El límite del Capital
A varias generaciones de activistas sociales del siglo XX les gustaba citar el tercer libro de “El Capital” de Carlos Marx porque ahí se dice que el límite histórico lógico del Capital es el mismo Capital.
Según la interpretación histórica evolutiva estándar esta formula se ha leído de acuerdo al modelo de la dialéctica de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Uno podría entender este modelo según la metáfora de la niñez que de tiempo en tiempo tiene que deshacerse de su vestido porque le empezó a quedar demasiado apretado.
El argumento va más o menos así… la fuerza básica del desarrollo social, su constante natural es el incesante crecimiento de las fuerzas productivas que, como norma general, son reducidas al desarrollo técnico. Este ímpetu creciente, sin embargo, es siempre seguido por una mayor o menor inercia de las fuerzas sociales que cambian con mucha mas lentitud operando como un factor retardatario. Hay épocas en las cuales las relaciones de producción corresponden con las fuerzas productivas y otras en que se transforman en un obstáculo al desarrollo futuro hasta el momento en que la revolución social las coordina nuevamente reemplazando el viejo orden por otro que corresponde a un nuevo estado de cosas.
Es decir… si el Capital contiene su propio limite, entonces, desde un punto de vista evolucionista, las relaciones de producción hicieron posible el rápido desarrollo tecnológico, se trasformaran eventualmente en un obstáculo . En breve, las fuerzas productivas sobrepasaran las relaciones capitalista abriendo un periodo revolucionario que determinara nuevas formas de relaciones sociales.
El problema con este enfoque de la formula de Marx es este… ¿como definimos exactamente el momento – incluso en términos ideales – en que las relación capitalistas de producción se transforman en un obstáculo continuo al desarrollo de las fuerzas productivas? O la situación opuesta… ¿cuando podemos decir que hay acuerdo entre unas y otras en el modo capitalista? La respuesta, después de cualquier análisis estricto, es… nunca.
Es esta situación la que hace diferir al capitalismo de cualquier otro modo de producción conocido hasta ahora. En todos ellos podemos hablar de momentos en que hay acuerdo entre los procesos de producción social y reproducción, periodos de tranquilidad y movimiento circular, mientras que en otros, hay instantes de intranquilidad y desorden, cuando la contradicción entre fuerzas y relaciones de producción se agudiza.
En el capitalismo, en cambio, es la contradicción, el desacuerdo entre fuerzas productivas y relaciones de producción la que esta contenida en su concepto mismo, contradicción entre la producción que es social y la apropiación que es privada. Es esta contradicción interna la que empuja al capitalismo a extender la reproducción permanentemente, al desarrollo incesante de sus propias condiciones de producción a diferencia de los otros modos en donde, a lo menos en su estado “normal”, la producción y reproducción se dan a través de un movimiento circular.
Si aceptamos que este es el caso, como la historia parece indicar, entonces la interpretación evolucionista del Capital como conteniendo su propio limite es inadecuada. El filosofo Zizek llama la atención al hecho de que no se trata de que en cierto momento de su desarrollo el marco de relaciones de producción empieza a constreñir el continuo desarrollo de las fuerzas productivas. La paradoja es que este mismo limite inmanente, esta contradicción interna es la que justamente empuja el desarrollo del sistema, lo que hace que su estado normal sea el de revolucionar constantemente sus condiciones de existencia.
Desde el comienzo mismo el capitalismo esta marcado por la discordia, la contradicción y el deseo inmanente de balance. Y esta es la razón de su cambio incesante. La transformación constante es la única forma de vivir y resolver una y otra vez su propio imbalance constitutivo, su contradicción fundamental. Lejos de restringirlo tendríamos que decir que su límite es la fuerza misma de su desarrollo. Esta es la paradoja típica del capitalismo… su impotencia es la fuente de su poder que le permite transformar sus limites. En tanto mas se agudicen sus contradicciones, tanto mas necesita revolucionarse a si mismo para sobrevivir. El salvavidas es “R&D” (Investigación y Desarrollo). Crear nuevos productos para tener nuevos consumidores.
La revolución informática de los últimos decenios es un buen ejemplo. Marx distingue dos momentos en la continua auto-expansión del capitalismo. En un primer instante, una onda de nuevos y más productivos capitales sociales transforman los aparatos existentes de producción y consumo. Es esta continua revolución de los medios de producción, dice Deleuze, la que caracteriza la “deterritorializacion” del capital y el trabajo con el objeto de dedicarlos a nuevas formas de producción y consumo que desencadena todo tipo de procesos de tranfomacion a través de la sociedad.
