El concierto Paz sin fronteras en La Habana, una convocatoria para desterrar el odio

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Gerardo Arreola*
“Es tiempo de cambiar”, le pidió Juanes a Cuba y a Estados Unidos. Y como buen negociador pone sobre la mesa el resultado de su concierto: un millón 150 mil personas, según el reporte que trae al escenario Miguel Bosé, después de tres horas de espectáculo bajo el calor caribeño.

 A los dos se les escapa el dato, o no lo mencionan de tan evidente. Ésta es una multitud de jóvenes, quizá menores de 30 años, que abarrota la Plaza de la Revolución. Una nueva generación tiene su primera experiencia de esta magnitud. Sería su Woodstock o su Avándaro, si no fuera porque aquí todo el mundo emprende tranquilamente el regreso a sus casas ya entrada la noche del domingo.

“Celebro estar aquí por encima de cualquier diferencia”, dice Juanes, enganchado con la polémica que trae desde hace un mes. “Hemos vencido el miedo para estar con ustedes aquí esta tarde. Nosotros esperamos que ustedes también lo puedan vencer; que todos los jóvenes de la región, todos los jóvenes en Estados Unidos, en Miami, en todas las ciudades, perdamos el miedo y podamos llegar a entender lo importante que es cambiar el odio por amor, muchachos… A pesar de que todos somos distintos, pensamos distinto, estamos acá, tranquilos y disfrutando.”

Le contesta en un alarido la voz de la plaza. Sin discursos y con mucha música, Paz sin fronteras sugiere cambiar las claves del conflicto. Desterrar el odio, repite el colombiano. “Un abrazo fraternal”, sugiere Olga Tañón, quien abre la cartelera recordando “al exilio cubano, a los que nos apoyaron y a los que no”. Una frase que dicha en voz alta –y en este caso en cadena nacional– es insólita en la isla. It’s time to change, insiste la puertorriqueña (y más tarde cantan Juanes y Bosé). Amaury Pérez habla con una televisora hispana de Miami y pide “olvidar rencillas pasadas”. Cambio contra inmovilismo. El mensaje va para los dos países, pero el foco está prendido en el impacto de la emigración. Juanes grita que quiere ver “una sola familia cubana”.

La idea reflota con la música. Por primera vez en diez años se presenta en la isla Orishas, un grupo rapero que reside en Europa y lleva el nombre de los dioses del panteón yoruba o santería, la devoción sincrética tan extendida en Cuba. Cucú Diamante debuta en su propio país, con su banda Yerbabuena. Unos y otros dicen y cantan que también son cubanos.

Para la nueva generación éste es su estreno en un show de tal alcance, aunque ni sus padres ni sus abuelos, ni los padres ni los abuelos de ellos tuvieron un espectáculo masivo al aire libre con un elenco internacional como el de hoy.

El músico respondió a los comentarios de Obama de este domingo en su plataforma de Twitter, en Internet, donde escribió que lo que dice nos parece que lo hace aún más un caballero de la paz. Por él y miles de razones más, estamos hoy en Cubae scribió el músico antes del comienzo del concierto.

En Caracas, a propósito de este espectáculo, Chávez comentó en su programa dominical Aló, Presidente que el concierto es histórico y quela cultura no tiene fronteras, y me parece maravilloso que en la Plaza de la Revolución vayan a cantar artistas de esa talla.

Sobre la polémica desatada por los cubano-estadunidenses de Florida, Chávez criticó que unos locos en Miami salieran a la calle a darle martillazos a los discos de Juanes sólo porque va a cantar en la Plaza de la Revolución.

*Corresponsal de La Jornada en Cuba

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