El gobierno de Macri en su peor momento

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El macrismo está atravesando su peor momento, desde que asumió el gobierno en diciembre del 2015. Su expectativa que el Mundial de Rusia sería el agua bendita que apagaría el fuego de la bronca colectiva está a un paso de irse al mismísimo demonio. El gobierno parece no percibirlo aunque la realidad de los debates de la semana próxima y los riesgos que ello entraña los tenga delante de sus narices.

Si el gobierno en la sesión parlamentaria del miércoles no cambia algunas pautas del “tarifazo” de los servicios públicos, el futuro inmediato del gobierno se puede poner muy oscuro, tirando a tenebroso. Hay demasiadas broncas acumuladas y por primera vez, en estos 28 meses de gobierno, hay una generalizada convergencia, entre oposición social, política y gran parte de la población, para llevar la protesta a la calle, cuando recién comienzan a llegar las primeras facturas con aumentos.

A continuación se señalarán los mayores problemas que el gobierno deberá abordar en medio del complicado atolladero en el que sus propias concepciones lo fueron encerrando: la inviabilidad de un Programa insostenible; las inversiones que no llegan, el escaso crecimiento económico y el déficit comercial; los problemas de Caja agudizados por la sequía; la inflación y la pobreza que no ceden y una incipiente crisis política de la coalición gobernante que agrava la crisis económica.

El gobierno hizo una apuesta gubernamental que no tenía asidero en la realidad política, económica y social del país y tampoco en la realidad internacional. Se trataba de insistir en el tradicional modelo agro-exportador, con algún desarrollo de la agroindustria (de “granero” a “supermercado” del mundo), una gigantesca adecuación a esos fines de una infraestructura decrépita y un fuerte desarrollo minero.

Todo ello enmarcado en la existencia de un recurso humano (los funcionarios CEO) ávido de más poder y mayores ganancias, siempre dispuestos a impulsar un proyecto sostenido por el capital financiero internacional, con la posibilidad de créditos y negociaciones que suponen millonarias comisiones y la perspectiva de hacer negocios que fortalezcan las ganancias de sus empresas preexistentes. Para ello hacía falta darle muchas garantías al capital internacional.

Arregló con los “fondos buitres” y llegó plata pero solo para prestarle al Estado y hacer negocios financieros. Las inversiones productivas piden más garantías, sobre todo si tenemos presente que nuestro mercado interno es muy pequeño. Además los salarios vienen con la carga de una tradición (peronista) de ser superiores a la media de la región y de los lugares preferidos por el gran capital para invertir. De aquel plan, solo quedó en pie la posibilidad de las obras públicas y los negocios de los CEO, pero muy poco más y eso no alcanza para un país con el 30% de pobres.

Pocas inversiones, escaso crecimiento y déficit comercial

Hubo pocas inversiones extranjeras, al gobierno –por definición- no le interesaba la inversión estatal, el ahorro interno era demasiado flaco. Con un alicaído mercado interno no había margen para un sostenido e importante crecimiento económico.

La apertura económica, impuesta por las convicciones del gobierno y las presiones internacionales, hizo el resto. Se profundizó el déficit comercial y los dólares fueron cada vez más escasos. En consecuencia, pensando en los próximos años, tenemos un creciente endeudamiento externo pero pocas inversiones, con escaso crecimiento y alto déficit comercial.

La pregunta es: ¿Hasta cuándo y pagando qué intereses seguiremos bancando esta situación? Esto se termina el día que nos digan: ¡Hasta aquí llegamos!

El déficit de caja ahora agravado por la sequía

Los gastos heredados de la época de bonanza (de la primera parte del kirchnerismo) se volvían indomables. Ya Cristina venía padeciendo ese problema y el macrismo no encontró la forma de superarlo. La idea que el crecimiento amortiguaría esos gastos no se dio, porque ya dijimos, ese crecimiento fue escaso. Ante la necesidad de gobernabilidad, a falta de otras políticas más serias y sostenibles, el macrismo optó por el criterio de mantener e incrementar los planes sociales. Otros muchos subsidios sobrevivieron hasta el día de hoy. Por si algo faltaba para hacer completa la tormenta se vino la sequía.

El principal recurso económico, la soja, perdió el 30% de su producción y –naturalmente- los ingresos cayeron en picada. En los tarifazos actuales se oculta la realidad de pretender recuperar recursos para la Caja por esa vía. A mayores tarifas mayores ingresos para el Estado, dado que más del 35% de las mismas son cargas impositivas. El objetivo central de las mayores tarifas no es promover más inversiones en el respectivo sector, sino disminuir subsidios y tener mayores ingresos.

