Colombia-Venezuela: Bullaranga y pullas que hacen mella

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Juan Alberto Sánchez Marín*

Lo esperado por el presidente Álvaro Uribe y su círculo, y lo más inesperado para el propio pueblo colombiano, se dio, al fin y al cabo: La ruptura de relaciones con la vecina República Bolivariana de Venezuela.

El gobierno colombiano venía buscando el estropicio desde hace años, en franca contravía con la propia realidad comercial, cultural y de vecindad de dos países que tienen una frontera común de más de 2400 kilómetros.

Se trata de un cuento viejo. Cuento, porque las pruebas alegadas por Colombia, sobre la presencia de campamentos guerrilleros en territorio venezolano, siempre han resultado un fiasco, puro cuento, que luego de mucha alharaca mediática terminan disolviéndose en el olvido y la nada. Y viejo, porque desde 2004, a conveniencia y según el biorritmo de Uribe, se machaca de tanto en tanto el asunto.

Primero se distanciaron los presidentes: de los abrazos forzados o fingidos se pasó en un abrir y cerrar de ojos a los improperios más fastidiosos. A poco, ante el riesgo del éxito, el de Colombia dejó al de Venezuela viendo un chispero en la mediación para la liberación de secuestrados de las FARC, que él mismo le había solicitado. Luego se enfriaron las relaciones entre los países, que bien pronto terminaron congelándose.

Y ahora, pues, acabó de romperse la ya rota cáscara de huevo de unas relaciones minadas sin tregua.

La iniciativa insidiosa, quién lo duda, siempre la ha llevado el gobierno de Uribe. La reacción, a veces a priori, en ocasiones oportuna, otras veces tardía, siempre le ha correspondido a Venezuela.

Si ha sido desproporcionada o la que corresponde, depende de la óptica de quiénes la atisban. Para la derecha colombiana, claro está, lo primero y más aún: Frente a la provocación de un cuerdo cuerdísimo, la reacción de un loco.

Para quiénes conocemos la etimología de frases como: el abarbechado Álvaro, don Berna Moreno, lauros de César Mauro, o el obnubilante Obdulio, la cosa no sólo es así de sencilla, es aún más simple: Tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe. En otras palabras: Tanto saboteó Uribe las relaciones con Venezuela, tanto agredió al vecino país, tanto tensó la cuerda, hasta que la rompió. La rompieron.

Los visos mínimos de acercamiento con Venezuela que venían dando el presidente electo colombiano Juan Manuel Santos, hablando de diálogo, y la nueva canciller, María Ángela Holguín, enviándole invitaciones al presidente Chávez para asistir a la posesión de Santos, fueron arrojados por la borda en un santiamén.

El gobierno de Uribe, a pocos días de dejar la presidencia, levanta el polvero que puede. Para que no se note tanto el previsible cambio en el manejo de las relaciones internacionales que necesariamente traerá consigo el nuevo gobierno. Para que de un día para otro no quede al descubierto la conducción burda que de ellas hizo Uribe. Para desaparecer de la agenda mediática los pasos y gestiones del nuevo gobierno, en la que ya casi se había olvidado el saliente, y, gracias a este “falso positivo” mediático, volver a encabezar los titulares de prensa, radio y televisión.

O para hacerle el juego al gobierno de los Estados Unidos, que usa a Uribe como peón de brega de su causa ideológica y como carga ladrillos en la tarea de fregar la unidad continental. O para salir de la Casa de Nariño con medio pueblo cerrando filas y aullando patrioteramente alrededor de un gobierno untado de paramilitarismo, corrupción y mafias. Mejor dicho, para ser ruin y repelente hasta la sepultura.

Roy Chaderton, el embajador venezolano, dio a entender que la OEA era un salón de vaqueros. Pero no: la bullaranga, las pocas nueces, eran los propios de una plaza de mercado de la región cafetera colombiana, donde el embajador Luis Alfonso Hoyos, una perla natural de “la perla de Oriente”, Pensilvania, que ni es Pennsyvania ni está en el ancestral Oriente, sino al oriente de Caldas, en la región paisa colombiana, hizo las de culebrero mayor, con su oratoria larga y redundante, sus circunloquios floridos, su entonación impostada y su garniel de Guarne lleno de pomadas a base de mera vaselina.

