Ciencia: entre Kraken y el «big bang»

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Gonzalo Tarrués*

En pocas horas, en una caverna artificial –o artificializada– en la frontera entre Suiza y Francia, según las informaciones, se procederá al mayor experimento de la física de todos los tiempos. El gran Colisionador de Hadrones pondrá en juego un conjunto de imanes monstruosos para hacer chocar a lo largo de un túnel de 27 kilómetros partículas de energía a la velocidad de la luz. El objetivo es recrear el momento del origen del Universo.

Si usted puede leer esta nota –y si puedo terminar de escribirla– todo habrá salido bien –o mal–. Lo único cierto será que los temerosos temieron en vano: estamos vivos –lo que debe de ser un alivio.

No es la primera vez que se intenta develar misterios. Tampoco sería la primera vez que los resultados no estén a la altura de las expectativas.

Ni Colón, ni antes los vikingos, tampoco los navegantes chinos que circunnavegaron el mundo, cayeron por el abismo en el que se precipitaban las aguas de la Tierra; se creía entonces que el planeta era una superficie cuadrada.

No hay crónicas de ningún marino tragadao por el espantoso Kraken, que acechaba a los vikingos entre Noruega e Islandia. La criatura –¿una ballena, un calamar, una langosta?–, sin embargo, posee una cualidad: decodifica el futuro a quien sea capaz de vencerla.

En el caso del gran Colisionador de Hadrones no se trata de ver el futuro (al menos no todavía), se trata de develar el pasado; no ayer, ni el de hace un par de milenios, sino el pasado de antes del antes, el que corresponde al principio de todo, el del "bing-bang".

Es, al menos, de estar con los informes de prensa, lo que intentarán en pocas horas científicos de todo el mundo, coordinados por un equipo franco-suizo del Centro de Investighaciones CERN,según Reuters "planean hacer chocar partículas para recrear, a pequeña escala, el evento que dio inicio al cosmos".

El Colisionador usará imanes gigantes para disparar haces de partículas de energía a lo largo de un túnel de 27 kilómetros, donde chocarán a niveles cercanos a la velocidad de la luz. Luego vendrá el turno de las computadoras, que calcularán (computarán) qué sucede en cada mini versión de la gran explosión del "big-bang. El material recolectado será evaluado por 10.000 científicos" de universidades e institutos de estudios y reflexión a lo largo y ancho del planeta.

Robert Aymar director del proyecto, es optimista: "Cualquiera sea el descubrimiento que permita el conocimiento humano acerca de los orígenes del mundo se verá muy enriquecido (…) El centro fue concebido para cambiar radicalmente nuestra visión sobre el universo".

El laboratorio CERN (Consejo Europeo para la Investigación nuclear) se fundó hace 54 años; sus instalaciones se encuentran al pie de las montañas Jura, y en pocas horas buscarán descubrir elusivos conceptos tales como "materia oscura," "energía oscura," dimensiones extra y, sobre todo, el "Bosón de Higgs," considerado el responsable de todo el proceso.

Las últimas teorías apuestan a que el "bing-bang" ocurrido unos 15.000 millones de años atrás se produjo cuando "algo" de inimaginable densidad y calor, no más grande que un bocado de pan o una galleta pequeña –del tamaño de una hostia, digamos– Todo bien.

Pero los clásicos "leones sordos" –entre ellos también muchos dedicados a la ciencia–han venido advirtiendo que el experimento podría generar suerte de pequeños "agujeros negros", zonas de máxima gravedad que atraen y "se tragan" todo lo que se les aproxima; el riesgo es, han dicho, que si se crean esos agujeros, éstos podrían tragarse ni más ni menos que nuestro planeta.

Mientras, en América Latina, sin duda mayor es –o fue– el riesgo,en general para los varones, toparse en una manifestación popular con policías enojados –e instruidos acerca de lo que sus jefes estiman son las libertades ciudadanas–, un narco-comerciante nervioso, un político en campaña, un empresario a punto de dibujar su balance, o bailar con una señorita con más de 450 cc de siliconas en las cubiertas superiores; ellas siempre podrán tener la mala suerte de aceptar la invitación de un –joven o no– ejecutivo de trasnacional.

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