El establishment colombiano respira y la pacificación peligra. ¿Qué significa la (s)elección de Duque?
El derechista Iván Duque será el próximo presidente de Colombia, tras vencer en la segunda vuelta electoral al candidato centroizquierdista Gustavo Petro, con casi 54% de los votos y una diferencia de más de 12% sobre su openente, en comicios en los que participó apenas la mitad de los ciudadanos y con un resultado que hace peligrar el proceso de pacificación del país.
Iván Duque, un político sin experiencia en la administración pública y quien llegó a ser candidato por escogencia del expresidente Álvaro Uribe, logró unir alrededor de su candidatura a los grupos de derecha Cambio Radical, y los partidos de la U, Liberal, Conservador y Centro Democrático, todos ellos salpicados por escándalos de corrupción, como los de Oderbrecht, la trasnacional del crimen y soborno,
Los resultados político electorales de la segunda vuelta presidencial, a favor de la gran coalición por la paz representada por Gustavo Petro y Ángela María Robledo, de antemano, se pueden calificar como históricos, al sumar casi ocho millones de votos.
Ambos candidatos ofrecían rutas diametralmente opuestas para la cuarta economía de Latinoamérica y si bien más de 36 millones de votantes tenían la posibilidad de definir la suerte de la pacificación del país, acudieron a las urnas poco más de la mitad de los inscritos en el padrón.
Duque, que promete modificar el acuerdo de paz, bajar impuestos a las empresas y encabezar la presión internacional contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, era el favorito de los medios hegemónicos y de los sondeos de opinión. Con 41 años, el ahijado político del expresidente Uribe (2002-10) –con denuncias de narcotráfico y genocidio- es el mandatario más joven elegido en Colombia desde 1872.
Petro, de 58 años -exalcalde de Bogotá,que triunfó ampliamente en la capital- le sumó a la defensa de los acuerdos de paz una batería de reformas para romper con la gobernanza histórica de la derecha. Petro le devolvió a la política colombiana los discursos de plaza y la convocatoria de multitudes. Llegó a la segunda vuelta con el 25% de los votos en los comicios del 27 de mayo, y no pudo sostener ningún debate televisado con Duque ante la negativa de su contendor.
En un país de 49 millones de habitantes, con un 27% de pobreza extrema y primer productor mundial de cocaína, Petro presentaba una serie de reformas que apuntaban a “profundizar la paz”, que respalda inequívocamente. Propuestas de impuestos para los latifundios improductivos, tránsito hacia una economía no dependiente del petróleo y el carbón, y críticas a la actual política antidrogas hicieron temblar a las élites.
Vencedor de la primera vuelta con el 39% de los votos, Duque tiene una escasa experiencia política de cuatro años, como senador, donde llegó impulsado por una lista cerrada liderada por Uribe. “Nada es de él, todo ha estado apalancado por el capital político que tiene Uribe”, aseguró el analista Fabián Acuña.
Quiero “cimentar la cultura de la legalidad, donde se le diga al crimen que el que la hace la paga”, señaló este domingo tras votar. Duque, que también anuncia endurecimiento en las condiciones para dialogar con el ELN, quiere que los jefes rebeldes culpables de delitos paguen un mínimo de cárcel y no ocupen ninguno de los diez escaños parlamentarios reservados por el acuerdo de paz, al ahora partido Farc.
El respaldo en las últimas semanas dado a Petro por Antanas Mockus, Claudia López, Ingrid Betancourt, Clara López y otros dirigentes políticos, intelectuales y líderes sociales en el país y el exterior, como expresión de fuerzas ciudadanas independientes, apalancaron en la recta final la candidatura de Petro para lograr, por primera vez en toda la historia de Colombia, un gobierno distinto al de las élites bipartidistas.
No por otra razón estas élites entraron en pánico y decidieron cerrar filas a favor de la candidatura de la extrema derecha, en medio de un panorama poco alentador en esta etapa donde se encuentra sumamente amenazada la transición histórica de la guerra. Con Duque se alinearon los responsables del despojo económico, legal y criminal, los autores intelectuales y materiales del genocidio contra miles de ciudadanos, los militaristas con uniforme o de civil, patrocinadores del terror paramilitar.
Con Duque se alinearon quienes quieren desmontar el Acuerdo de Paz para asegurar su impunidad e impedir las reformas, los ladrones de cuello blanco en todas sus presentaciones partidistas, los culpables de los más escandalosos procesos de corrupción. Durante décadas el país fue gobernado por el poder fáctico de empresarios, financistas, militares, narcotraficantes (o todo junto).