Pero, en un segundo instante, este movimiento progresivo es rápidamente detenido y todo es “re-territorializado” nuevamente. La “deterritorializacion” libera todo tipo de energías creativas –tanto de consumo como de producción- y revoluciona y socializa las fuerzas productivas. La “re-territorializacion”, en cambio, interviene ligando las relaciones de producción y consumo al peso muerto de la apropiación privada de la plusvalía restableciendo el poder del capitalismo, fuerza retrograda que impide el gasto de la plusvalía en propósitos que no estén exclusivamente orientados a la re-inversión productiva de ganancias privadas
Es solo el primer momento, el de la “deterritorializacion” del componente económico, el que representa la revolución constante de los medios de producción, el que genera cambios y libera las energías de producción y consumo de los objetos y limitaciones existentes. Esta distinción, por supuesto, entre dos momentos de un proceso singular, es meramente analítica, pero es crucial en tanto expone la diferencia entre poder y economía como dos momentos en conflicto o como dos componentes del capitalismo… ¿No es esto lo que estamos presenciando con la actual revolución informática? En su periodo inicial estaba llena de promesas de liberación y participación democrática. Lo que hoy vemos es su captura por el peso muerto de la propiedad privada, el Estado de vigilancia absoluta y la orientación exclusiva hacia la ganancia.
¿Es este un proceso sin fin? No, realmente. Si recordamos que no hay realidad empírica que sea eterna, entonces todavía es posible introducir una nota de optimismo. La resistencia al poder ya es una indicación que este no es absoluto como lo acabamos de ver en Egipto. Dada la contingencia de toda realidad uno podría imaginar una posible liberación de la compulsión capitalista que iría más o menos así.
En la etapa de “deterritorializacion” capitalista “todo lo que es sólido se disuelve en el aire”. La tradición, las costumbres, los ritos, los valores, las comunidades y las creencias se dislocan, destruyen, transforman o desaparecen. Y, a pesar de las consecuencias negativas que esto trae, el proceso abre nuevas posibilidades de acción histórica. La aceleración temporal de las transformaciones sociales que causa permite tomar una conciencia más clara de la impermanencia constitutiva de los discursos sociales, de su naturaleza puramente histórica.
La consecuencia, dice Laclau, es que la dislocación, desarticulación o inestabilidad de la estructura social abre un campo de indecisión e indeterminación que obliga a la recomponer y re-articular las estructuras sociales a niveles mas profundos, aumentando la responsabilidad de los sujetos y haciendo la historia menos repetitiva. La clave aquí por supuesto es que en estructura dislocada el centro se debilita o desaparece. Esta dislocación social, a diferencia del desajuste y falta de funcionamiento de las partes de una maquina, tenemos que verla como el desajuste que se produce debido a la presencia de fuerzas antagónicas que tratan de construir o tomar los centros de poder.
¿Qué es lo que hemos ganado con todo este análisis…? Una nueva visión social que ahora aparece constituida por diferentes centros de poder, cada uno con diferentes capacidades de acción y estructuración. Descentralización no significa solo la ausencia de un centro. Significa, también, la práctica de descentrar a través del antagonismo, de la lucha que originan las contradicciones sociales. Lo que ahora tenemos es un mundo que se presenta, no como algo dado o regido por la mano invisible de las leyes históricas, sino como algo que constantemente tiene que ser construido por la gente que, en el proceso, también se auto construye.El pensamiento mas común que hoy encontramos en la gente que protesta en las calles es la creencia de que la posibilidad de transformar la sociedad capitalista no depende de la simplificación de la estructura social, ni de la emergencia de una sola clase privilegiada guiada por su partido, sino de la proliferación de nuevos y diferentes grupos sociales, de la multiplicación de los antagonismos y el aumento de las dislocaciones.
El problema es… ¿Cómo esta pluralidad de grupos y demandas se transforman en una singularidad, en una identidad popular? Laclau dice que si una equivalencia se va a establecer entre ellas algún tipo de denominador común tiene que encontrarse dentro de la multiplicidad de grupos para encarnar su totalidad y este denominador no puede ser otro que una demanda individual que por razones circunstanciales adquiere un papel central al pasar a significar el conjunto de las demandas, permaneciendo sin embargo como demanda particular.
La imagen de la Solidaridad en Polonia y en el resto de Europa oriental al final de los 80’s, el mercado paso a significar mucho mas que un arreglo económico… abarcaba el fin del poder burocrático, libertades cívicas, ponerse a la par con occidente, etc. etc. La paradoja de esto es que mientras más general sea la demanda representativa más fácil será su adopción. Pero… en tanto mas general sea más débil será su capacidad para articular la multiplicidad, lo que eventualmente lleva a la desintegración de la cadena.
Los momentos eminentemente históricos, auténticamente revolucionarios son aquellos marcados por grandes choques en donde formas enteras de vida son amenazadas y las normas sociales y culturales destruidas al ser incapaces de siquiera garantizar un mínimo de estabilidad y cohesión. De este vacío una nueva forma de vida tiene que ser inventada. Todavía no estamos ahí.
Desde el momento que no hay una ciencia política capaz de predecir el curso de los eventos futuros aun es muy temprano para decir lo que pasara y la incógnita con los nuevos movimientos de insurgencia es que… no hay nada en ellos que nos indique si estos nuevos sujetos políticos necesariamente cambiaran el capitalismo o solo conquistaran un lugar dentro de él.
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