El otro idioma

2.005

LN

Determinó el gobierno chileno que los nombres mapuche –de ríos, cerros, valles, bosques… pero también de plazas, edificios, calles y avenidas– consignen su significado en castellano; la razón parece generosa: que se aprecie la elevada poesía del  "habla de la tierra".

Podría incluso aventurarse que es un reconocimiento más o menos formal de un hecho que, en términos generales, no consigna la historiográfica de Chile –"país de historiadores"– ni las políticas de Estado: se trata de un país mestizo y multicultural y pluriétnico; es decir: una sociedad con raíces y manifestaciones diversas de distinto orden.

La nación mapuche (gentes de la tierra) conforma el mayor grupo minoritario de la población total del país, que –por otra parte– no es "blanca" como gusta de creer el chileno, producto de medio milenio de mestizajes entre los distintos pueblos que invadieron o estaban avecindados o se avecindaron en su largo territorio, lo que incluye a los aymaras en el norte altiplánico, españoles, galaico-portugeses, alemanes y otros europeos, semitas –de origen árabe y judío– e incluso a los distantes polinesios de Rapa Nui o Isla grande.

El mapunzugun –todavía suele emplearse el término mapudungún– es una de las aproximadamente 7.000 lenguas existentes sobre el planeta y se la sitúa entre las 3.000 en peligro de extinción. Lo que no preocupa mucho a los mapuche: hace medio milenio que resisten su virtual genocidio, han convertido su lengua en idioma, sus poetas escriben entre la mejor poesía de América y acaba un  gran sector de las comunidades declararse nuevamente independientes de las autoridades del del Estado chileno, reivindicando su territorio ancestral.

Todo normal en La Araucanía suele decir la autoridad gubernamental en Santiago.[1] Lo cierto es que nada es normal en el Ngulupamu. Las comunidades se levantan en número creciente y territorios que se expanden para reivindicar su derecho a la autonomía política y la recuperación de las tierras que les han sido arrebatadas p0r la fuerza o merced a argucias legales y administrativas por la república; algo semejante ocurre allende Los Andes.

No pretenden los comuneros –como ha dado en llamarlos erróneamente la prensa y gobernantes chilenos– la devolución total de su país: saben que eso es imposible, pero demandan con el mismo convencimiento que los hizo rechazar la penetración incásica y firmar una paz honrosa con el Reino de España (la conquista de Chile costó a Madrid, proporcionalmente, más que sus guerras europeas) que ponga fin a la depredación ambiental y económica y se reconozcan sus derechos como nacionalidad con goce de autonomía doméstica en territorio parte del Estado chileno.[2]

No cederán. Por ahora la militarización de La Araucanía ha cobrado sólo vidas de jóvenes mapuche matados por la espalda, abortos de mujeres maltratadas por las fuerzas policiales y heridas a niños por balines también policiales en el interior de sus predios. Hay al menos un adolescente desaparecido luego de ser apresado. Los presos mapuche son sometidos a regímenes extremos, se los conmina por la fuerza para obtener sus datos genéticos, se los procesa sin mayores pruebas merced a testigos ocultos no identificados (muchos han debido ser puestos en libertad meses después), se les hurta dinero y pertenencias varias en los allanamientos… Pero no cederán.

La política de Estado respecto de la "cuestión mapuche" es una locomotora sin freno rumbo a un genocidio brutal. La ignorancia –o ceguera o el alineamiento con poderosos intereses económicos– preocupa no sólo a entidades y ciudadanos chilenos (aunque cabe decir que la opinión pública mayoritariamente no se ha pronunciado ni tal vez conozca la realidad), sino a organizaciones como las NNUU o entidades privadas supranacionales. El gobierno chileno, autista, no "coge consejo".

En esta dimensión cobra singular ridiculez –o hipocresía– la ordenanza de traducir la toponimia mapuche al castellano sin traducir al mapunzugun la castellana, ni siquiera en las provincias y municipios donde éstos habitan.

Rica es la poesía mapuche, escrita en mapunzugun y castellano –o traducida de una lengua a otra–. Entre las poetas, a vuelo de pájaro, es posible mencionar a  Karla Guaquín, María Hunuñir, Graciela Huinao, María Elisa Huinao, Juana Lancapichun, María Isabel Lara Millapán, Alejandra Llanquipichún; entre los poetas, tampoco sentando juicio de ningún tipo, a Sebastián Queupul, Pedro Alonzo, Elicura Chihuailaf, Leonel Lienlaf, Segundo Aillapan, Jaime Huenún, David Añiñir…

En el vasto mundo de la red es posible encontrar multitud de portales y páginas dedicados a la literatura mapuche. Interesante es, por ejemplo, en la revista de Estudios filológicos de Valdivia, leer el artículo de Iván Carrascosobre poetas mapuche. O leer el trabajo de Claudia Rodríguez Monarca sobre el canon y rol del y de la poeta mapuche.

Pero tal vez aquí la lectura de algunos textos en castellano de poetas mapuche ilustre mejor sobre la sensibilidad y el delicado manejo de símbolos y metáforas de esta cultura.

Finalmente, en la Bibliotca virtual Logos es posible leer y oìr más de 40 textos en castellano o mapunzugun. Y aquí se accede, sin costo, plazos o inscripción, a un breve curso elemental de lengua mapuche con ayuda en la pronunciación y un excelente glosario.

Sólo la estupidez, la ignorancia o la gana de dominar hacen de la diferencia un enemigo.

Notas
[1] Araucanía es la denominación chilena para designar el Wallmapu del oeste, territorio mapuche que comprende el Ngulumapu –región ocupada actualmente por el Estado chileno–, y el Puelmapu, la región este, ocupada actualmente por el Estado argentino. Al occidente de Los Andes la frontera norte es el caudal del Bio.Bio, al oeste el Océano Pâcífico y en el sur la actual provincia de Chiloé.

[2] Sobre autogobierno y otras cuestiones ver aquí.

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