El movimiento popular, las propuestas alternativas y los demócratas que defienden la solución política, se encontraban en una gran dispersión y desarticulación, mientras millones de ciudadanos eran desplazados, desaparecidos, asesinados para evitar los cambios.
La contradicción ya la había marcado Jorge Eliecer Gaitán más de seis décadas atrás, entre las oligarquías y el pueblo, entre los de arriba y los de abajo sin importar el color de su partido, entre la muerte y la vida; antagonismos que perduran. Esa vieja clase dirigente bipartidista, profundamente incapaz de garantizar premisas democráticas básicas para su modernización, roba el presente y el futuro de las nuevas generaciones queriendo perpetuar la desigualdad y la guerra.
* Economista y docente universitario colombiano, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
¿Qué significa para América Latina y el Caribe la (s)elección de Iván Duque?
Javier Tolcachier|
La perspectiva histórica
Hace exactamente cien años asumió la presidencia de Colombia Marco Fidel Suárez, quien acuño el lineamiento de política exterior llamado Respice Polum (“miremos al polo” o “hacia el Norte”) o Doctrina Suárez. Desde entonces, y con pocas interrupciones como la del general nacionalista Gustavo Rojas Pinilla (1953-57) y de manera menos estridente, en el período de Ernesto Samper (94-98), Colombia ha actuado subordinada a los intereses expansionistas de los EU limitando la soberanía de sus relaciones internacionales.
Poco antes, Colombia perdía su provincia centroamericana, que se independizó como Panamá en 1903 por el interés de EU de construir el canal interoceánico. Suárez fue actor principalísimo en la ratificación del Tratado Urrutia-Thompson, firmado en 1914, por el cual se otorgaban algunas compensaciones a Colombia por su pérdida territorial e intentaba “normalizar” la relación quebrada con EU por la secesión panameña.
El Acta de Chapultepec de 1945, la firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en 1947 y la creación de la OEA en 1948 – justamente en Bogotá – constituyeron la implementación luego de la segunda guerra mundial de la Doctrina Monroe, dando juridicidad a la hegemonía y la posibilidad intervencionista de los EU en la región.
A la muerte del tribuno liberal Jorge Eliécer Gaitán siguió la guerra interna.
El Frente Nacional (1958-1974) y la misma guerra interior, fueron escudo y excusa de la plutocracia aliada con los EU contra todo intento progresista o de izquierda para cambiar las cosas. El mismo objetivo de control militar y civil, bajo la apariencia de la lucha contra el narco, tuvieron la Iniciativa Mérida y el Plan Colombia.
¿Novedades en el frente? El actual enemigo principal de EU
En Enero de este año la administración Trump hizo pública la renovación de su estrategia de seguridad nacional – hasta ahora enfocada en la “lucha contra el terrorismo global” – poniendo como principales vectores de amenaza la competencia de Rusia y China en el tablero mundial. Lo que se quiere evitar es la pérdida de hegemonía estadounidense y el ascenso de Oriente como principal polo planetario.
EU ha logrado mejorar su posición geopolítica relativa en América Latina, luego de los golpes parlamentarios en Honduras, Paraguay y Brasil, la victoria de Macri y el partido colorado en Paraguay, la reelección de Piñera en Chile, el giro a la derecha de Moreno en Ecuador y el debilitamiento del gobierno del FMLN en El Salvador. El país del Norte ataca a Venezuela, a Nicaragua y a Bolivia para eliminar todos los focos de resistencia de izquierda a su hegemonía.
Sin embargo, la situación es precaria e inestable. En Perú ya echaron a PPK y el nuevo presidente Vizcarra está en posición endeble. En Brasil, el golpista Temer no cuenta con aprobación popular, lo mismo sucede con Juan Orlando Hernández en Honduras, reelecto en circunstancias fraudulentas. En Guatemala, se pide la renuncia de Jimmy Morales. En México, a todas luces va a ganar las elecciones el reformismo progresista de López Obrador. En Argentina, EU ha establecido un protectorado económico a través de fondos buitres y el FMI, lo que augura una enorme conflictividad social ante el ya evidente fracaso económico y social de Macri.
Colombia hoy
En Colombia, luego de los Acuerdos de Paz las acciones bélicas han disminuido, aunque continúan los asesinatos selectivos a líderes campesinos y sociales que protagonizan la oposición local al feudalismo terrateniente, a los megaproyectos extractivistas y de infraestructura.
