Según sus socios, los miembros de la Unión Europea y países del euro, su propuesta era un desatino. ¿Acaso no recordaba el resultado del referéndum en Francia y Holanda rechazando la "constitución europea"? Arriesgarse a un fracaso no entraba en los planes de Angela Merkel y los banqueros alemanes. ¿Y luego qué? ¿Salida del euro? No, no y no. Mejor que Papandreou sea llamado al orden, renuncie y deje su lugar a gentes responsables de su propio partido y la derecha conservadora.
Así nace un gobierno de unidad nacional, integrado por el Pasok, Nueva democracia y Laos, partido de ultraderecha, cuya presencia es sintomática. Residual en sus inicios, año 2000, sus fundadores estuvieron vinculados y comprometidos con la dictadura militar hasta 1974. Sin embargo, lentamente han ido ganando espacio político. Pasó de 2.7 por ciento de los votos en 2004 a 3.8 en 2007, obteniendo 10 diputados, y en las últimas elecciones de 2009 consigue 5.5 por ciento de los votos y una cifra de 15 diputados, de un total de 300.
Por arte y magia del nuevo gobierno de coalición, Laos, se convierte en un puntal del actual gobierno encabezado por Lucas Papademos, quien les concede el Ministerio de Transportes e Infraestructuras, la secretaría de Estado para el Desarrollo y la Marina Mercante, y dos viceministerios. Todo con el visto bueno de la Iglesia Ortodoxa. Ya no hay problemas para liberar los 8 mil millones de euros retenidos por el Banco Central Europeo. En Grecia, su gobierno espurio, es presidido, como en Italia, por un personaje cuyas primeras declaraciones han sido "yo no soy político",
Lucas Papademos complace al Banco Mundial, Bruselas, Fondo Monetario Internacional y es garantía de medio plazo para obtener otros 130 mil millones de euros entre 2012 y 2014 de los organismos internacionales para afrontar con éxito los recortes sociales. Su currículum deja pocas dudas de cuáles son sus intereses y a quien representa. Doctorado en economía y profesor en Columbia entre 1975 y 1984, ha sido asesor económico del Banco de Reserva Nacional de Estados Unidos, subgobernador y luego director del Banco de Grecia y, por último, vicepresidente del Banco Central Europeo entre 2002 y 2010. Su figura se alza como la solución de los mercados para continuar los recortes sociales, en un país donde el paro afecta a 43.5 por ciento de la juventud y a 18.4 de la población total. Él no tendrá remordimientos de conciencia, es un tecnócrata.
Si en Italia aplicar planes draconianos conlleva un simple cambio de presidente, sin convocar elecciones, en Grecia también se hurtó al pueblo la capacidad de decidir hacia dónde las reformas y cuáles sus límites. En ambos casos, el miedo del capital financiero a sufrir un traspiés y con ello una derrota de consecuencias imprevisibles, les ha llevado a renegar de la democracia representativa, su última atalaya.
Mejor deshacerse del voto directo y la consulta popular, uno de sus principios hasta ahora más reivindicado y ensalzado como intocable. Al hacerlo, la moraleja es evidente, ejercer el voto y practicar la democracia es un lastre para el capitalismo. Mejor abandonar tan infecto sistema político, cuya existencia trae tantos problemas a banqueros, empresarios y plutócratas. Mejor reivindicar el poder de los mercados bajo el control de las trasnacionales.
*Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid
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