El testamento de Violeta Parra

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Probablemente resulte un poco simple hablar de un hecho tan cotidiano y usual como es la vida. La vida y su antítesis, la muerte que, pese a todo, es otra manera de representar la vida. La vida y los recuerdos que permiten a los desaparecidos permanecer en nuestra existencia diaria e, incluso, sembrar su imagen en la memoria de personas que no llegaron a conocerlos.
ROLANDO GONZALEZ ALTAMIRANO.*

 

Son pocas las producciones artísticas o literarias que utilizan el tema de la vida como leit motiv, a pesar que todas ellas vibran, en mayor o menor medida, con impulsos vitales. Pero cuando el tema de la vida surge en la conversación cotidiana nos cohibimos, como si fuera tan difícil hablar de lo que hacemos a diario: vivir.

 

Recuerdo, al respecto a una magnífica poeta chilena y creadora de música popular que siempre se atrevía a hablarnos de la vida. Su nombre, Violeta Parra. Señora de los caminos, hija de una guitarra y un cántaro de greda a quien su hermano, el poeta Nicanor Parra, describiera de la siguiente manera:

 

chillaneja locera y costurera,
bailarina de agua transparente,
árbol lleno de pájaros cantores.
Violeta Parra.
Has recorrido toda la comarca
desenterrando cántaros de greda
y liberando pájaros cautivos…»

 

Violeta nació el 4 de octubre de 1917. Cantautora, pintora, escultora, bordadora y ceramista chilena, considerada como la folcloristamás importante de Chile y la fundadora de la música popular chilena.

 

Violeta, enamorada casi en la vejez del músico suizo Gilbert Favre, no fue capaz de sobrevivir al encanto del amor mal-pagado y se quitó la vida un 5 de febrero de 1967 a la tierna edad de 49 años, sin pensar que su decisión nos privaba del milagro de su existencia y de su producción literaria, musical y artística que, nosotros los chilenos, no tuvimos la oportunidad de agradecérselo en vida, como ella se lo merecía.

 

Violeta Parra, sin embargo, al morir nos dejó como paradójico legado su inmenso amor a la vida en su canción: Gracias a la vida:

 

Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que cuando los abro
perfecto distingo lo negro del blanco,
en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.

 

Cuando, en 1966, escuchamos esta canción no sabíamos que ese habría de ser su testamento.
La recuerdo hoy para conmemorar 95 años de su nacimiento un cuatro de octubre.
La recuerdo también, ligada a mis propias vivencias, porque cuando la dictadura chilena me levantó la prohibición que yo tenía para ingresar a Chile y pude pisar el suelo de mi patria en el mes de enero de 1979, recibí como gran sorpresa el regalo de escuchar la canción Gracias a la Vida interpretada por las campanas de la catedral de Santiago. Acaso una bienvenida para que dejara atrás el sufrimiento.

 

¿Quién sabe? Lo cierto es que la piel se me puso como carne de gallina mientras agradecía en mi interior el milagro de seguir existiendo.
Ahora bien, pensando en la muerte de Violeta Parra, si usted lee las páginas rojas del periódico, puede percatarse que el suicidio es un hecho cotidiano para nuestra sociedad y es rara la voz amiga que tienda una mano a esos espíritus solitarios que necesitan ayuda y afecto para seguir viviendo.

 

Por ello, pensando en el testamento de Violeta quiero enviar este mensaje como un puente entre aquellos que están vivos y con ganas de vivir y aquellos que están vivos y no saben qué hacer con su existencia.
——
* Profesor universitario retirado (en México).
Alguna vez exiliado político.

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1 comentario
  1. Antonio Casalduero Recuero dice

    Si bien comparto los conceptos emitidos por Rolando en este texto acerca de la folklorista de Chile, considero necesario precisar un par de ellos, quizás el más simple de éstos es aclarar su edad; ella se quitó la vida a horas de cumplir los 50 años, en tanto, si somos rigurosos habría que señalar que ella muere a la edad de cincuenta años y no a los 49. El segundo aspecto, el que podría estar sujeto a una saludable polémica, es señalar que el frustrado amor por Gilbert Favré en realidad fue el detonante para que ella optara por dejar de seguir viviendo. En ese entonces ella vivía una profunda depresión a raíz de que sus creaciones no eran apreciadas como ella deseaba, había noches en que a su carpa en La Reina asistían solamente las ánimas a escuchar su espectáculo; asimismo -y en mi opinión es fundamental- el cárácter de Violeta era tempestuoso, irascible, muchas veces podía ser violento, peligroso; cuando vivía con Gilbert, en sus ataques de furia le lanzaba por la cabeza hasta las ollas con comida al suizo-francés; éste huyó de su lado en dos ocasiones, la primera vez ella logró convencerlo para traerlo de regreso de Santiago, pero la segunda vez no fue así, ella lo encontró viviendo en Oruro (Bolivia) con una aimara, y desde ahí a ella se le derrumbó el mundo; pero -y lo reitero- su carácter le jugaba malas pasadas, además de la indiferencia de la pequeña burguesía chilena, que al principio la halló pintoresca y original, pero muy luego se cansó del numerito y le dio vuelta la espalda.

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