Chile: si Papá Noel existe, se lo apalea y va preso

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Brutal es la palabra exacta. Con alguna incierta elegancia algunos dijeron que desmedida; la verdad es que los pocos testigos —tentado de escribir sobrevivientes— de la fiesta represiva del jueves previo a la Navidad se preocuparon más de huir que de retener en la memoria los hechos. |RIVERA WESTERBERG

Éstos comenzaron antes del mediodía en Plaza Italia y terminaron no mucho después en el otrora tradicional Paseo Ahumada de la capital chilena. La prometida mano dura del ministerio del Interior —para preservar la «paz de los chilenos»— no se anduvo con remilgos. Sólo que no contra la delincuencia. Para variar los agredidos fueron, mayoritariamente, estudiantes.

No es necesario suponer que el ministro de la cartera, Rodrigo Hinzpeter estaba feliz: la intendenta de Santiago, una señora de apellido Pérez, resultaba quizá su mejor discípula. ¡Pensar que hace no demasiadas semanas le dieron con todo al presidente del Colegio de profesores por haber imaginado que la represión hinzpeteriana a los estudiantes le recordaba la que padecen los palestinos a los dos lados del muro israelí.

Gajardo y sus huestes merecen muchas críticas por su inconducta frente a la huelga de los liceanos (los dejaron solos, se lavaron las manos —o las patas— y recién se manifestaron cuando el Partido Comunista probablemente dio orden de apoyar a sus dirigentes universitarios), pero su reflexión sobre las formas de acoso y represión a los muchachos y muchachas en huelga y tomas fue acertada.

Arrancando por la avenida Vicuña Mackenna, a la cuadra del desastre que dejaban los militarizados carabineros, un ex empleado público que había querido ir al centro de la ciudad a juntarse con otros jubilados —la ceremonia del café— gritaba que Chile se había convertido en un «Estado policial».

El grupo de estudiantes objeto de la atención policial no era en absoluto numeroso, no pretendían tomarse La Moneda, querían marchar por la ex Alameda, tenían las manos limpias. Pero no hay caso: la ciudadanía no tiene más derechos que aquellos que graciosamente —y sin ninguna Gracia— concede el humor de ese señor ayer desconocido que hoy funge como ministro del Interior. Es abogado, dicen, pero no parece haber aprobado la asignatura Derecho Constitucional.

Que hace quién sabe qué con los derechos ciudadanos reconocidos hasta por la Constitución (espuria) que Alianza por Chile y Concertación de partidos por la democracia tanto preservan, quizá sentarse en ella, o arrancar sus páginas para usarlas con fines higiénicos, se lo preguntaron horas después otros estudiantes y miles de personas que, convencidos de vivir en un Estado ajustado a drecho transitaban, papaban moscas, recorrían tiendas o masticaban su pobreza por las calles del centro.

A lo que es palo, gases y agua de dudosa acuidad las fuerzas de choque los despertaron a la realidad de un país poco menos que ocupado por herederos de las viejas Sturmabteilung, la sección de asalto, del Partido Nacionalsocialsta Obrero alemán de la década de 1931/40. La mención a las SA no es gratuita: a esos buenos germanos tampoco les gustaba la cultura. Y la caminata de otros grupos de jóvenes por el Paseo Ahumada rumbo a la Plaza de Armas para presenciar un acto cultural terminó con todos apaleados.

Tragedia se produce cuando se quiere torcerle la mano al destino (que, como se sabe, es porfiado), y en estos casos poco importa que el abatido no conozca, ignore, el suyo. No considerados ya los dioses que manejan el destino de los seres humanos, la tragedia puede bien desencadenarse cuando un gobierno olvida que es mandatario y no mandante de la ciudadanía. Y entonces la catarsis adquirirá un aspecto bien poco espiritual.

Curiosamente lo empezado el jueves cerró al día siguiente: se quemaron 14 aulas (salas de clases) del clausurado Liceo de Aplicación de Santiago, que permanece cerrado por segundo —o tercer—año consecutivo por daños estructurales, justo pocos días después que algunos padres de alumnos (en rigurosa huelga) de ese establecimiento denunciaran que la empresa constructora a cargo de las obras alteraba con ellas el diseño arquitectónico del colegio, declarado monumento nacional…

Si no fuera tan grave lo que sucede en el país, un buen chiste sería preguntarse qué fase para el bronce podría decir al respecto el inefable señor Piñera; del resto de la fauna política-profesional no vale la pena preguntarse nada. La tontería y la irresponsabilidad criminal mejor muda.

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