar la huelga de hambre hasta obtener nuevamente su libertad –precaria–.
Llamamos a solidarizar y apoyarlo, como siempre: con agua.
Un grupo de amigos.