La inflación y la pobreza que no ceden

Ya vimos lo que pasó con el gasto público, mientras la economía crecía poco y no aparecían nuevos caminos. Ello provocó que el mismo siguiera alto respecto al conjunto de la economía, a pesar de no haber mejorado los servicios. A eso hay que agregarle que, por el origen, formación e intereses de los principales funcionarios, era inevitable que los formadores de precios seguirían haciendo su agosto, en todos los meses del año.

El Jefe de Gabinete -Marcos Peña- y el Secretario de Comercio –Miguel Braun- pertenecen a una familia (Braun Menéndez) que maneja una de las más importantes cadenas de supermercados del país; otro funcionario –Mario Quintana- es Presidente de Farmacity, una cadena de farmacias que absorben gran parte del mercado; el Ministro de Energía –Juan José Aranguren- y algunos de sus lugartenientes vienen de servir a la Shell.

Marcelo Mindlin, el casi monopólico transportador de energía –que dio un salto rutilante en su carrera empresarial durante el kirchnerismo-  es socio, amigo, testaferro del Presidente. Luis Caputo, íntimo del Presidente, es el negociador de nuestros créditos y deudas internacionales.  No se le pueden pedir peras al olmo… En ese marco es imposible que la inflación baje en términos reales.

Es sabido que la inflación es una fábrica de pobres. Más allá de los datos sobre una baja de la pobreza para los últimos meses del año pasado, todo indica que ésta volverá resurgir en el primer trimestre de este año. Este es el panorama, que no tendrá cambios sustanciales durante todo el primer semestre de este año. Los cambios que se puedan producir, son coyunturales y de escaso arraigo.

Crisis de la coalición política agrava problemas económicos

A todo lo dicho hay que agregarle algunos cortocircuitos en la coalición gubernamental. Los radicales están incómodos y a “Lilita” Carrió cada tanto se le “suelta la cadena” y embiste furiosa contra enemigos y amigos del gobierno. Eso pasó en estos días con las tarifas. Tal falta de acuerdos hizo que el oficialismo parlamentario tuviera que hacer fracasar la sesión de la Cámara de Diputados del miércoles pasado, en la que pretendían mantener las tarifas.

Señalan que (solo)  las tarifas de gas serán “aplanadas”, nuevo término que quiere decir que tratarán que los montos de las mismas sean más o menos parejos para todo el año, para que no se concentren los números más altos en los períodos de mayor consumo, es decir el próximo invierno. Claro está que por esa especie de pequeña prórroga el gobierno dice que habrá que pagar intereses.

Desde los sectores sociales avisan al gobierno que –si eso pretenden- difícilmente logren zafar de la bronca colectiva  y que apronten los gases y palos para aguantar la que se les viene. Hay que tener presente que los principales afectados por las propuestas son los sectores medios, porque los más humildes tienen algunas “vías de escape”. Recordemos que un 25% de los hogares humildes tienen tarifa social y otro 20% se “cuelga” (tomas legales). El 55% restante de los pobres y el 100% de los sectores medios, que pagan los aumentos, están cabreros.

Eso es lo que les viene diciendo la calle –con mucha gente que los votó- en los últimos días. Si no saben escuchar a la calle, hay sobrados antecedentes de lo que puede ocurrir.

Inversiones ferroviarias

Dentro del plan estratégico del gobierno está la rehabilitación de las vías férreas. Ello forma parte del modelo macrista. Para hacerlo efectivo hay que rebajar el alto costo del transporte por camión. Las exportaciones salen por los puertos, entonces hay que remover los obstáculos para que el ferrocarril tenga la función que tuvo en el momento de su construcción, en el siglo XIX. Hay una pequeña diferencia, en aquel momento el destino de la producción era Inglaterra y ahora es China.

Este país no casualmente aporta los mayores créditos para estas obras y su equipamiento, por un monto que ronda los 20 mil millones de dólares. Hoy el camión transporta el 85% de las cargas y el tren apenas el 4%. El objetivo fijado por el gobierno es llegar al 15% de la carga transportada.  Obviamente la niña bonita del programa es el Belgrano Cargas que llega hasta el norte del país. Ya se han incorporado 3500 vagones y 107 nuevas locomotoras, con una renovación de 437 kilómetros de vía

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