Ecuador: un asunto de Césares, preguntas que quedan sin respuesta

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Alberto Maldonado S.*

¿Quién es el asambleista César Montúfar (der.)? ¿Qué representa? ¡Quién lo financia?¿Quién es César Ricaurte (izq.)? ¿Qué significa Fundamedios? ¿Quién lo financia?
Les confieso que he sido, soy y seré renuente a encasillar a las gentes en agentes de tal o cual agencia mundial de inteligencia; o en informadores de tales servicios secretos. Mi renuencia a tal práctica viene de hace décadas, cuando los más conspicuos camaradas resolvían sus discrepancias internas por la vía de acusar a los “infractores” de agentes de la CIA.

Era la forma más simple y directa de “explicar” lo que no podían hacerlo por la vía de la razón o del pensamiento. Desde luego, en no pocos casos tenían razón; y los hechos posteriores les dieron la ídem. Pero en muchos otros, no pasaron de acusaciones sin fundamento. Y a lo mejor, les dieron a los “inculpados” un motivo suficiente para tratar de llegar a ser eso.

A mi me han asegurado que el sociólogo César Montúfar, un asambleista de un movimiento político que en las elecciones de legisladores (abril 2009) logró precisamente su cupo, por las minorías—minorías, camina en ese andarivel. Dicen los que le conocen y han seguido su trayectoria, que don César, cuando era profesor de la Universidad Andina, se identificaba con la Izquierda Democrática (social democracia) pero que, como en ese partido (hoy reducido a su mínima expresión) no le dieron ninguna importancia, pues el buscó su propio “nicho” y lo encontró en una fundación “por la democracia y la libertad” denominada Participación Ciudadana. La fundación todavía existe y de vez en cuando aparece en los medios sipianos (especialmente escritos) pero bajo otra dirección, aun cuando insisten —los que saben— que don César Montúfar sigue siendo primera figura de este organismo tipo ONG, muy similar a las que la USAID, la NED, Coro, han organizado en Venezuela, Bolivia, Nicaragua.

El interés en don César Montúfar nace en el hecho —sin discusión— de que él, desde su calidad de asambleista, con su propia identidad, ha sido sin embargo una ficha clave en las actitudes de las minorías oposicionistas que quieren boicotear la discusión final y la aprobación de la también nueva Ley de Comunicación (no de medios).

 Hay que recordar que el trámite de ese proyecto legal estuvo en manos de la Comisión Ocasional designada específicamente por la Asamblea Nacional para ese trámite legislativo. La comisión  llegó —tras muchas dificultades de todo tipo, especialmente una batalla sin cuartel desatada por los medios de comunicación del sistema— a un informe que está siendo impugnado, con todos los recursos a su alcance, por los sectores neoliberales y mediáticos. Y don César es la cabeza visible de esa oposición (y de otras también)

Según se sabe —ya que los medios y los políticos han hablado mucho  más en contra que a favor— la consigna sipiana (de la SIP) es que, en materia de comunicación, la mejor ley es la que no existe.  Y si eso no es posible —ya que es un mandato de la nueva Constitución—  lo ideal sería que la nueva ley “no obligue a nada ni nadie” en especial, a la comunicación privada, de manera que sea algo parecido a  la Ley de Ejercicio Profesional del Periodista, que fue dictada el 30 de septiembre de 1975 (hace 35 años) y que la gran prensa, olímpicamente, se ha limpiado con sus disposiciones.

¿Quién ha sido protagonista y primera figura de esta acción? De lo que se ha leído y se ha visto y oído, don César Montúfar ha sido el jefe de la operación, respaldado incondicionalmente (como debe ser) por el coronel Fausto Cobo, doña Cyntia Viteri, doña Lourdes Tibán, entre otros asambleistas de las más diversas tiendas políticas. Cabe precisar que el coronel Cobo y doña Lourdes han sido eficientes cajas de resonancia de los argumentos y consignas de don César Montúfar.

Los alcances de esta plataforma oposicionista la dieron Montúfar y Cia. más otros asambleistas del Movimiento Popular Democrático (MPD) del viejo Partido Socialista, del PRE, etc. a raíz del boicot que intentaron contra unas importantes reformas a la Ley de Hidrocarburos. Casi lo logran; si los del bloque oficialista “no se ponen las pilas a tiempo” el proyecto de reformas iba al tacho de la basura. Y en toda esta movida, don César jugó papel esencial. Por ello, las preguntas de rigor: ¿por qué lo hace? ¿a quién representa? ¿quién le financia o quien le auspicia? ¿qué intereses estuvieron en juego? Porque, desde hace rato, en nuestros países tercermundistas, la comunicación sipiana no respalda movimientos o acciones de este tipo, si no hay una clara instrucción que venga de “organismos internacionales” como la SIP, la USAID, la NED, Coro.