Daba pena verlo tratar de vender unas pruebas con fotos montadas quien sabe dónde, videos tomados vaya a saberse cuándo y mapas satelitales con puntos rojos bien remarcados, que no dejaban ver la nada que había debajo de ellos. Y más pena ajena dio verlo, oh casualidad, en el programa “La Noche”, del canal uribista RCN, afirmando que “la contundencia de las pruebas fue muy evidente”. ¿Cuáles pruebas? ¿Cómo contundentes? ¿Evidentes de qué?

Y ni hablar de la descocada petición final que el saliente embajador colombiano hizo ante la OEA. Hoyos pidió que se constituya una comisión de verificación internacional, que constante la presencia de las FARC en Venezuela, antes de 30 días. Una solicitud que, obviamente, se hace porque se sabe de antemano que no se puede aceptar bajo ninguna circunstancia. Nadie lo hace ni lo haría.

O, acaso, Colombia, como país llevado contra las cuerdas a una instancia internacional, aceptaría una “visita” de este tipo a su territorio, digamos, a las siete bases con presencia de militares y contratistas estadounidenses, algo que viola abiertamente la Constitución y puede ser alegado como un riesgo para los países vecinos. O, acaso, aunque el propio presidente Uribe lo prometió en UNASUR, el gobierno colombiano llegó a mostrar siquiera alguna fotocopia borrosa del tratado con los Estados Unidos.

Ha añadido Hoyos, refiriéndose a Venezuela: “Negarse a aceptar la verificación de campamentos en su territorio, es una confesión muy grande”. De verdad que hay que estar más versado en temas excesivamente parroquiales, de plaza de mercado; muy ducho en el asunto de las “familias en coacción”, o haber sido inhabilitado de por vida para ocupar cargos de elección popular por la Sala Plena del Consejo de Estado, para hacer una aseveración de tal calibre.

Y estas perlas de Luis Guillermo Plata, el ministro de Comercio, Industria y Turismo: “Es más importante la dignidad que el comercio. Al final del día, habremos ganado”. Como si fuera digno para un ministro de tales ramos ser tan sapo, y, asimismo, desconocer a la ligera la magnitud de la crisis imperante, no desde ahora, sino desde hace años: desde mucho antes de que él fuera ministro, cuando ya saltaba matojos en Proexport por similares razones.

Para no seguir, dícese: el país entero: los grandes empresarios, unos cuantos políticos proficientes, varios adalides gazmoños, algunos analistas tributarios, los ricos bien habidos y los riquísimos no tanto, y, claro, también las huestes de necesitados que confunde ese nefasto flautista de Hamelin que son los medios.

Mientras, Venezuela cierra fronteras o habla de hacerlo; mueve ejército y tanques, o habla de hacerlo, y los funcionarios del gobierno colombiano hablan entonces de seso y juicio, ante todo. Los que, minutos antes, si los hubo nunca fueron, y, si lo fueron, jamás se usaron.

Jorge Bermúdez, desde Perú, dice que en el combate al terrorismo hay que “ser firme y prudente”. Un mal chiste del chispeante canciller. Otro "bobo" más entre la lista de bobos e ineficientes que ha sido la tríada de cancilleres de Uribe, según un inesperado atino de Armando Benedetti, el recién elegido presidente del Congreso.

Y César Mauricio Velásquez, Secretario de Prensa de Presidencia, poniendo su mejor cara de cura, indica a los periodistas que, de parte de Colombia, "siempre habrá fraternidad". Una buena chanza del manso cleriguito.

Y la verdad que acontece paralela, ni por suerte, los medios la mencionan. Y en tanto que se le dan vueltas y revueltas al asuntillo de marras, el país real que desaparece:

En Barrancabermeja, la marcha: Siete mil personas conmemoraron el Bicentenario de los pueblos del nororiente colombiano, en el más absoluto y descarado mutismo nacional.

Vecinos de La Macarena (al sur de Colombia) denuncian que existe una fosa común con restos de centenares de personas, cerca de un batallón del Ejército, un día después de que la Cancillería indicara que, según investigaciones de la Fiscalía, no existen señales de su existencia. Como señala la agencia EFE, “los pobladores hablaron ante un grupo de congresistas de oposición y miembros del cuerpo diplomático, que viajaron a La Macarena para conocer estas denuncias, en una audiencia pública”.

