Colombia: ¡Pobre del pobre!

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Amylkar D. Acosta M*
El país se quedó sin saber qué pasó con la pobreza en los años 2006 y 2007, todo por cuenta del embrollo que se armó por cuenta de la desatentada decisión del DANE de cambiar abruptamente de metodología para medirla mediante la implementación de una Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH), pero sin prever la necesidad de establecer un puente entre la antigua y la nueva.

Así se creó un vacío, al hacer tabla rasa de la anterior y por consiguiente los resultados arrojados por la nueva metodología no eran  comparables con los de los años anteriores. De este modo, nos quedamos sin registros en materia de pobreza para dicho bienio, ya que fueron interrumpidos para replantear la medición de la misma. Con tal fin el gobierno nacional, a través del DNP y el DANE, constituyó en enero de este año la Misión para el Empalme de las Series de Empleo, Pobreza y Desigualdad (Mesep), la cual dio a conocer sus primeros resultados el pasado 24 de agosto.

Prima facie las cifras son muy alentadoras, puesto que la pobreza, de acuerdo con el Informe, se redujo en 7 puntos porcentuales en el intervalo que va de 2002 a 2008, al pasar de 53.7% a 46% y la indigencia bajó dos puntos para el mismo período, contrayéndose de 19.7% a 17.8%. No obstante, cabe anotar que según estimativos del propio gobierno, para agosto de 2007, el índice de pobreza estaba en el 46.8% y el de indigencia en 18.2; de modo que, si nos atenemos a ellos la reducción sólo sería de un magro 0.8 puntos en pobreza y 0.4 puntos en indigencia. De los más de 20 millones de pobres más de 8 están en la indigencia; algo que no cuadra es que según los registros del SISBEN, al que sólo aplican los pobres, estos suman 29 millones y ello después del cambio de metodología aplicable y la depuración del mismo que hizo el DNP en 2003. Así las cosas o hay 9 millones de colados en el SISBEN o la estadística de pobres sobrepasa con creces los 20 millones, una de dos. Ahora se considera que están por debajo de la línea de pobreza aquellos hogares integrados por cuatro miembros que en su conjunto para 2008 percibían ingresos inferiores a $1’086.000 mensuales y en la indigencia aquellos que recibían menos de $468.000 al mes.

Esta metodología tiene sus bemoles, porque medir ingresos es prácticamente imposible y por ello ha entrado en desuso en los países desarrollados: la gente suele mentir acerca de su salario y tampoco sabe con certeza cuánto ganan los familiares. De allí la gran diferencia entre la pobreza objetiva y la subjetiva, pues esta última se fundamenta en la percepción que tienen de sí mismos los individuos, la misma que ha terminado por rankiar a Colombia como campeón de la felicidad. En todo caso, salta a la vista la gran brecha existente entre las grandes ciudades y el resto del país; en este sentido, es muy diciente que mientras en las trece áreas metropolitanas la pobreza se situó para el 2008 en el 30.7% en el resto del país se trepó al 65.2%. Lo propio podemos decir de la indigencia, en el primer caso fue de 6.8% y en el segundo 32.6%.

Más y más indigencia
Al analizar la serie desde el 2002 hasta el 2008, saltan a la vista los altibajos que ha tenido el comportamiento de las cifras correspondientes a la indigencia; si bien es cierto que en dicho intervalo bajó la indigencia, no podemos decir lo mismo cuando tomamos como punto de referencia el 2003, 2004 o 2005, años estos durante los cuales la indigencia fue del orden del 17.0%, 17.0% y 15.7%, respectivamente. Si comparamos 2005 con 2008 la indigencia creció 2.1 puntos porcentuales, de lo cual se puede colegir que muchos de aquellos que salieron de la pobreza pasaron a engrosar las legiones de indigentes, empeorando su situación socioeconómica.

Se calcula que de los 2.3 millones de personas que dejaron de ser pobres, 1.12 millones, es decir menos de la mitad superaron la línea de pobreza; el resto, 1.18 millones salieron de la pobreza pero para sumirse en la pobreza extrema. Según el Director del DNP este fenómeno es “atribuible en un 80% al gran incremento global de los precios de los alimentos” . En ello coincide con Juan Carlos Ramírez, Director de la CEPAL para Colombia, cuando señala que “los colombianos que estaban en los escalones más bajos de la pobreza se vieron afectados porque los aumentos de los precios de los alimentos mandaron a muchos de ellos a la indigencia” .

A este respecto cabe advertir que el alza de los precios de los alimentos coincidió con el boom de los precios de las materias primas, el cual a su vez insufló el mayor crecimiento del PIB, sin que ello se hubiera reflejado en la reducción de la tasa de desempleo, como tampoco detuvo la precarización del ingreso. El Director del DNP, Esteban Piedrahíta, no sale de su asombro ante semejante dislate de la política social, pues, “los programas del gobierno para la población pobre se han fortalecido sustancialmente en los últimos años”  y se duele de que “los cálculos de pobreza e indigencia no los capturan adecuadamente” . Pero, los hechos ¡son los hechos!

