Cinco presidentes coinciden en el Foro Social: la crisis es del modelo
Según dijo en el acto Candido Grzybowski, organizador director de Ibase, “generalmente nosotros vamos a sus cumbres para presionar. Aquí se produjo un cambio: éste es un territorio de la ciudadanía y los presidentes vienen a nuestra cumbre”.
Prácticamente todos los jefes del Ejecutivo asistieron al Foro en algún momento de su trayectoria política. Pero lo hicieron no como gobernantes populares electos, sino entrando por la puerta de atrás, por medio de actividades paralelas. Y es que en sus primeros años, el FSM fue concebido como un espacio de los movimientos sociales más que de los partidos políticos.
Lula y el Partido de los Trabajadores desempeñaron un papel fundamental en la constitución del FSM. Hugo Chávez auspició, ya como presidente, la realización de una de sus asambleas anuales en Caracas, y asistió a varias otras. Fue en ese espacio en el que anunció la necesidad de caminar hacia el socialismo del Siglo XXI. Evo Morales participó regularmente en ellos y reclama ser parte del proceso. “No quiero que me inviten, quiero que me convoquen como lo hacíamos antes”, acaba de decir en Belem. Rafael Correa comparte el proyecto. Apenas en el encuentro de Caracas, Fernando Lugo caminaba con sus huaraches, solitario y pensativo.
Según el analista Emir Sader, “la presencia de los cinco presidentes en Belem expresa el estadio actual de lucha antineoliberal y es un llamado al FSM para que vuelva a articular fuerzas de resistencia social en la esfera política, aquella de la disputa hegemónica, que se vuelve central a partir de la crisis contemporánea, del fin del gobierno Bush y de los avances del post-neoliberalismo concentrados hoy en la América Latina.”
El acto en el Hangar refrendó la gran imbricación que existe entre estos gobiernos y los movimientos populares. “Nuestros gobiernos progresistas están convencidos de que la lucha de los movimientos sociales es el gran soporte que puede garantizar el cambio en nuestra región”, aseguró el paraguayo Fernando Lugo.
El encuentro tuvo un carácter marcadamente antineoliberal. Los presidentes señalaron cómo la actual crisis era, ni más ni menos, la crisis de todo un modelo. “La palabra de orden de hoy es: otro mundo es posible. Y aún más, es necesario e imprescindible que busquemos un nuevo orden”, dijo Lula da Silva.
A diferencia de la última ocasión en la que participó en una asamblea del Foro, donde fue objeto de expresiones de descontento, esta vez Lula tuvo a los asistentes de su lado. De visible buen humor, manifestó un fuerte compromiso con el FSM y los movimientos sociales.
“El mundo desarrollado –afirmó el mandatario brasileño– decía lo que teníamos que hacer en América Latina, parecían infalibles y nosotros incompetentes (…) nos vendieron que el Estado no podía nada, y que el mercado desarrollaría los países. Y ese mercado quebró por falta de responsabilidad y control”, señaló el antiguo dirigente sindical metalúrgico. “El pueblo pobre –advirtió– no pagará esta crisis”. Lo acompañaban en el Foro 13 de sus ministros.
Rafael Correa defendió un nuevo modelo de desarrollo, el socialismo del Siglo XXI. El motor del desarrollo –dijo– ha sido la acción colectiva que se expresa a distintos niveles. Se trata de resolver problemas comunes mediante la adecuada intervención del Estado en la economía y la vida social. Se requiere planificar nuestro proyecto nacional en función de los intereses comunes.
Por el mismo camino se movió Hugo Chávez. En un discurso sorprendentemente breve para como se las gasta, afirmó: “El socialismo es el único camino para salvar este planeta”. Previamente había recordado como en 1999 nadie hablaba de socialismo hasta que en 2003, en Porto Alegre, él comenzó a hacerlo.
Como lo ha hecho en otras ocasiones, el comandante convocó al Foro Social Mundial a asumir un papel más audaz y “pasar a la ofensiva”. “Estamos en un momento de ofensiva, no de trincheras”, aseguró.
Y, en plena ofensiva, Evo Morales propuso emprender cuatro campañas mundiales. Una, por la paz y la justicia, para llevar a los responsables de las guerras genocidas a los tribunales de justicia y acabar con el derecho de veto del Consejo de Seguridad de la ONU. “Tenemos que acabar –exigió– con la monarquía de Naciones Unidas; no es posible que un país tenga más poder que 190, que el derecho internacional se aplique por igual para todos.