Por otra parte, Colombia continúa siendo el principal proveedor de droga del mercado estadounidense, aumentando la superficie de cultivos de coca en los últimos años, a pesar de fumigación indiscriminada, guerra institucional y foránea. Lo cual muestra – como mínimo – la ineficacia de tales planificaciones. O acaso, que las intenciones no declaradas de dichos planes nunca contemplaron una reducción efectiva del narcodelito.
Más allá de la veracidad estadística o no de esta cifra, esto constituye una argumentación propicia para continuar la acción militar y de seguridad de EU en territorio colombiano. En la última visita a Colombia del ahora ex secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, el Gobierno de Colombia aseguró su voluntad de conformar una fuerza de tarea conjunta para combatir el narcotráfico. EU, por su parte, anunció la renovación de la cooperación – una continuidad del Plan Colombia concebido durante la presidencia del conservador Pastrana – por cinco años más. O sea, más de lo mismo.
Por si fuera poco belicismo, “el premio Nobel de la Paz” Santos sumó recientemente a Colombia como socio global de la OTAN, ofreciendo al país como cabeza de playa en Sudamérica.
En términos regionales, Colombia ha suspendido sus actividades en UNASUR y conspira abiertamente contra el legítimo gobierno bolivariano de Venezuela en conjunto con la docena de países nucleados en el grupo de Lima.
Entonces, ¿qué significa para la región el resultado de la segunda vuelta?
Si se mira el mapa de los actuales gobiernos, América Latina y Sudamérica están partidas, divididas por la influencia estadounidense, la propaganda de medios concentrados y una mezcla de acomodados y arribistas en cada país que se niega a solidarizarse con los sectores desposeídos y discriminados, la mayoría mestiza, negra y originaria de la región.
En este contexto y desde el punto de vista de la política exterior, el triunfo de Iván Duque representa un refuerzo de la actual política colombiana subordinada a EU, la elevación del riesgo de reavivar el conflicto social interno y de comprometer a Colombia en acciones bélicas contra Venezuela y en otras regiones del planeta.
La (s)elección de Duque por quienes lo respaldan, augura la permanencia de efectivos militares estadounidenses y el uso de bases colombianas por parte de EU, el retroceso de los procesos de integración soberanos y pone en riesgo la Declaración de América Latina como Zona de Paz lograda en la reunión CELAC de 2014.
Duque será un presidente débil en manos de la oligarquía y las fuerzas partidocráticas a su servicio, lo que producirá una acentuación del neoliberalismo y la propiedad concentrada de la tierra, las finanzas y los medios, alejando toda posibilidad de acotar o disminuir las enormes brechas de desigualdad.
En definitiva, en términos geopolíticos, todo indica que el nuevo presidente seguirá con la política del “partido único de dos cabezas” de ser apenas un satélite de los intereses estadounidenses en América Latina.
Petro, apoyado por gran parte del arco progresista colombiano – y sobre todo por mujeres y jóvenes, columna vertebral del activismo por la paz – hubiera constituido un fuerte impulso a conservar lo ganado en los Acuerdos de Paz y la posibilidad de una progresiva reconciliación. Hubiera sido el gobierno progresista que le faltó a Colombia, mientras otros países de América Latina avanzaban en la integración y las mejoras sociales con Lula, Cristina y Néstor Kirchner, Correa y aún más marcadamente con Chávez y Evo.
No hay dudas que en esta segunda vuelta triunfó la continuidad de la partidocracia, en cerrada coalición con la opinión de los medios de difusión hegemónicos, las iglesias retrógradas y la estrategia de la administración estadounidense. Ganó el candidato del bipartido único, de la oligarquía y la conservación.
Pero los guarismos muestran también que hay un importante sector de la ciudadanía que quiere una Colombia distinta. En este sentido, los ocho millones de votos conseguidos son una voz fuerte que sitúan a Gustavo Petro como líder de la oposición, quien junto a la resistencia ciudadana y rural dificultarán al nuevo gobierno ejecutar sin más su programa. Esto probablemente se hará manifiesto en la construcción territorial y en futuras elecciones municipales y nacionales. El poder no tiene asegurado el futuro.
La elección en Colombia puso de manifiesto, en coincidencia con procesos más generales, que el camino hacia una América Latina más humana es la articulación en la diversidad de las fuerzas humanistas de la izquierda y el progresismo social en el marco de una renovación de los proyectos transformadores y con el eminente protagonismo de las mujeres y los jóvenes.
*Investigador perteneciente al Centro Mundial de Estudios Humanistas, analista asociado al Centro latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia@la).