Cuba: de valores, actitudes y cambios de mentalidad

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La relación poder establecido/sociedad es sumamente importante para cualquier país.  Cuando el vínculo entre ambos comienza a distanciarse obliga a la meditación serena. En Cuba, a partir del “desmerengamiento” de la URSS y del Campo Socialista, se inició el proceso de cambio de actitudes y maneras de pensar en el conjunto de la sociedad. La escala de valores y los canales de ascenso comenzaron a alterarse significativamente. |MANUEL ALBERTO RAMY.*

En esa época (década de los 90 del pasado siglo), el canal de ascenso social del ciudadano pasó de la adhesión político-ideológica a la obtención y tenencia del dólar.  Si antes, por ejemplo,  un cubano obtenía un auto este era el resultado formal de su conducta acorde con los patrones establecidos: militancia política, etc. Y los niveles de adhesión política del beneficiado no siempre coincidían con su eficacia económica, científica, etc.

“Tín tiene, Tín vale”, este antiguo refrán popular sintetiza el momento del cambio, que cobró auge mediante la puesta en vigor de estrechas medidas aperturistas de corta duración, que fueron frenadas a finales del siglo pasado y comienzos del actual. Asociado a la crisis económica interna, se fortaleció un estilo de vida basado en el mercado negro, el robo y las ilegalidades.

Las leyes, el estado y el gobierno andaban por un lado y la práctica cotidiana del cubano de a pie, por otro. Momento peligroso que ensanchó la distancia entre  los poderes establecidos y el conjunto de la sociedad.

Desde hace unos años el proceso de Actualización iniciado ha ido acortando distancias, al tomar medidas resultantes de la participación popular sobre los Lineamientos para el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Varios de los acuerdos han tomado cuerpo legal; algunos con mayor calado en la nueva política económica, como es el caso de la reforma en el agro, la  restructuración y descentralización del aparato estatal, la nueva dinámica inyectada a los bancos y el traspaso de pequeños comercios e industrias locales a los trabajadores, que pudieran asociarse en cooperativas; otros, como la compraventa de casas y autos, valen por legalizar trampas ciudadanas heredadas del siglo pasado.

Y es bueno porque se recupera la ley y se da peso a la institucionalidad, vitales ambas para el nuevo escenario que se nos avecina a corto plazo. Vistos en su conjunto, acuerdos tales son un claro reconocimiento de que los canales de ascenso en la sociedad han variado y que el esfuerzo personal y la iniciativa son vías válidas dentro de un proceso que busca la mayor socialización posible en un escenario nacional no menos complejo que el internacional.

El cubano de hoy es otro, muchos ya son nuevos actores en la economía y la sociedad porque el filme nacional ya va facturándose en colores. Un sector importante numérica y cualitativamente se informa —y también desinforma— mediante las nuevas tecnologías que, aunque reducidas en sus posibilidades de acceso a la población, le permite interconectarse, intercambiar, polemizar, criticar.

Tiene, además de ejercitarse con nuevas actitudes y moverse en un ámbito diferente de valores, una conducta social otra, una manera diferente de moverse en el entramado nacional.  Insisto en ello pues no creo que haya todavía un suficiente cambio de mentalidad a ningún nivel.

¿Pero cabe preguntarse si las medidas tomadas que cité han puesto en sintonía a la tríada realidad-gobierno-sociedad? ¿La cortedad de algunas no reflejará la persistencia en viejos esquemas, en formas de pensar sobrepasados por la vida misma?

En varias oportunidades y también durante sus discursos, el presidente Raúl Castro Ruz ha reiterado la necesidad de cambiar de mentalidad y de actitudes, de despojarnos de “dogmas obsoletos” y “barreras sicológicas”. Algunos de estos fueron borrados por gran parte de la población durante el período de los años 90.

El Congreso del PCC ha sido un buen paso y no ha habido marcha atrás; por el contrario, a las deficiencias en las leyes puestas en vigor se ha respondido con flexibilidades rectificadoras como respuestas, reitero, a las  realidades.

Si bien el cambiar la mentalidad, de todos, gobernantes y gobernados, es urgente y este cambio está muy asociado a las realidades económicas, el Estado y gobierno disponen de los instrumentos para promover, coadyuvar, adelantar, polemizar, instruir y robustecer los cambios en la percepción de la realidad con vistas a lo que se realiza y aspira.

Uno de esos instrumentos, los medios de comunicación, mantienen una línea poco diferenciada de la de décadas atrás, mostrando muy poca conexión con la cambiante realidad. Desde el uso de las palabras, como la tibieza en mencionar al emergente sector privado como “no estatal”, hasta el no uso de sus capacidades en preparar a los nuevos actores socioeconómicos en formas de propiedad ya existentes, como es el caso de las cooperativas, los medios no mercadean el nuevo producto nacional.

¿Para quién trabajan si están anclados en lo ya superado? La TV cubana ha dado cursos hasta de esperanto, ¿cuándo los brindará sobre rudimentos de contabilidad o el muy necesario sobre cooperativas, su historia, cómo se organizan y dirigen? ¿Por qué no divulgar suficiente y adecuadamente el éxito que vienen logrando en términos de producción y productividad con relación a otras formas de propiedad y administración?

Para cambiar de mentalidad no debemos esperar por el impacto que tengan en la superestructura de la sociedad las transformaciones en la estructura económica. Y ese cambio es urgente, especialmente en la dirigencia a distintos niveles, así como en el modo en que esta concibe y fomenta la divulgación de las transformaciones económicas y sociales. Para así lograr mayor claridad acerca de cómo somos realmente y lo que queremos llegar a ser. 

* Periodista.
En http://progreso-semanal.com

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