Entre la iniquidad y la inequidad
Es más, según la CEPAL la pobreza en América Latina entre 2002 y 2007 descendió 10 puntos porcentuales y la indigencia 7, lográndose tasas de 34.1% y 12.6% para 2007, respectivamente. Entre tanto, en Colombia de 2002 a 2008 sólo bajó 7 puntos en pobreza y 2 puntos en indigencia y lo que es más grave, para 2008 la pobreza y la indigencia se muestran 11.9  y 3.2 puntos porcentuales por encima de la región, respectivamente.

Pero, definitivamente, en lo que peor le fue al país con los resultados revelados por la Mesep fue en la distribución del ingreso, medida por el coeficiente Gini ideado por el italiano Corrado Gini, que está acotado entre 0 y 1, en la que 0 representa la perfecta igualdad y 1la total desigualdad. En efecto la desigualdad en el 2008 se mantuvo incólume con respecto a 2002, con un coeficiente Gini de 0.59, después de registrar el 0.57 en 2003, con el cual Colombia, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entra en la liga de los 8 países entre 177 que presentan peores indicadores de inequidad. Es de resaltar que en Colombia la relación entre el quintil más rico y el más pobre está alrededor de 20, mientras que el promedio en el mundo está en 5 (¡!).

Como lo sostiene el economista Alfredo Sarmiento, quien durante 17 años dirigió el PNUD en Colombia, “Colombia está en los mismos niveles de inequidad que en 1990” , lo cual es aberrante.  Entre otras cosas, Colombia fue el único país en América Latina que no supo o no quiso aprovechar el quinquenio virtuoso (2003 – 2007) que compartió con la región, durante el cual el PIB creció por encima de su promedio histórico , para mejorar su distribución del ingreso. Brasil, por ejemplo, que se disputaba en un cabeza a cabeza con Colombia el primer puesto en inequidad, logró reducir su coeficiente Gini en casi 5 puntos.   

En primer lugar, bueno es advertir que aunque ello representa para Colombia un progreso, en todo caso su calificación de 0.807, que la ubica en el puesto 77 entre 182 países, está por debajo del promedio de Latinoamérica que es del 0.821. El IDH contempla básicamente tres variables, esperanza de vida, educación y nivel de vida digna. Esta última está estrechamente relacionada con el PIB per cápita, cuyo registro tuvo mucho que ver con este logro. Ahora bien, lo que muestra este reporte del IDH es que esos tres países de la región registran avances en salud, en alfabetización e ingresos, aunque estos últimos estén pésimamente distribuidos entre la población.

Hablando del PIB per cápita las cifras hay que recibirlas con beneficio de inventario, sobre todo es necesario contextualizarlas para no llamarnos a engaños. Según el Banco Mundial a agosto 30 el PIB per cápita de Colombia estaba en US $5.444, lo cual representa un incremento del 211% con respecto al de 2003 que fue de US $1.746 (¡!). Pero, semejante “prodigio” tiene su explicación, veamos. Como nos lo hace notar Francisco Azuero en un atinado análisis del mismo , el último censo de población dio lugar a un recorte significativo con respecto a la estimación con que se venía trabajando, pasando de 46 millones a 41.4 únicamente, lo cual, como es apenas obvio contribuye a elevar el PIB per cápita al reducir el denominador del coeficiente Y/P.

Además en 2007 se dio otro cambio de metodología, esta vez en las cuentas nacionales (nueva base 2000); por este sólo concepto el PIB del año 2003 se infló 18.22%, ya que el Banco Mundial había hecho su cálculo sobre la base anterior. Como si lo anterior fuera poco, resulta que entre 2003 y 2008 el peso tuvo una revaluación del 31%, al pasar de una cotización del dólar de $2.877 a $1.980 y el PIB se mide en dólares. El sólo efecto revaluación explica 46% del incremento del PIB per cápita, el ajuste poblacional otro 11% y el cambio en la base de cálculo del PIB un 27%.

A duras penas sólo el 16% del aumento del PIB per cápita puede atribuirse al crecimiento económico. Como lo asegura Azuero “el PIB per cápita en dólares de 2008, sobre una base comparable al del 2003, sería de $2.334, para un incremento de sólo 33%” y no el sideral del 211%. Poniendo, entonces, las cosas en su sitio no hay mucho para celebrar en el IDH del PNUD que acaba de revelarse, máxime cuando, según el Banco Mundial, en los años 1995, 2000 y 2007 el porcentaje del PIB del quintil más pobre de la población fue de 3.1%, 2.6% y 2.3%, respectivamente, lo cual muestra una persistente pérdida de participación en el ingreso de los más pobres entre los pobres. A todas luces el IDH no da cuenta para nada de la exclusión social que es patente en Colombia; definitivamente ¡el papel resiste todo!
 
* Ex presidente del Congreso de la República de Colombia
 

 

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