La segunda es a favor de un nuevo orden económico internacional basado en la solidaridad, justicia y complementariedad entre las naciones”, que reforme instituciones financieras y comerciales internacionales. “El Banco Mundial –reclamó– el FMI y la Organización Mundial del Comercio (OMC) tienen que ser profundamente transformados si quieren ser instituciones financieras al servicio del pueblo. No podemos permitir que se maquillen para seguir como están”.
La tercera campaña consiste en movilizarse para salvar el planeta. Ello implica “cambiar los patrones de consumo. La madre tierra es nuestro hogar, la fuente de nuestra vida”. Finalmente, convocó a favor de la dignidad, la identidad y la diversidad cultural. Propuso como símbolo de esta campaña la hoja de coca.
“Si los pueblos del mundo no somos capaces de sepultar al capitalismo, el capitalismo sepultará al planeta tierra”, sentenció el indígena y sindicalista cocalero que hoy es presidente de su país.
Correa había dicho antes que él: “Este proceso lo empezó Chávez solo allá en Venezuela, como el llanero solitario siguiendo el ejemplo de Fidel en la Cuba de la Revolución (…) el reflejo de los pueblos de América Latina está cambiando profundamente”.
Como para evocar la espada de Damocles que pende sobre la cabeza de los jefes del Ejecutivo, y como si la actual etapa retomara la lucha en el continente donde el médico chileno la dejó, el diálogo estuvo lleno de evocaciones al presidente Salvador Allende. Los maestros de ceremonias presentaban a los mandatarios como “compañero presidente”; en la ceremonia inaugural se interpretó, entre un mar de banderas rojas y verdes, el himno de la Unidad Popular; y Joao Pedro Stedilé, el dirigente del MST que cerró el encuentro y que fue pieza clave en su organización, habló del sueño del antiguo inquilino de La Moneda.
Guiño, mensaje o casualidad, en el encuentro se hicieron tres referencias al zapatismo. El representante de la Alianza Social Continental, Camile Chambers, evocó el relámpago del primero de enero de 1994 y la enorme importancia que tuvo en el despertar de los pueblos latinoamericanos. Evo Morales recordó la significación del “mandar obedeciendo del subcomandante insurgente Marcos”, y Hugo Chávez lo citó como poeta que hablaba de la resistencia de los pueblos como “un nido de esperanza, un nido de sueños”.
El evento tuvo un marcado carácter antiimperialista. Chávez se refirió a George W. Bush como un genocida y como el “caballerito ese que acaba de irse por la puerta de atrás al basurero de la historia”. Dijo que ojalá y Obama cambiara realmente el rumbo de Estados Unidos, pero puso en duda que lo fuera a hacer. “Sólo pedimos respeto a nuestro pueblo y nuestra soberanía”, afirmó. Lamentó los comentarios sobre Venezuela del nuevo mandatario estadunidense, y aseguró que su país está dispuesto a resistir 100 años más. Alabó la decisión de cerrar la base militar de Guantánamo, pero dijo que se necesitaba devolver ese territorio a Cuba.
Tarde de vaticinios y sueños, los mandatarios hablaron por momentos más como predicadores que como políticos. Lugo afirmó que era el momento de volver a la profecía guaraní de un mundo sin mal. Hugo Chávez aseguró que “la utopía de Tomás Moro está en América Latina, y está haciéndose realidad”. Correa anunció un cambio de época y la realización del socialismo del siglo XXI.
Muy lejos de la complacencia o del halago fácil, insistiendo en que el señalamiento no era una crítica personal, Joao Pedro Stedile optó en la intervención final del diálogo por leerle la cartilla a los mandatarios. “Ustedes han andado muy flojos –les reclamó, cariñosa, pero firmemente. Esperamos más de ustedes. Deben unirse para hacer cambios estructurales y no medicinas para el capital”.
Y como la lucha de clases ha regresado para quedarse y se se ha colocado en el puesto de mando, propuso avanzar en un programa mínimo que aglutine a las fuerzas populares para derrotar el neoliberalismo y pasar al anticapitalismo, estableciendo un modelo que no sería aún el socialismo pero sí un paso en esa dirección. Un programa en el que sería necesario considerar la nacionalización de la banca y derrocar al dólar estadunidense como moneda internacional.