Se trataría de la fosa común más grande hallada no sólo en Colombia, sino en América Latina. Un reporte de la Procuraduría advierte que dos mil personas estarían enterradas. Otras versiones hablan de cuatrocientas. En cualquier caso, cifras escandalosas, aberrantes.

Colombia, entre los seis países con mayor desigualdad en el mundo. La situación es de tal magnitud que el país figura entre los de peor distribución del ingreso en el mundo, sólo superado en América Latina y el Caribe por Brasil, Ecuador, Haití y Bolivia.

Al mismo tiempo, el ex director de inteligencia del DAS, Fernando Alonso Tabares, sostiene que Bernardo Moreno, Secretario General de la Presidencia, le manifestó el “interés” del presidente Uribe para que el DAS lo mantuviera informado sobre “cuatro temas específicos”: Corte Suprema de Justicia, Gustavo Petro, Piedad Córdoba y Daniel Coronell, director de Noticias Uno, dándole continuidad a lo que se venía haciendo con anterioridad a los magistrados y a los senadores Petro y Córdoba.

Tabares involucró de manera directa a funcionarios de la Casa de Nariño y el DAS en los casos “Job” y “Tasmania”, en reuniones efectuadas en la propia casa presidencial, para afectar al magistrado Iván Velásquez, entre 2007 y 2008. Señaló la infiltración a la Corte Suprema de Justicia, con el fin de desprestigiar a la institución, y se refirió a una reunión en la Casa de Nariño, para hacerle seguimiento a la relación de Ascencio Reyes con los magistrados de la Corte, en la que estuvieron presente Bernardo Moreno, y los ex asesores Jorge Mario Eastman y José Obdulio Gaviria, con el mismo propósito de desprestigiar a la Corte.

Eso no es todo. Tabares también se refirió a la orden de realizar unas diligencias en unas notarías contra Ramiro Bejarano, abogado del magistrado Valencia Copete, “en cumplimiento de instrucciones de la Casa de Nariño, con el fin de apoyar la labor que realizaban los abogados defensores del señor Presidente de la República”. Y habló del montaje para vincular a la ex congresista Yidis Medina con la guerrilla del ELN, ante la entrevista concedida por esta al periodista Daniel Coronell, en la que acusa al gobierno de Uribe de soborno y tráfico de influencias para conseguir la reelección presidencial.

Y nada de esto en ninguna parte. La pamplinas aquí y acullá lo acallaron todo. Hasta la vana bulla del Bicentenario se hizo notar.

El 20 de julio de 1810 ocurrió un montaje a la criolla, una especie de “falso positivo” llevado a cabo por conjurados locales santafereños, en la que todo estaba premeditado para armarle la gresca al tendero español José González Llorente y armar el acabose. Los criollos pudieron hacer parte de la Junta Suprema de Gobierno, pero el presidente sería el mismo Virrey Amar y Borbón. Porque, en realidad, nunca se trató de "abdicar los derechos imprescriptibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado Monarca don Fernando VII", como lo apunta la misma "Acta de Independencia".

200 años después, la historia se repite, ahora como comedia, en el seno del Consejo Permanente de la OEA, y, ojalá los hados no lo permitan, podría darse en otras instancia internacionales, como la Corte Penal Internacional, según las amenazas ya lanzadas al desgaire:

Un simple aullido mediático, que no nos independiza de nada ni de nadie, ni nos otorga el menor decoro, sino que, por el contrario, ratifica la dependencia y el vasallaje al imperio de los Estados Unidos. Pues de verdad que acá tampoco se trata de "abdicar los derechos imprescriptibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado Monarca don Barak Obama y los halcones".

Y al bum del último volador en la conmemoración del Bicentenario, entre revistas militares y televisivas y desconciertos musicales, el ton ni son del discurso de Uribe sobre los logros obtenidos durante ocho años de mandato, y el infaltable alfilerazo contra Venezuela: “para hablar sinceramente de hermandad, no puede haber criminales de por medio”.

Y al fin, plenamente de acuerdo, señor Presidente: Por eso, nada más que por eso, es que habrá que esperar hasta el próximo 8 de agosto. Para que el nuevo gobierno, que a tantos embelecos suyos les dará continuidad, por los menos vea que puede hacer algo distinto en cuanto a la relación de Colombia con la hermana República Bolivariana de Venezuela.

*Periodista y cineasta colombiano

 

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