Chile: Ofensiva gubernamental en el nuevo año

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2024 se inicia con las mejores expectativas ciudadanas de que el presidente Gabriel Boric y su gobierno van a tomar al fin la iniciativa, pasar a la ofensiva de una vez y ciertamente empezar a desplegar su anunciado programa de transformaciones estructurales que en algún momento entusiasmaron a las grandes mayorías pero que permanecen contenidas por resabios de la tiranía pinochetista.

Esas expectativas –que quisieran ser certezas– confían en que el jefe de Estado irá más allá del solo continuar administrando lo que ya hay y comenzará a transitar hacia el rumbo de los cambios radicales que signifiquen mejorar sustancialmente las condiciones de vida de amplios sectores populares castigados por la pobreza y la cesantía.

Los augurios ciudadanos representan dejar de lado las tibias políticas conciliatorias del Ejecutivo, que parece más preocupado de dar respuesta a los requerimientos conservadores de la oposición que de impulsar con voluntad soluciones ágiles y concretas a los problemas socioeconómicos de tanta gente que ha esperado sin ser tomada en cuenta desde la dictadura.

Junto con el arribo a La Moneda del actual oficialismo soplaron aires refundacionales de las obsoletas estructuras de la sociedad chilena que no prosperaron. Inicialmente llegó a ser prioridad Carabineros que venía de una brutal represión y violación de los derechos humanos contra manifestantes del estallido social a causa de lo cual hubo innumerables victimas -delitos que en alto porcentaje se encuentran aún en la impunidad- pero esa intención se frustró por las fuertes presiones ejercidas por los que son contrarios a los cambios.

La acometida gubernamental es hoy más necesaria que nunca, porque es como si Boric hubiera recibido el país inmediatamente después de la dictadura. Hay una Constitución ilegítima, un Chile privatizado de norte a sur, un Estado minimizado por el mercado abusivo, ausencia de los derechos sociales de los ciudadanos, empresas que solo enriquecen a sus dueños en campos vitales como la salud y la previsión, una desigualdad irritante que proviene de la concentración económica de una minoría arrogante, y suma y sigue.

Al cabo de un año y 10 meses, sin embargo, este gobierno no es el que quisieran sus millones de electores, Boric ha cometido numerosos errores y desatinos, ha olvidado promesas de campaña y cedido con facilidad a las imposiciones de la derecha reaccionaria. No faltan quienes dicen que este país pareciera gobernado por un presidente de la Fech.

El jefe de Estado ostenta sí un mérito incuestionable. Es el primer mandatario que tras la dictadura ha colocado en el sitial que le corresponde el nombre de Salvador Allende, que dedicó sus mayores esfuerzos y llegó a sacrificar su vida por Chile y la democracia, y por mejores condiciones del pueblo y la clase trabajadora.

Las mayorías populares fueron las que decidieron el resultado del plebiscito constitucional, pero la derecha opositora que cree que todavía es gobierno y deben acatarse sus criterios, no asume que perdió por un millón 300 mil votos. Sigue insistiendo contra el tiempo y contra la historia en sus afanes que buscan obstruir los avances del mundo progresista.

Cada cual interpreta a su manera las cifras del plebiscito, pero lo que queda es que éstas han sido un balón de oxígeno para el presidente de la República. No puede dejarse pasar el hecho de que había quienes consideraban que la jornada del 17 de diciembre pasado era una evaluación ciudadana de la gestión presidencial.

El Ejecutivo también celebra la reactivación económica que hace que Chile figure en séptimo lugar de los países OCDE por su desempeño socioeconómico 2022–2023, según la revista The Economist. A ello se agrega el acuerdo “histórico” del Estado por medio de Codelco con Soquimich para la explotación del litio. En este caso la ética se ha dejado de lado: el gobierno chileno no aplica impuestos a los superricos, sino que hace negocios con ellos. SQM es propiedad de Ponce Lerou, multimillonario empresario de cuestionada trayectoria, ex yerno de Pinochet, regalón del modelo y financista de políticos corruptos.

Muchas familias modestas festejarían jubilosamente que La Moneda saliera resueltamente al paso de las lacras que traban su bienestar y estabilidad. En el modelo neoliberal sobresalen la desigualdad social, la falta de oportunidades para estudiar y trabajar, y las tropelías del mercado desregulado que atenta a diario y destruye los frágiles presupuestos hogareños que no alcanzan para llegar a fines de mes.

En las desigualdades, el desempleo y los abusos mercantiles están el punto de partida de la delincuencia y el narcotráfico que hoy agobian a la sociedad chilena. La cesantía y sus necesidades originan los incontables hechos delictuales de todos los días, mientras unos pocos acrecientan sus enormes fortunas, dinerales, bienes y patrimonios. Hay una inexplicable tardanza en la creación de puestos laborales, formales y estables, con salarios decentes, lo que agudiza la actual crisis de temor e inseguridad en la población.

Para el gobierno éste es el momento para activar el programa ofrecido, rehabilitarse de la inacción y pasividad, cumplir las promesas que fueron una esperanza para muchos y desentenderse de las continuas amenazas de una interesada oposición, que tiene la acumulación de dinero como único argumento. Si el presidente Boric atiende el clamor de las mayorías y empieza el nuevo año un proceso de desinfección que permita remover la inmundicia acumulada la larga pesadilla pinochetista, abrirá paso al cumplimiento de las demandas de la calle que no pueden seguir esperando indefinidamente.

El panorama es difícil para el presidente, porque la derecha cavernaria, la que se hace llamar “centroderecha”, sigue pretendiendo que Boric pida perdón o se disculpe por cuanto dice o hace. Aparte de las redes sociales, el gobernante no dispone de un solo medio de comunicación que se manifieste en su favor, ya que todos dependen del mercado bajo control de la oligarquía.

Una nueva Constitución vía Asamblea Constituyente, más democracia, igualdad, justicia social y una equitativa distribución de la riqueza es lo que necesita y exige el mundo popular: son tareas todavía pendientes que La Moneda debe abordar con prioridad en este 2024 que comienza.

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