Chorrillo: persistencia de la memoria en Panamá

1.183

Pilar Moreno.*

Llevo tres años trabajando en un programa de arteterapia con niños del Chorrillo; en este tiempo he aprendido infinidad cosas. Una de las primeras que me enseñaron los niños fue cómo y dónde hay que tirarse al suelo cuando en la calle se escuchan disparos.

Cada que he pasado allí me ha impresionado el coraje con el que esos mismos niños y muchos de sus familiares encuentran razones para seguir viviendo a pesar de las condiciones tan increíblemente extremas en las que tienen que hacerlo.

Hacinados en viviendas miserables –muchas sin agua ni saneamiento– formando parte de familias en las que muchos los adultos responsables no pueden acceder jamás a un empleo estable ni a recursos de ningún tipo, es fácil que crezcan sintiendo que no tienen ninguna oportunidad de nada ni ninguna esperanza de futuro, más allá que la de sobrevivir y tener la suerte de no cruzarse con el camino de alguna bala.

Ya no es posible contar el número familias que han perdido a alguno de sus miembros víctima de algún hecho violento y absurdo. El barrio está condenado y el miedo y la violencia son dos presencias constantes. Los niños allí tienen que aprender demasiado pronto lo que significa la muerte y a convivir con ella como parte de su día a día.

No puedo evitar pensar que todo esto es algo que viene de lejos y que tiene que ver con el pasado. Sus padres, sus abuelos, lo cuentan; el Chorrillo antes, era otra cosa. Cuando las bombas destruyeron el vecindario durante la invasión (de EEUU. N de la R), muchas familias lo perdieron todo; y muchos seres queridos quedaron sepultados y desaparecieron bajo el fuego y los escombros de las viviendas arrasadas.

El duelo es una experiencia emocional que marca profundamente a quien la atraviesa. Para que pueda superarse y no impida la vida es necesario, entre otras cosas, poder hablar de la pérdida, darles a los que se fueron un nombre, una tumba, un lugar en la memoria; algo que permita llorarles para dar sentido a lo ocurrido y para poder seguir viviendo con ello.

Los que viven allí, sienten que no recibieron ayudas ni compensaciones para empezar a reconstruir sus vidas sobre las ruinas; y sienten, sobre todo, que les negaron sus muertos. Arrastrar un duelo así durante tanto tiempo es una herencia demasiado pesada; una herida abierta que no se puede ignorar si se quiere tratar de entender lo que, a día de hoy, allí se está padeciendo.

* Periodista.
En  www.panamaprofundo.org –que cita como fuente al periódico La Estrella

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.