El “efecto BRIC”: India se acerca a Rusia

2.036

Alfredo Jalife-Rahme*

No faltan nostálgicos escatológicos de la unipolaridad estadunidense que fustiguen el concepto etéreo del BRIC (sigla de Brasil, Rusia, India y China) por su falta de cohesión intrínseca y como un feliz invento mercadotécnico, como si el G-7 ostentara mayor relevancia y coherencia después de su muerte funcional.

Rusia e India, dos miembros notables del BRIC cuatripartito –una “masa crítica” de países emergentes que le han quitado el liderazgo al G-7 en varios rubros relevantes y han empujado exitosamente el incipiente nuevo orden multipolar– han concretado una alianza estratégica primordialmente en el plano nuclear que cambia(rá) la correlación de fuerzas en el subcontinente indio y, por extensión, a Centro-Asia.

No faltarán tampoco avezados observadores que aduzcan que mínimamente dos miembros del BRIC cuatripartito aprovechan la inocultable decadencia de Estados Unidos en todos los frentes cuando la otrora superpotencia unipolar ha sufrido perturbadores repliegues en varios países de primer orden (v.gr Japón, ver Bajo la Lupa, 2 /10/09) y hasta en países “pivote”: desde Turquía hasta Ucrania (ver Radar Geopolítico, Contralínea, 7/2/10)

Bueno, hasta el gobierno fundamentalista del partido Likud encabezado por la feroz dupla Netanyahu-Lieberman –considerado el principal aliado militar de EU en el mundo– llegó hasta humillar insensatamente al vicepresidente Joe Biden durante su reciente periplo a Israel (Victor Kotsev, Asia, Times, 13/3/10).

En India el zar energético global, Vlady Putin, es considerado, con justa razón, uno de los grandes estadistas del siglo XXI, digno de emular, al haber propiciado el “putinismo” y su “papel histórico en el resurgimiento de Rusia”, como comenta el anterior diplomático indio M.K.Bhadrakumar (Asia, Times, 16/3/10), quien detalla la “impresionante” lista de contratos multimillonarios que concretaron India y Rusia en los sectores militares y civiles que van desde la instalación de unas 20 plantas nucleares, pasando por la construcción de aviones “furtivos” de quinta generación, hasta la producción de equipos de navegación dotados de sistemas de posicionamiento global (GPS, por sus sigas en inglés).

La reciente visita de Putin a India fue más que exitosa, cuando Rusia le abre ampliamente sus secretos nucleares a India; es decir, le proporciona la transferencia de tecnología que ni EU ni la Unión Europea están dispuestas a otorgarle: “reprocesamiento de tecnología, ciclo de combustible del torio para energía atómica, y reactores rápidos de neutrones”.

¿Se arriesga demasiado Putin con India?

No, si se toma en cuenta que durante la guerra fría las relaciones entre la URSS e India (pese a su pertenencia al bloque, en ese entonces influyente, de los no alineados) fueron óptimas, las cuales se evaporaron con la brutal disolución del imperio soviético.

Veinte años más tarde las relaciones militares de altos vuelos estratégicos entre Moscú y Delhi regresan a su normalidad tradicional, pero esta vez con alta tecnología.

Se pudiera criticar con persuasión que la sorprendente reanudación de los estrechos lazos es más de corte estratégico-militar que propiamente geoeconómica, que es sobre lo que versa, a final de cuentas (hasta ahora) el BRIC. Hasta cierto punto, porque existe bidireccionalidad sutil entre la estrategia militar y la geoeconomía, cuyo común denominador es la decadencia de Estados Unidos.

Un aspecto poco abordado por los observadores “occidentales” se centra en que el acercamiento espectacular de Rusia e India también comporta su posicionamiento en el futuro de Afganistán cuando la OTAN, encabezada por la dupla anglosajona, deba operar su nada graciosa huida oficial el año entrante.
¿Cuál será el papel del expectante RIC (Rusia, India y China) en el nuevo orden político de Afganistán donde está ya derrotada la OTAN?

A juicio de Iftikar Gilani, del rotativo Daily Times de Pakistán (12/3/10) Delhi “busca revivir el eje India-Irán (¡súper-sic!) Rusia para influir en Afganistán” y contrarrestar el regreso de los talibanes.

Dimitri Rogozine, embajador ruso ante la OTAN, acaba de lanzar una grave acusación contra la misma organización que libra “una guerra sin declarar” contra la “seguridad nacional” de Rusia, donde 30 mil personas mueren al año debido al tráfico de heroína proveniente de Afganistán (Stratfor, 12 /3/10), donde, desde la invasión anglosajona, ha aumentado dramáticamente la producción de opio, bajo el esquema neoliberal de “dejar pasar” y “dejar hacer”.

Es nuestra hipótesis que EU y Gran Bretaña, como en el siglo XIX, libran su “tercera guerra del opio” (ver Radar Geopolítico, Contralínea, 20/11/09), esta vez desde suelo afgano, con el fin de desestabilizar a sus competidores geoeconómicos del RIC y quebrantar su salud siquiátrica para domarlos mejor.

A nuestro juicio y sin ser linealmente maniqueos, el eje India-Irán-Rusia planteado por los estrategas indios debe tener sumo cuidado en no indisponer a China, que es aliada de Pakistán (que supuestamente controla los hilos de los jihadistas talibanes en Afganistán). Pero una cosa es preservar los intereses de los numerosos segmentos étnicos antitalibán en Afganistán, y otra es aislar peligrosamente a Pakistán: se trata de sutiles juegos geopolíticos muy delicados, aptos para neurocirujanos dotados con microscopios electrónicos.

Para De Defensa (15/3/10), portal estratégico-militar europeo, se trata del fin del “sueño estadunidense” que profesó India en forma fantasiosa y a quien EU deseaba utilizar para contener a China.

El espejismo de los estrategas indios se despejó cuando Delhi descubrió que para Obama era más importante su relación con Pakistán, el enemigo añejo de India.

Delhi fracasó en sus pretensiones de suplantar a Pakistán en el juego geopolítico de Afganistán. Ni India fue adoptada como la “aliada privilegiada” de EU en el subcontinente indio y en Centro-Asia, ni EU pudo atraer convincentemente a India debido al escollo mayúsculo de la “transferencia de tecnología”, donde la prueba de fuego de la realidad detuvo el acercamiento entre EU e India.

¿No habrá jugado la promoción del BRIC, el bloque geoeconómico competidor del G-7, parte fundamental en la detención de los lazos impetuosos cuan pudibundos entre Delhi y Washington?

El fracaso de la política de India en Afganistán, microcosmos de otros tropiezos regionales, obligó a Delhi a corregir su trazado de ruta proclive a EU a cambio de nada.

Las relaciones de India con EU no se fracturan; simplemente detienen su vertiginosa impetuosidad insustentable, lo cual es aprovechado estupendamente por Vlady Putin, quien obtiene un triunfo más en la asombrosa resurrección de Rusia.

Si el fin del siglo XX marca la catástrofe geopolítica de la desaparición de la URSS, es probable que el siglo XIX escenifique la resurrección de Rusia en el nuevo orden mundial policéntrico.

Esto lo entendieron correctamente los estrategas de India, que se habían volcado efímeramente en el espejismo del “sueño estadunidense”, cuando por fin se han percatado de que la decadencia de EU es ya irreversible.

*Analista internacional mexicano, columnista de La Jornada

También podría gustarte
Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.