Y esos auspicios no son gratuitos. Desde luego, es posible que don César Montúfar lo esté haciendo porque le da la gana y gastándose parte de las dietas que debe recibir, por ser asambleista.

El otro César

En este tinglado 2010, hay otro César que ha estado también en primera fila, diciéndonos a los ecuatorianos, cómo debemos “comprender”  ciertas disposiciones de lo que todavía es un proyecto de Ley de Comunicación; y cómo debemos “leer” la situación de la “libertad de expresión” en el Ecuador.

Este César se apellida Ricaurte y aparece como director-presidente-accionista único de un membrete titulado FUNDAMEDIOS. Una organización que, por su nombre, se presume que sea una fundación y que según un viejo informe de Alai/Amlatina (un blog progresista del internet) Fundamedios quiere decir “Fundación Andina para Observación y Estudio de los Medios” un organismo nacido hace un par de años específicamente para Ecuador, a fin de que “promueva la democracia y la libertad de expresión”.

Sobre esta Fundamedios la información es aún más escasa. Según Alai/amlatina, en el 2008, Fundamedios recibió unos módicos 42.500 dólares USA que le vinieron vía NED, un organismo creado en los años de Reagan (Presidente de USA) para vigilar por la “transparencia” en nuestros países. Esta NED, según la norteamericana-venezolana Eva Golinger (autora de una interesantísima enciclopedia titulada La Telaraña Imperial) es el brazo ejecutor de la USAID y de sus políticas para la “libertad y el desarrollo” en nuestros reacios países, que se niegan a seguir al pie de la letra sus “sabias enseñanzas”

Don César Ricaurte debe ser muy importante para el neoliberalismo continental y para los fines sipianos, especialmente en materia de libertad de expresión. A pesar de que no se representa sino él mismo (no se conoce que en Fundamedios militen periodistas o que sea un cuerpo colegiado que elige a sus dirigentes, cada cierto tiempo) es estrella obligada de los informativos de radio y televisión y la prensa escrita. El Comercio, por ejemplo, le dedica de vez en cuando unas enjundiosas entrevistas sobre el tema de moda: el proyecto de ley de comunicación. Desde luego, don César “denuncia a los cuatro vientos” que es una “ley mordaza” que pretende coartar la libertad de expresión (la de los medios, por supuesto) y que Correa es un riesgo para los periodistas “libres y democráticos”.

A propósito, don César es tan importante que hace poco fue recibido por un alto funcionario de la OEA en Wáshington y ante él presentó, a nombre nuestro (de los periodistas ecuatorianos) un “dossier” en el cual detalla, uno por uno, las más de 80 veces que el Presidente Correa “ha insultado” a medios y periodistas. La conclusión “lógica” es que este Jefe de Estado es un riesgo para tal libertad de expresión lo mismo que el proyecto que se pretende convertirle en ley de Comunicación.

Don César, ni aquí, en el Ecuador; peor en Estados Unidos (a donde viaja seguramente por asuntos “oficiales”) ha denunciado un solo hecho que nos indujera a pensar que Correa “es un riesgo para la tal libertad de expresión”  como podría  uno establecer, con relativa facilidad, en Colombia o en México. En esos países, de lo que se conoce y denuncia, a la menor “indiscreción” de un periodista contra la “seguridad democrática” o el narcotráfico, el autor del “infundio”, si no alcanza a ponerse a salvo, en algún país vecino, puede darse por muerto.

Desde luego, ninguno de los dos Césares, que se sepa, ha protestado o ha denunciado estos casos, ya que ellos actúan en el Ecuador y el Ecuador es su escenario. Lo demás no importa.

Por lo dicho, este ensayo debe terminar sin respuestas a las preguntas iniciales. Como no tenemos espíritu de investigadores (antiguos pesquisas) pues las preguntas que nos hicimos (¿Quiénes son, a quiénes representan, quien les financia, qué persiguen?) se las dejó a las buenas o malas gentes que me leen. Y no puedo cerrar este texto sin dejar de reconocer como hipótesis posible, que se trate de dos patriotas que quieren para nuestro Ecuador lo mejor, pero siempre en democracia y libertad de expresión.

Amén.

* Periodista.

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